14 Personas contaron sus grandes fracasos y éxitos a la hora de arreglar las cosas por su cuenta

Historias
hace 8 meses

Hay personas que tienen superpoderes: sin unos estudios especiales pueden arreglar cosas que hasta los profesionales han dado por perdidas. Por otro lado, hay gente que se cree maestra en todo, pero parece que sus manos crecen un poco fuera de lugar. En esta selección hablaremos de casos en los que la gente se ha puesto manos a la obra para arreglar algo, así como de lo que salió de ello.

  • Mi teléfono ha estado sometido a 40 grados de calor todo el día. Como consecuencia, se ha estropeado. Lo llevé 4 veces al centro de reparación, y en todas partes me dijeron que el teléfono no se podía reparar, que era más fácil comprar uno nuevo. Al volver a casa después de otro fracaso, metí el móvil al congelador con la frase: «¿Te has sobrecalentado? Pues entonces, ¡que te enfríes!». ¿Y qué pasó? Volvió a funcionar.
  • El tirador de la puerta del balcón se rompió. Llevo seis meses pidiéndole a mi pareja que lo arregle. Un día, llego a casa del trabajo y me grita: «¿No notas nada?». Me lleva a la puerta del balcón y me dice: «Ábrela». Así que la abro, y el tirador se queda en mi mano, como siempre. Le digo: «¿Eh?». Tendrían que haber visto la cara que puso. Todo lo que podía hacer era murmurar para sí mismo: «¿Cómo, cómo es eso? Acabo de arreglarlo y lo has vuelto a romper».
  • Se estropeó el váter, mi esposo fue a arreglarlo. Acabó estropeándolo del todo, rompió el espejo del baño, no limpió nada y se fue a jugar a la consola. El otro día vendrá su padre de un pueblo vecino a repararlo todo. No tengo palabras.
  • Mis padres estaban haciendo una remodelación. Papá compró linóleo y, por supuesto, decidió ahorrar dinero e instalarlo él mismo. Como resultado, el piso hizo olas. Mamá: «¿Qué es eso?». Papá: «Anda, así también está bien». Pero mamá no se conformó. Tuvimos que tirar el viejo linóleo y comprar uno nuevo. Entonces mamá encontró a un chico en un anuncio, que por 10 dólares (incluso se disculpó por el elevado precio) lo colocó. Todo quedó perfecto.
  • Mi esposo y yo hicimos remodelaciones más de una vez, pero nunca llegamos a discutir. El color del papel pintado a mi marido le importa un pepino, siempre y cuando no sea algo completamente loco, pero desde luego no voy a elegir una cosa así. En términos de trabajo confío en él y sigo a rajatabla todas sus instrucciones. Y él confía en mis ojos. Si le digo que el enchufe no está bien alineado, lo vuelve a colocar correctamente.
  • En mi familia, era costumbre usar un objeto estropeado durante mucho tiempo, quejarse del mal funcionamiento y finalmente comprar uno nuevo. Pero mi esposo es capaz de arreglar cualquier cosa. Si un electrodoméstico se estropea, por la noche ya vuelve a funcionar mejor que antes. Pero ¡cuántas ganas tengo de comprar simplemente una cafetera nueva! Una amiga me aconsejó comprar una casa de campo para renovar los electrodomésticos en el departamento. Mi esposo está de acuerdo. Dice que el garaje está lleno de aparatos útiles de sus abuelos.
  • Contraté a una mujer especializada en empapelar paredes. Me dio el presupuesto que era la mitad de mi sueldo. Lo acepté porque quería que todo estuviera perfecto en mi nuevo departamento. Mi hermano se enteró y empezó a quejarse, diciendo que yo era una vaga. Me dijo: «Será mejor que me des ese dinero a mí y yo iré a empapelar las paredes de tu casa». Rechacé su generosa oferta. Una semana después me reí a carcajadas cuando me enteré de la noticia. Mi hermano también había empezado a remodelar. Compró papel pintado caro, elaboró su propio pegamento y lo pegó todo. Y al día siguiente el papel pintado hizo olas y empezó a despegarse. Ahora solo se pueden tirar a la basura. Un avaro paga dos veces.
