10 Historias que demuestran que cuando tienes papá no necesitas superhéroes

Historias
hace 4 años

En todas partes escriben tanto y tan seguido sobre las madres, que nos sentimos un poco mal por los papás. Para corregir este desafortunado malentendido, buscamos historias conmovedoras y divertidas sobre los increíbles hombres que llevan el orgulloso título de "padres". Después de leerlas, descubrirás que no solo los bebés necesitan de sus papás, sino también los niños muy adultos.

Genial.guru te ofrece 10 historias sobre los mejores papás del mundo, compartidas por los usuarios de Pikabu y "Habitación N° 6".

  • Estoy regresando al trabajo después de la hora del almuerzo. El día es hermoso, soleado, comienzo a cantar la canción que estoy escuchando a través de un solo auricular. Entonces siento que mis pies se separan del suelo, alguien me levanta y detrás escucho un bramido: "¿Qué diablos estás haciendo aquí?". Giro la cabeza y veo el rostro de mi torturador, que me sostiene por el cogote como a un gatito. Los ojos del tipo se ponen cuadrados, me regresa gentilmente al suelo, sacude el polvo inexistente de mi chaqueta y murmura: "Lo siento, lo siento, de atrás te confundí con mi hija, ¡pensé que estaba faltando a su examen de matemáticas!". Daniela, 29 años.
  • Siempre se habla solo de las madres. Yo quiero contar sobre mi papá. Mi madre nos dejó a mi padre y a mí cuando yo solo tenía 5 años. Ahora tengo 24, y todo este tiempo mi padre me crió solo. Él me enseñó a arreglar grifos y enchufes eléctricos, a clavar clavos, conducir un automóvil y hornear pasteles. ¡Y además de papá también es mi mamá! Sabe el talle de mis pantimedias y de mi otra ropa. Sabe qué maquillaje me gusta, me aconseja qué vestido o zapatos comprar. Le puedo contar cualquier secreto o hacerle una pregunta sobre cualquier tema. Él siempre me entenderá y me ayudará. Estoy orgullosa de él. Y lo amo.
  • Mi papá es un clásico punk. Tanto en invierno como en verano usa chaquetas de cuero negro y una cresta de color en la cabeza, está lleno de tatuajes y tiene las orejas perforadas. Muchos lo miran con indignación y se preguntan qué podría un espantapájaros de este tipo enseñarle a su hija, o sea a mí. Y yo puedo decirles que ese "punk incorregible" durante toda mi infancia me llevó a los museos y a los teatros, sin fijarse en cómo la gente reaccionaba al verlo allí, me contrataba tutores y estudiaba conmigo el francés escuchando las canciones de Edith Piaf. Que aguantó pacientemente mientras yo torturaba el violín, enseñándome, paralelamente a tocar la guitarra. Que me ayudó a elegir los primeros zapatos de tacón de mi vida, que me enseñó los conceptos básicos de la defensa personal y me llevó tanto a conciertos de rock como al conservatorio musical. Ahora estoy embarazada, y mi padre está aprendiendo a tejer, para hacerle a su nieta zapatitos y bufandas abrigadas. Y yo estoy 100% segura de que mi hija tendrá el mejor abuelo del mundo.
  • Mi hija (6 años) me pregunta:
    — Mamá, ¿qué es una momia?
    Comienzo a explicar, Egipto, los faraones, etc. Veo que no entiende.
    — Pregúntale a tu papá.
    — Papá, ¿qué es una momia?
    — ¡Un hombre disecado!
    — A-a-ah, ya veo.
  • Cuando era chico, me gustaba dejarme caer sobre el hielo y que mi padre me arrastrara, sosteniéndole de una pierna. Papá se reía, decía que cuando yo creciera, él se iba a vengar. Crecí. Un día, era el cumpleaños de mi madre, me encontré con mi papá a un par de cuadras de distancia de casa para comprar un ramo de flores, ya estábamos regresando cuando papá se dejó caer sobre el hielo, me extendió una pierna y dijo: "Toma, hijo, ahora es tu turno". Y lo arrastré hasta mi casa con el ramo entre los dientes, casi se me desata el ombligo. Y papá, contento, de espaldas, no hacía más que sonreír.
