16+ Historias de lectores de Genial que consiguieron librarse de pésimos empleos

Historias
hace 2 años

Es una verdad absoluta que la mayoría de nosotros debemos trabajar. Al final, es así que ganamos con mucho esfuerzo el dinero para poder vivir y adquirir cosas, pero ¿y cuándo el ambiente laboral no es el mejor lugar para estar, con pésimos jefes y pésimas condiciones de trabajo? Así y todo, aunque necesitemos lo que él nos da, terminamos pensando en renunciar y buscar nuevos aires para librarnos lo más rápido posible del empleo en el que estamos.

En Genial.guru, reunimos diversos relatos de nuestros lectores que contaron cómo mandaron a volar sus detestables empleos para librarse de ellos.

  • El gerente donde yo trabajaba era un grosero y yo muy tranquila, hasta el día en que me puse firme. Once años de trabajo y le anuncié: “¡Renuncio!”. Él parecía no creerme, pero dije: “Me voy” y me fui de allí. Dos días después, la empleada de RR. HH. me llamó. Cobré mi salario y, hasta hoy, mi exjefe pasa delante de mí y ni me mira. Dice que yo lo “abandoné”. © Elza Clarimundo/Facebook
  • Trabajé en “cierto lugar” donde yo era la que hacía un poco de todo, y al final, me cansé. Decidí irme, ¡y no me arrepiento! Inclusive, muchos que todavía trabajaban allí se pusieron en mi contra por haber denunciado a la empresa ante las autoridades. Pero yo fui tratada con mucha injusticia. Hoy en día, el sitio cerró y mucha gente fue despedida, ¡vieron de cerca quién era quién! Detalle: no me arrepiento de nada. Hoy estoy superbién, trabajando para mí misma, vendo mis pasteles y estoy haciendo un curso de confitería. © Nívea Lopes/Facebook
  • Daba clases en un curso vocacional y el personal se enojaba conmigo porque pedía material para las clases, pues ¿cómo iba a enseñar sin nada? La gota que rebalsó el vaso para ellos fue cuando cobré los 10 USD que me estaban debiendo hace semanas. Nunca más aparecí por allí. © Makinson Agostini/Facebook
  • Trabajé 3 años en una fábrica donde me quedaba cerca de 12 horas diarias, incluso los sábados. Un día, pedí un aumento, pero tardaron dos semanas en responderme. Hasta que por fin me llamaron de recursos humanos para decirme: “No merece el aumento, el jefe no se lo va a dar”. Dije: “¿Que no merezco el aumento?”. ¡Me indigné! Entonces, pedí que me despidieran, pero el responsable de RR. HH. no quería y trató de convencerme de que no me fuera. Le dije: “Aquí, yo no me quedo más”, y me fui. Después me despidieron y cobré la indemnización. Luego, conseguí otro empleo donde me pagaban mucho mejor. © Ellenis Hashimoto/Facebook
  • Trabajé en una tienda donde era vendedora, pero en el recibo de sueldo figuraba como oficinista para no pagar comisión. Cierto día, hice una venta muy grande y la dueña de la tienda quería que fuera a atender a otro cliente, para que un compañero terminara la venta. Como no le hice caso, ella me dio un pellizcón. Me enojé mucho, pero me contuve. Le pedí permiso al cliente y fui a la trastienda desorientada e indignada. Respiré profundo, volví y terminé la venta. Después le dije a la dueña del local que no admitía aquello. Al día siguiente, ella me despidió, diciendo que yo no respetaba las órdenes, ¡di gracias a Dios! © Patricia Viana/Facebook
  • Pasé el examen y fui a trabajar a una escuela en una sucursal rural. Ni bien llegué al colegio, me mandaron a limpiar los baños. Yo aprobé el examen para cocinera y le dije al director: “Hice la prueba para la cocina, no para limpieza. Si quiere los baños limpios, las aulas barridas y lustradas y la escuela limpia, haga un pedido a la Secretaria Municipal de Educación y Cultura”. Después de tres años de pasar diferentes etapas de prueba y muchas estrategias para no limpiar la escuela, pedí la transferencia a otro colegio en la ciudad y, de vez en cuando, todavía tengo que mostrar el certificado con mis obligaciones de trabajo. © Ândrea Abrahim/Facebook
  • Me contrataron para trabajar como diseñador gráfico (estaba aprendiendo). El trato era recibir mil dólares el primer mes y, si todo iba bien, ganaría dos mil en el siguiente. En mi primer mes, hice una exposición en la ciudad vecina y nos llenamos de trabajo. Trabajamos por una semana desde las 6 p. m. hasta medianoche. Un día, llegué del trabajo y posteé en Facebook que estaba exhausto. Al otro día, la “patrona” me regañó, diciendo que estaba perjudicando a la empresa. Al mes siguiente, mis jefes confiaron en mí y me dejaron cuidando el local, pues ellos irían a otra exposición. Tuve que hacer de todo, diseñar, imprimir, cuidar que la producción no bajara, atender a los clientes personalmente y por teléfono, salir a hacer los cobros, comprar material, etc. Cuando los jefes regresaron, dijeron que tenían dos noticias para darme; la mala era que había gastado mucho material y la buena que iban a aumentarme el salario a 1300 USD, cuando lo que habíamos arreglado eran 2 mil. Entonces, les dije: “También tengo una buena noticia... Renuncio”. En ese mismo mes, conseguí otro empleo mucho mejor con el sueldo que quería. © Eneias Iennerich Kaktin/Facebook