  • Ya tengo 50 años, y solo ahora me doy cuenta de que algunas cosas solo deben hacerlas los profesionales. Cuando era joven, intenté hacer de electricista y me electrocuté dos veces. Moraleja: contrata a expertos. © Steve Sewell / Quora
  • Mis padres compraron una casa vieja. Mi padre subió al tejado para arreglar la chimenea. Su amigo quiso ayudarlo, así que subió al ático. Pero este hombre no sabía nada de obras. Lo siguiente que vimos fue su pie saliendo del techo de la cocina. No sabía que en un ático inacabado solo se puede pisar el entramado del suelo. © Arthur Renner / Quora
  • Soy una chica, tengo 20 años. Sé hacer trabajos de albañilería, pegar papel pintado, colocar y rejuntar azulejos, arreglar la plomería. Y todo porque mi padre me llevaba a trabajar con él desde que tenía 13 años (estaba muy contenta). Y qué pesados son los hombres que no saben hacer nada en casa por sí mismos, ¡pero se ríen con escepticismo cuando hablo de mis habilidades!
  • Mi exesposo creía que podía arreglar cualquier cosa, pero solo lo empeoraba todo con sus «reparaciones». Un día tuvimos goteras en el tejado y había que alquitranarlo. Mi marido no buscó agujeros, sino que simplemente decidió echar alquitrán fundido por encima, y cuanto más mejor. Bueno, terminó de arreglar el tejado. La vida siguió, y luego nos divorciamos. Llegó el verano y empezó a hacer calor. Salgo al porche y veo que todo el techo está hundido y que gotea alquitrán fundido por las grietas. El techo estaba a punto de derrumbarse. Tuve que llamar a los expertos, quitar todo el tejado, poner uno nuevo y hacer un techo nuevo. Me costó mucho dinero. © Alison Hartough / Quora
  • En nuestra familia tenemos un viejo reloj de cuco. Un día se rompió y mi abuelo decidió arreglarlo él mismo. Desde entonces, el reloj da la hora exacta, pero el cuco no hace cucú cada hora, sino de forma completamente aleatoria. Además, siempre precede a alguna sorpresa agradable: la visita de unos amigos, un paquete, una buena noticia, un regalo, una llamada largamente esperada. Siempre me siento muy feliz cuando oigo este cuco, visitando a mi abuelo. Tengo la sensación de rozar algo mágico. Y el día siempre sale muy bien.
  • El calentador de agua de mi hijo se estropeó: la placa de circuitos dejó de funcionar. Una empresa dijo que no se podía reparar, otra que costaba tanto repararlo que era más fácil tirarlo y comprar uno nuevo. Mi hijo desmontó el aparato, quitó de allí un montón de cal y sedimentos. Sustituyó el ánodo, soldó la placa de circuitos, le puso wifi... y pum, todo funcionó. Ahora también se puede encender este calentador de agua con el móvil.
  • En aquel entonces éramos adolescentes. Mis padres nos preguntaron qué comprar: un lavavajillas o un quitanieves. Al ser chica, siempre estaba fregando platos, así que por supuesto voté por la primera opción. El deber de quitar la nieve recaía en mi hermano: naturalmente, él estaba a favor de la segunda. Nuestros padres decidieron que el quitanieves solo era necesario en invierno, así que era mejor comprar un lavavajillas. Pero un día algo en él se estropeó, y mi hermano declaró: «¡Yo puedo arreglarlo!». No me pregunten por qué mamá le dejó. Lo desmontó todo y dijo: «¡Sí, ese es el problema!». Pero olvidó cómo volver a montarlo. Siempre sospeché que lo había hecho por rencor. © Barbara Verry / Quora

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