Cuando la vida transcurre sin sobresaltos ni sorpresas, es genial, pero algunas cosas suceden, por mucho que quisiéramos prescindir de los sobresaltos, irrumpen en nuestras vidas sin preguntar. A veces, la familia te dará una sorpresa, otras, tus amigos te dejan con la boca abierta.
Salí de casa sin el móvil. Tuve que volver. Subo y en nuestra puerta hay una belleza muy arreglada: tacones, escote... Me sobresalto: mi esposo está en casa. Decido esconderme y observarla. Mi marido abre la puerta, ella ronronea: “¡Hola!”. De repente, desde las escaleras, se oye un grito: “¡Elena, estás en el piso equivocado! La fiesta es aquí”.