  • Me dieron muchas ganas de tener un unicornio, muchísimas, hasta rompí a llorar de lo mucho que lo quería, pero no lo tenía. Papá me miró un rato, se vistió y se fue. Regresó 2 horas más tarde con un unicornio de un metro de largo bajo el brazo: blanco como la nieve, con melena y cola rosadas y ojos color lavanda. Me emocioné tanto que rompí a llorar de nuevo. Papá solo se quedó a mi lado, me dio unas palmaditas en la cabeza y me preparó una taza de té con menta, para calmarme los nervios. Y yo no podía dejar de imaginar a este intimidante militar, ¡un coronel!, arrastrando por toda la ciudad un unicornio, solo para complacer a su hija embarazada mientras su marido está en un viaje de negocios... Sé que nadie me amará tanto como mi padre. Él aún no lo sabe, pero llamaré a mi hijo Alejandro, en su honor, mi marido está de acuerdo.
  • Iba con mi padre en un autobús: yo en el asiento delantero, él un par de asientos más atrás. Se me acerca un joven y me pregunta: "¿Tu mamá no necesitará un yerno?". Yo le respondo: "no sé en cuanto a mi madre, pero sí le preguntaré a papá". Y, sin que él tenga tiempo a decir algo, me doy vuelta y grito a viva voz: "Pa, ¿necesitas un yerno?". Él, sin levantarse del lugar, contesta: "Oye, yerno, ¿cuántas flexiones puedes hacer?" - "Diez" - "¿Y abdominales?" - "Veinte, más o menos" - "¿Qué me ofrecerás por mi hija?". El joven, sin desconcertarse, le da un "Snickers". Papá abre el paquete, le da a la barra un mordisco y le tiende al joven la mano: "Acepto, mi hija ahora es tuya, eres un debilucho, por supuesto, pero ya te pondré en forma". Y así lo hizo: todas las mañanas lo hacía trotar, hacer lagartijas, flexiones, etc., y hace seis meses, en lugar de casarme con un muchacho flaquito, me casé con un apuesto hombre musculoso. Gracias, papá.
  • Estábamos por salir. Yo vestía a mi hija de seis meses en la habitación. Mi marido, ya vestido, nos esperaba en la puerta. Pronto se aburrió y, poniéndose en cuatro patas para no quitarse los zapatos y no ensuciar el piso recién lavado, se arrastró hasta nuestra habitación. Comenzó a hablar con nuestra hija, ¡y ella lo miraba con unos ojos tan llenos de amor! Le dije a mi esposo: "¡Mira cuánto te quiere! Ya quisiera saber por qué". Y mi marido, dando marcha atrás en cuatro patas, dijo en voz baja: "Porque sabe quién de nuestra familia es el más normal...".
  • Anoté a nuestras hijas en una escuela de ballet. Iban aprendiendo, todo les salía bien, y luego comenzaron los caprichos: que ya están cansadas, que es difícil, que no quieren más y así sucesivamente. Yo hablé con ellas, mi mamá habló ellas, la mamá de mi marido habló con ellas, todo inútil... que no y que no. Entonces, decidí usar la artillería pesada y les mandé a mi marido. Media hora después, silencio, una hora, una hora y media, y de pronto, un estallido de risas de las niñas y la asustada voz de mi marido que repetía: "No, de ninguna manera". Resultó que las chicas habían establecido una condición: seguirían aprendiendo si su papá también lo hacía. Se resistió durante mucho tiempo, pero bajo nuestra presión se terminó rindiendo. Ahora, 3 veces por semana, se puede ver la siguiente escena: las niñas vuelven de las clases y corren a repetir todos los ejercicios en la habitación de baile, y con ellas, en unas mallas ajustadas y camiseta de cuello alto, resopla mi gordito, un hombre de casi 100 ks, que repite todos esos pliés del ballet. Eso sí que es amor.
  • Cuando tenía 18 años, descubrí que mi padre no era mi padre biológico. Mi verdadero padre había abandonado a mi madre cuando estaba embarazada. Quedé en shock. Lloré toda la noche, pensando: "¿Por qué me pasó esto a mí? ¿No somos una familia?". Y luego comencé a recordar. Recordé cómo mi padre se quedaba conmigo hasta la una de la mañana haciendo manualidades para la escuela cuando mi madre estaba de turno en el trabajo. Recordé cómo una vez, cuando mi padre ayudaba a un amigo en el garaje, entré allí corriendo y un trozo de hierro al rojo vivo voló hacia mí... Papá lo agarró con la mano. La quemadura fue terrible, pero yo estaba a salvo. Recordé cómo me regalaba un ramo, pequeño pero hermoso, para cada uno de mis cumpleaños. Y por la mañana fui a la cocina, donde mi padre bebía café, vi aquella cicatriz de quemadura en su mano, lo abracé y le dije que no tengo, ni quiero tener otro padre. No, esta noticia no pasó sin dejar rastro. Me hizo darme cuenta de lo mucho que amo a mamá y a papá, y de lo mucho que ellos me aman a mí.

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