17 Historias de expertos en sorprender con regalos inesperados

Historias
hace 4 horas

Un regalo absurdo o divertido puede llegar en cualquier celebración, ya sea un cumpleaños, Año Nuevo o una boda. Sin embargo, en un día cualquiera, un obsequio así podría resultar bastante apropiado, como los 9 kilos de detergente que una usuaria de internet recibió. Esta y otras historias las encontrarás en nuestro artículo de hoy.

  • Mi esposo no sabe elegir regalos. En cada Navidad, por alguna razón, elige una “temática” específica. El año pasado fueron ropa interior y camisetas, aunque la mayoría no me gustó realmente. El año anterior, me regaló ¡7 conjuntos de pijamas! Además, me ha dado una pila de libros de cocina, aunque no los uso para nada. Siempre parece no saber qué regalarme, y constantemente le doy pistas. Pero lo amo mucho, porque en todos los demás aspectos, es perfecto. © Ok_Estate_7315 / Reddit
  • A los 14 años adoraba leer. Soñaba con recibir para mi cumpleaños un nuevo libro de Harry Potter, algo propio y no tener que esperar en la fila para que un compañero me lo prestara. Llega el gran día, y mis padres me regalan unos pendientes de oro con forma de pez. ¡Ni siquiera tenía las orejas perforadas! Es difícil describir lo decepcionada que me sentí, pero mi madre logró empeorar las cosas diciendo: “Si no te gusta, me los pondré yo”.
  • Mi hija me sorprendió en mi cumpleaños de diciembre. Me regaló un enorme set de chocolates artesanales, preciosos y decorados de forma espectacular. Sin embargo, no pude ni probarlos; me dio asco al pensar que los habían hecho a mano. Así que los pasé como regalo de Año Nuevo a mi jefa, quien los devoró con entusiasmo. Mientras tanto, yo disfruté mi té con un chocolate sencillo.
  • El novio rico de mi amiga le regaló un coche. Ella le preguntó si podía venderlo, y él aceptó. Con el dinero, compró un horno, alquiló un local y abrió una pizzería. Ahora, él ya no tiene su fortuna, pero la pizzería sigue funcionando hasta el día de hoy.
  • Mi undécimo cumpleaños fue inolvidable por el regalo de mis amigas. No planeaba celebrarlo, pero ellas llegaron a la entrada de mi edificio para felicitarme. Salí emocionada y me dijeron: “Cierra los ojos y extiende las manos”. Lo hice, y sentí algo cálido y que se movía. Abrí los ojos y solté un grito: sostenía dos ratas blancas con ojos rojos, que chillaban y arañaban mis manos. Mandé a mis amigas de vuelta a devolver los animales a la tienda. Mejor me hubieran comprado un chocolate.
  • A los 16 años quería un collar de jaspe. Lo vendían en una tienda cerca de casa: no era bisutería de plástico, pero tampoco joyería cara, simplemente una cadena con algunas piedras en el centro. No era muy costoso, pero no tenía suficiente dinero para comprarlo. Lo pedí como regalo de cumpleaños y esperé con ansias. Al final, recibí unos pendientes de ámbar en forma de esferas enormes, como muñecos de nieve, con un diseño sobrecargado y nada bonito, más adecuado para una mujer adulta. Mi mirada de sorpresa fue respondida con: “¡Pero esto es más caro!”.
  • Una Navidad inolvidable. Cuando era pequeña, mis padres me llevaron a una fiesta navideña en el trabajo de mi papá. Había muchos niños, un Papá Noel y todo lo típico. Como era pelirroja, llena de pecas y llevaba un disfraz de Caperucita Roja, Papá Noel se fijó en mí y me dio un regalo. Pasé toda la fiesta intentando descifrar qué era, hasta que mis padres me explicaron: era un afilador de cuchillos. ¡Qué regalo tan especial para un niño! Todavía me pregunto quién tuvo la brillante idea de comprar algo así.
  • Un regalo inesperado de mi gato. Cuando tenía 7 años, mis padres me dejaron adoptar un gato. Un día, mi papá me llamó emocionado diciendo que había un regalo para mí. Corrí a buscarlo por toda la casa: no estaba en el pasillo ni en la cocina. Mi papá me animó: “¡Busca mejor!”. Finalmente, encontré el “regalo” en la caja de arena del gato, un “detalle” que tenía que limpiar. A partir de ese momento, usaron mi ingenuidad unas treinta veces más para limpiar la caja. Desde entonces, la palabra “regalo” me pone los pelos de punta.

“A mi esposo le regalaron en el trabajo un tapiz con un tigre. En un marco dorado. Cuesta una fortuna, habría sido mejor que le dieran el dinero en efectivo. Ahora lleva cinco años guardado detrás del sofá”.

