15+ Fotos e historias de boda que uno no podrá olvidar, aunque pierda la memoria en su vejez

Casi todo el mundo tiene conocidos a los que se puede llamar fanfarrones. Uno siempre está hablando de su coche cool, el otro tiene un hijo que gana todas las Olimpiadas... Pero estos tipos no hacen daño a nadie. Sin embargo, hay gente que está orgullosa de cosas que son, por decirlo suavemente, demasiado extrañas para que uno se sienta orgulloso. Como lo poco que duermen o cómo engañan a los demás. Identificamos varios motivos inapropiados de orgullo observando a las personas de nuestro entorno y respaldando nuestra opinión con declaraciones de usuarios de la red.
Hay algunos hombres y mujeres a los que les gusta echar barro a sus ex aunque hayan roto con ellos hace unos 10 años y estén construyendo una nueva relación. Recordar el pasado con regularidad cuando se es feliz con una nueva pareja suele ser una anécdota de este tipo. Pero lo sorprendente es que esas personas no recuerdan ninguna relación anterior con tranquilidad o gratitud. Todas sus parejas anteriores eran necesariamente “imbéciles” o “de moral dudosa”, y culpan a sus ex de todos sus problemas. Este comportamiento no parece muy saludable.
Un motivo común de orgullo entre la generación de más edad. Por regla general, surge en las conversaciones sobre el hecho de que criamos a nuestros hijos, en su opinión, demasiado suave. “No lo acostumbres a los brazos, yo también te dejaba en la cuna. Llorará y luego se calmará”. O aún peor: “Necesita una colleja a tiempo. A mí me educaron así, y nada, crecí un buen hombre”.
Estamos seguros de que no hace falta recordar que el castigo físico con fines educativos es inadmisible, y que la disciplina estricta solo es útil con moderación.
Seguro que todo el mundo ha conocido a esos “matones silenciosos”: siempre están presumiendo de que en el trabajo el malvado jefe molesta a todo el mundo menos a ellos, porque supuestamente les tiene miedo. O que en el autobús ninguna anciana gruñona les pide que le cedan el asiento, de nuevo, precisamente porque ve que no merece la pena meterse con ellos.
No estamos hablando de casos en los que, por ejemplo, alguien en la escuela hizo trampas en un examen sin saber realmente nada, y obtuvo un sobresaliente. Hay personas que están orgullosas de sus trampas. Por ejemplo, hacen que sientas pena por ellas para conseguir dinero o simpatía, o alardean de cómo engañan a sus cónyuges, mientras que estos no sospechan nada. Probablemente te hayas topado con individuos tan desagradables en Internet, en el trabajo o entre tus conocidos.
Probablemente tú también te hayas topado con personas así. Presentan su comportamiento como una especie de plus, diciendo que son buenos porque nunca mienten. Pero, en realidad, esos amantes de la verdad son incluso peores que los mentirosos. Con su “honradez” justifican su propia grosería y falta de sensibilidad. De estas personas se puede oír fácilmente algo así: “Uf, este vestido te hace ver terriblemente gorda. No te ofendas, solo te digo las cosas como son”.
Engañar es malo, pero decirle a la gente en la cara algo desagradable tampoco es muy bueno. Ojalá pudiéramos mezclar los caracteres de estas personas y repartirlos equitativamente, ¿no?
Son auténticos “gurús” que siempre saben cuál es la mejor manera de vivir o hacer algo. Tienen respuestas a todas las preguntas, consejos para cualquier caso de la vida, y les importa un bledo la diferencia de experiencia o las diferentes condiciones de la misma situación. Ellos simplemente “entienden esta vida” y su supuesto trasfondo es universal para cualquiera (en realidad no lo es).
Probablemente conozcas todas esas frases como “no he leído ni un solo libro desde la escuela” o “¿qué es ese sushi tuyo?”. Pero nos invaden las ganas preguntar: ¿desde cuándo la ignorancia se ha convertido en motivo de orgullo? Sí, no es realista saber todo lo que hay en el mundo, pero una persona curiosa con una mente viva ampliará de algún modo sus horizontes, al menos en algunas cosas básicas (sin ahondar en las sutilezas de la física cuántica, por ejemplo).
Tal vez, muchas personas tengan colegas, conocidos o incluso amigos parecidos: “No soy como las demás mujeres”, “Solo me comunico con hombres”, “No me interesan las compras ni la manicura”. Pero es poco probable que un adulto adecuado insista tanto en que no es como los demás. Esto se parece al comportamiento de un adolescente, cuando realmente quiere destacar entre los demás, pero no tiene nada con que hacerlo.
La misoginia femenina no es en absoluto un problema ficticio. Muchas mujeres se creen realmente especiales, dicen que son mejores que las demás porque son “diferentes”. Les gustan “otras cosas” y no les va el comportamiento femenino estereotipado, siempre según ellas mismas.
Hacer bien tu trabajo es algo estupendo. Y es encomiable. Sin embargo, hay una diferencia entre trabajar bien y ser un adicto al trabajo. La adicción al trabajo está sobrevalorada; de hecho, es peligrosa y destructiva no solo para la propia persona, sino también para su familia. Así que no hay nada de lo que enorgullecerse. Y presumir de no dormir lo suficiente es peor aún. Puede que en la infancia fuera cool contar a los amigos que no has dormido en toda la noche, pero ahora ¿a quién podríamos sorprender con eso?
Siempre te sientes como en una especie de competición de “a quién le fue peor” cuando estás con gente así. Todo es siempre más dramático para ellos que para los demás. Si le cuentas a una conocida de ese tipo sobre un parto difícil, enseguida oirás: “Pero en mi caso...”. Y la subsiguiente historia de cómo sufrió ella, con la obvia implicación de que tus dificultades ni se acercan a las suyas. Además, estas personas no hablan sobre el sufrimiento con negatividad. Por el contrario, se deleitan con él, literalmente llevando sus problemas por delante, como una especie de bandera.