15 Momentos en los que las abuelas se robaron el show (y nuestros corazones)

Historias
hace 3 horas
15 Momentos en los que las abuelas se robaron el show (y nuestros corazones)

Nuestras abuelas no solo son un almacén de sabiduría mundana, sino también una fuente inagotable de las historias más ridículas, conmovedoras e increíblemente divertidas. Pueden traerte papas a 500 kilómetros de distancia, regalarte la ropa interior más cómoda del mundo y alimentarte hasta la saciedad. Hemos recopilado 16 historias sobre nuestras abuelas, que parecen casi un cuento, pero que en realidad son la pura verdad.

  • Mi abuela tiene su propio “sello de calidad” para las salchichas. Siempre le da un trozo al gato para que lo pruebe. Si el gato se lo come, entonces las salchichas son buenas. Un día vino una vecina y trajo salchichas. Mi abuela, como siempre, se las dio a probar al gato. Pero la vecina gritó: “¿Qué estás haciendo? ¡Pero si este truco ya no funciona! Los fabricantes empezaron a añadir a las salchichas comida para gatos, para que todos los felinos se las comieran y confirmasen la calidad del producto”. © No todo el mundo lo entenderá / VK
  • Hacia el final de su vida, mi abuela estaba un poco confusa con sus recuerdos. Cuando tenía más de 90 años, llevé a mi nuevo novio a una reunión familiar. Durante aquella velada, se presentó, creo, ¡quince veces! Cada vez exclamaba encantada: “Oh, ¿quién es ese chico tan guapo? ¿Es tu esposo?”. E inmediatamente le agarraba las manos, repitiendo lo guapo que era. Un poco triste, claro, pero es uno de mis mejores recuerdos. Estaba realmente feliz de que hubiera encontrado un hombre tan guapo para mí. © mymywonka / Reddit
  • Por mi cumpleaños, mi abuela me regaló un brasier. Es una mujer de la vieja escuela, despreocupada por la moda, y el bra era, como pueden imaginar, horrible. Juré que nunca me lo pondría, o bien lo tiraría. Mi madre tardó mucho en convencerme para que me lo probara. Me lo puse y de repente me di cuenta de que nunca me lo quitaría. Es el bra más cómodo que he llevado nunca. ¡Mi abuela entiende de estas cosas! © Overheard / Ideer
  • Mi madre me mandó por la tarde llevarle una comida casera a mi abuela. Y resultó que su hermana llegó de visita. Abrí la puerta y aprecié la siguiente imagen: dos princesas con rulos están pintándose las uñas. Una tiene 88 años, la otra 85. Les dije: “Chicas, ¿quieren estofado casero?”. Y ellas en unísono: “¡No comemos a partir de las seis!”. Y empezaron a recitar poemas de su propia composición. © Overheard / Ideer
  • Compramos una casa e invitamos a nuestros parientes a una fiesta de inauguración. El baño está fuera, detrás de la casa. Mi abuela fue al baño. Pasaron 5 minutos, 10, 15... Empecé a preocuparme y fui por ella. ¿Y qué hizo? ¡Quitó la mala hierba en todo el camino hasta el baño! “¿Acaso tenemos que caminar sobre las ortigas?”, me dijo. © Overheard / Ideer
  • Estoy de pie en la parada del autobús, enviando mensajes a mi novio, de repente levanto los ojos y veo que una anciana me mira atentamente. Evaluando mentalmente mi atuendo, decido que ninguna de mis prendas debería causar la desaprobación de la anciana. Pero sigue examinándome. Entonces se acerca otra anciana y le dice: “¿En qué estás pensando?”. Y ella responde: “Estoy buscando una novia para mi nieto. Esa rubia no está mal”. © Podsushano / Ideer
  • Trabajo en la compañía estatal de gas. Hoy ha venido una anciana a la recepción, con un asunto que no recuerdo, pero que se ha resuelto rápidamente. Ella preguntó:
    — ¿No tengo que ir a ningún otro sitio?