  • Esto ocurrió hace unos 30 años. Era finales de enero, y mis padres estaban celebrando sus cumpleaños, ya que solo tienen una semana de diferencia. Así que se organizaba una fiesta para ambos. Estábamos disfrutando la celebración cuando apareció mi abuela y declaró: “¡Les compré el mejor regalo! Tenemos que ir a descargarlo inmediatamente”. Todos se quedaron sorprendidos. Tras interrogarla un rato, confesó que había pedido un camión lleno de abono como regalo para la casa de campo, pero que no tenía suficiente dinero para pagar todo, así que mis padres tendrían que cubrir la mitad del costo.
  • Cuando cumplí 9 años, mis padres me regalaron los libros Resurrección y La casa de hielo. La verdad es que había otros regalos “normales”, pero ¿por qué añadir estos libros? Más tarde me enteré de que, en tiempos de escasez, mi papá los había conseguido a través de una sociedad de amantes de los libros. ¿Pero por qué incluirlos como parte del regalo? En fin, pensé que La casa de hielo era un cuento infantil, pero lo dejé a medio leer. Resurrección lo abrí unos seis años después, cuando lo mencionaron en la escuela… y lo cerré rápidamente.
  • Mi suegra cree que el mejor regalo para una mujer es el oro. Por eso, mi esposo creció con la misma idea y durante los primeros años siempre me regalaba oro en cada celebración. Sin embargo, aunque uso joyas, no me gustan esos regalos. Prefiero elegirlas yo misma según mi estilo, y las que uso las llevo siempre puestas, así que las demás están tristes acumulando polvo en un cajón. A mi esposo le costó mucho creer que no estaba siendo modesta, sino que realmente prefería “una cosa útil para la casa”.

Me regalaron una piña en una maceta. Lo hicieron con la mejor intención, ya que tengo muchas plantas en casa. Ahora estoy buscando en internet cómo cuidarla. No es el peor regalo, pero sí uno innecesario y que requiere trabajo.

  • Nunca logré llevarme bien con mi jefa. Un día noté que en su oficina tenía una colección de figuritas de LEGO. Para la siguiente celebración le compré un set completo con seis figuras. Se lo entregué entusiasmada, pero ella lo miró y me dijo: “Buen intento, pero ya tengo todas estas. Puedes quedártelo”. Ese día, triste, me senté en mi escritorio a armar el LEGO. Al final, no logré conectar con ella.
  • Recientemente, celebré mi cumpleaños rodeado de las personas más cercanas. Todos trajeron regalos: Ana me dio un set de cuchillos, Sandra me regaló un cuadro, Daniel un juego de vasos con grabado, Karina una camiseta con un gatito adorable, y Nadia una percha para sombreros. Agradecí que vinieran, que se acordaran de mí, y la pasamos muy bien. Sin embargo, es en tu cumpleaños cuando te das cuenta de cuántas cosas inútiles hay en el mundo.
  • Miren esta aberración. La he cosido como cien veces porque siempre se rasga en algún lado, le he rellenado el cuello porque la cabeza se cae, y el corazón se le ha desprendido varias veces, así que lo he vuelto a pegar. Además, está todo torcido y desproporcionado. Me irrita mucho. Lo peor es que costó bastante. Con ese dinero se podría haber comprado algo más decente y útil.
  • Ella tiene la peculiaridad de que no acepta dinero como regalo, pero tampoco dice qué le gustaría recibir. Simplemente, te deja adivinar. Sus amigos solían regalarle cosas típicas: vajilla, cosméticos, textiles. Sin embargo, a mí no me gusta esa actitud de "adivina qué quiero", así que mis regalos han sido: un ukelele, unas botas de goma para pescar, una funda para el volante de color verde lima y 9 kilos de detergente. Pronto será su quinto cumpleaños en la empresa, y esta vez la espera un taburete de diseño.
  • Una amiga vino de visita desde el norte y se quedó en nuestra casa. Trajo como regalo un tarro de caviar rojo. Por supuesto, me sorprendió y le presumí a mi esposo. Decidimos guardarlo para Año Nuevo, ya que para nosotros es algo muy costoso. A la mañana siguiente, entré en la cocina y encontré a mi amiga comiendo sándwiches con caviar. ¡Ya se había comido un tercio del tarro! Me sentí decepcionada, pero no dije nada.
  • Mi esposo me dijo: "Te tengo un regalo increíble, pero hay una condición para recibirlo".
    La condición era no usar el teléfono durante una semana. Como pude, aguanté, pensando que el regalo sería espectacular. Pero al final, mi querido esposo me dio un frasco de perfume que detesto y declaró: “Al menos te liberaste de las redes sociales”.

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