  • Una vez, trabajé en una estación de servicio donde hacía de todo. Allí, había un aspirante a gerente que metía sus narices en todo y gustaba de mandar, aunque solo era un practicante. Un día, llegué a trabajar, me cambié y cuando fui a las bombas, me dio una escoba para que barriera el lugar. Educadamente, le dije que no lo iba a hacer porque la estación tenía personal de limpieza y esa no era mi función. Entonces, me ordenó que fuera a barrer. Le pregunté por qué y me respondió: “Porque yo te lo mando”. Le dije: “Mandabas”. Volví al vestuario y me cambié de ropa para irme. Cuando me vio, se desesperó. Le anuncié: “Voy camino al departamento de personal”. Cuando llegué allí, les conté lo ocurrido y ellos decidieron despedirlo. Les pedí que no lo hicieran, pues la que quería irse era yo. © Rosana Maria/Facebook
  • Trabajaba de cocinera para una familia, pero también había una mucama que cuidaba de la casa y de los niños. Detalle: nadie duraba más de tres meses y yo aguanté seis. La mucama anunció que estaba cansada y había puesto la renuncia, pues había encontrado otro empleo. En su último día y día de mi pago, ¡imaginen el susto!, a la que también despidieron, fue a mí, por lo tanto, exigí recibir la indemnización que me correspondía. Cuando mi jefe me dijo que estaba despedida, le dije “gracias”. Él se quedó de una pieza. Tomé mis cosas y me fui. Cuando me preguntó qué me ocurría, le dije todo lo que tenía atascado, ¡qué liberación! © Roseli Castro/Facebook
  • Trabajé en un lugar y una de las personas que trabajaba con nosotros adoraba hacer sentir de menos a los demás. Y todo el mundo, aun sabiendo que ella había provocado la renuncia de algunos colegas, se quedaba callado. ¡Pero yo no aguanté! Fui a un bazar y compré un animal de peluche, una vaquita para ser exacta. ¡Y me lancé! La vestí de la misma manera que esta persona solía vestir. La vaquita tenía todo tipo de accesorios. Todo el departamento se dio cuenta, y ella, obvio, no se metió más conmigo. Pasó un año de esto, conseguí otro empleo y me fui. Pero, ese fue el año que más tranquila estuve, porque aunque ella deseaba criticarme, no lo hacía por miedo a lo que yo pudiera hacer. Mientras, ¡me sentí vengada! © Maria Cristina Vargas Barbosa Dos Santos/Facebook
  • Trabajé en un restaurante y, desde el principio, no me llevé bien con el jefe. Soy casada y él también, siempre le dejé eso bien en claro. No soportaba cuando se me acercaba demasiado para conversar conmigo, pues tenía un mal aliento insoportable. Con el tiempo, comenzó a regañarme, insultándome sin ningún motivo. Hasta que un día, al final de la jornada, empezó a gritarme y yo le hice el mayor escándalo. Él gritaba y yo gritaba más. Las personas que pasaban por la calle se asustaban. Entonces, bajó el tono de voz y se fue. Mientras salía, yo iba gritándole atrás. Él no me despidió, pero ninguna mujer duraba en ese lugar más de 6 meses (el tipo solo contrataba a mujeres). En fin, trabajé allí por tres años. Me fui porque me mudé de vecindario y todavía seguimos siendo “amigos”, pero hasta el día de hoy dice que era un “hueso duro de roer” y una irrespetuosa. No me importa, pues yo trato a las personas de la misma manera en que ellas me tratan. © Luciana Jorge Moreira/Facebook
  • Mi último empleo fue en una clínica de cirugía plástica. Entré como consultora, pero tenía muchos desvíos de función, sin contar la manera en que los directivos me trataban. Recuerdo que una vez, poco antes de salir, la directora de la clínica me llamó a su oficina porque mis números estaban muy bajos “para el promedio” y me trató tan mal que tuve una crisis de ansiedad (me dijo incompetente y otras cosas). Ese día, mi gerente me pidió que la relevara porque la directora estaba muy estresada. Más o menos un mes después, tuve que faltar por un problema familiar y cuando volví a trabajar al día siguiente, esa misma gerente me hizo un escándalo enfrente de todos mis colegas, diciendo que yo no tenía que siquiera haber ido si era para hacer drama y lloriquear por toda la empresa. Encima, me puso una advertencia. A la semana siguiente, puse la renuncia y no me arrepiento ni un poco. © Carol Cervantes/Facebook
  • Trabajé con un tipo que, una vez, se equivocó en los números de un informe. Cuando traté de corregirlo, golpeó con fuerza en la mesa para intimidarme. Contuve las lágrimas y me mantuve firme. Hoy, gracias a Dios, ya no trabajamos juntos. © Veve Marins/Facebook

¿Qué ha sido lo peor que te ha pasado en un empleo? ¿Cómo lograste superarlo? ¡Cuéntanos!

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