    — No.
    — Bueno, ¿tal vez debería ir a otro sitio?
    — ¿Por qué?
    — Bueno, mis hijos me regalaron una pulsera de fitness y tengo que caminar 8 000 pasos al día, así que busco a dónde más ir. © AedGinvael / Pikabu
  • Cuando tenía seis años, me empezó a moverse y doler un diente. En el consejo familiar decidieron arrancármelo. Yo me resistí activamente. Decirme que me crecería un diente nuevo y mejor tampoco dio resultado. La situación la salvó mi abuela, que simplemente preguntó: “¿Quieres vendérmelo?”. Unos segundos después, ya tenía mi diente. © Vipman84 / Pikabu
  • Hace muchos años, antes de casarme con mi novia, fui a visitar a mi abuela. Por la mañana me despertaba:
    — ¡Despierta, pronto vienen las chicas!
    ¡Qué abuela tan comprensiva tengo! Me levanté, me lavé la cara y esperé impaciente.
    — Abuela, ¿qué chicas vienen?
    — ¿Cómo que qué chicas? Doña Eulalia, doña Engracia y mi prima Bernarda... © kka2012 / Pikabu
  • Nuestros vecinos de la casa de campo era una pareja de ancianos inteligentes. Él se dedicaba a la jardinería y ella caminaba con tacones, en blusas blancas con un broche. Me preguntó: “¿Vas a salir esta noche? ¿Cómo que no? Recuerda, cariño, ¡una mujer siempre debe tener una aventura mientras pueda!”. Yo tenía entonces 10 años. © Salivan / ADME
  • Soy estudiante de 19 años. Mi abuela tiene 69.
    — Abuela, ¡estás loca! Has venido a 500 kilómetros en dos trenes con un saco de papas. ¡Estarás agotada!
    — Si no te hubiera visto, me habría roto el corazón. Y las papas, solo las tomé por si acaso. © Yanina13 / Pikabu
  • Mi abuela se quejaba de la vista. Papá la llevó a la ciudad a ver a un oftalmólogo, que le pidió que leyera las letras desde lejos. Ella las nombró todas. El oculista dijo sorprendido: “Tu madre tiene mejor vista que yo”. Papá le preguntó por qué era tan mentirosa. Y la abuela respondió: “En el pueblo todas mis vecinas tienen lentes y yo no. Yo también quería unos”. © Ella Alexeeva / ADME
  • Mi abuela pensaba que yo estaba muy delgado. Solía ir siempre a comer a su casa y ella me preparaba albóndigas. Un día le pedí literalmente dos o tres albóndigas: “¡Abuela, hoy estoy bastante lleno!”. Fue entonces cuando vi tres megaalbóndigas en mi plato. Y no me extrañaría que también hubiera una gigaalbóndiga de reserva por si acaso: “¡Nieto, deja que te prepare al menos una albóndiga!”. El caso es que cada vez que me preguntaba cuántas albóndigas había que hacer, yo elegía el número en función del hambre que tuviera. Pero al cabo de un par de semanas me pareció que si le pedía que hiciera menos cantidad de albóndigas, estas aumentaban notablemente de tamaño. Así que decidí poner a prueba esa hipótesis. Adoro a mi abuela. © iKornilov / Pikabu
  • Un amigo y su madre fueron una vez a casa de la abuela de él, en el pueblo. La madre decidió planchar la ropa de la abuela y le preguntó: “¿Dónde está la plancha?”. La abuela saca la plancha, muy vieja. La madre pregunta: “¿No hay una plancha nueva?”. La abuela responde: “Sí, mira en el armario”. Mi amigo abre el armario y saca una plancha nueva. Nueva. Pero exactamente igual que la otra. De los viejos tiempos. © Artmem / Pikabu
  • Era el 80 cumpleaños de la abuela y decidimos celebrarlo. Elegimos un par de restaurantes y cafeterías y le enseñamos la lista a la abuela. Ella, tras leer atentamente la lista, rechazó uno de ellos con la frase: “Oh, no. ¡No quiero ir allí! Allí no hay pista de baile”. © Overheard / Ideer
Imagen de portada Overheard / Ideer

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