18 Cosas que molestan tanto como usar tacones a las mujeres de más de 30

Psicología
hace 1 año

Cumplir treinta, por alguna razón, se siente como un gran logro, porque sobrevivir a los veinte es todo un reto en sí mismo. Esos años pueden sentirse como un torbellino, puesto que nos la pasamos descubriendo quiénes somos, cometiendo errores, ascendiendo en la escala profesional y simplemente viviendo a prueba y error. Cumplir treinta años puede darnos una sensación de confianza más increíble. Y, en este sentido, esa novedad puede darnos la oportunidad de plantearnos nuevas metas, reflexionar sobre la vida y sentir más libertad para tolerar menos cosas y aprovechar más nuestra energía. Aquí hay algunos ejemplos de eso.

¿De qué otras cosas están hartas las mujeres y que con el paso del tiempo toleran cada vez menos?

  • Ropa incómoda. No nos engañemos; por muy linda que sea la ropa, si no es cómoda, no vale la pena. Casi que no podemos creer que en nuestros veinte hayamos aguantado los dichosos jeans a la cadera solo para sentirnos en tendencia. Ahora, ¿quién no ha deseado comprar pantalones de maternidad solo para poder sentirse a gusto? ¡La comodidad primero, siempre y para siempre!
  • Estar rodeada de gente con la que no quieres estar. Es difícil y agotador fingir. Después de los treinta, una tiene que enfrentar el hecho de que no toda la gente es agradable y que, por lo tanto, no deberíamos sentirnos obligadas a estar donde no queremos. Necesitamos que las personas que estén en nuestras vidas sean realmente importantes y valoren nuestra amistad. Sin dramas.
  • Amistades falsas o hipócritas. Para tener amigos “escamosos” o que hacen comentarios “bien intencionados”, los cuales, en el fondo, son hirientes, mejor no tenerlos. A estas alturas, necesitamos amistades que nos respeten, se preocupen y se interesen genuinamente en nosotras.
  • Hombres. Sin malinterpretaciones: a veces, los varones nos sacan de nuestro centro. Algunos nos tienen miedo porque somos inteligentes y poderosas, así que preferimos invertir nuestra energía y nuestros deseos de interactuar en cosas que nos hagan sentir plenas antes que en caballeros que exigen mucha de nuestra atención y paciencia.
  • Tener un fin de semana de solo dos días. Dos días de fin de semana no son suficientes, ¿cierto? Sobre todo si dedicamos un día a la casa, a hacer la compra o simplemente a no querer hacer nada. Necesitamos algo así como un “sabamingo” que nos dé vida extra para que el descanso nos rinda.
  • Que alguien interrumpa tu paz mental. El tiempo se va tan rápido. Antes de darnos cuenta, ya no estaremos en este mundo. Entonces, ¿por qué perder nuestro tiempo aquí, preocupándonos por otra cosa que no sea nuestra felicidad si no impedimos la de nadie más?
  • La agresividad pasiva. Lo dices o no. Las mujeres queremos que los demás comuniquen sus necesidades directamente, usando palabras adultas. Nada de suspiros pesados o resoplidos enojados alrededor de cada esquina de la casa. Dígannos qué les sucede para que podamos resolver el problema de manera productiva o, si eso no es posible, al menos establecer un límite. Es decir, no golpeen los gabinetes ni pongan los ojos en blanco, solo dígannos qué les molesta.
  • Yo hago mi propio dinero, gracias. Sí, puedo ganar buen dinero, y no necesito agregar un hombre para poder limpiar y cocinar para él... sin duda, es menos trabajo.
  • La comida mala. La comida no debería ser solo frituras y refrescos. Ahora sabemos que esta debe nutrirnos y proporcionarnos bienestar. Así que, por favor, dejen de ofrecernos la pizza recalentada del jueves.
  • Usar sostén todo el tiempo. Ninguna mujer puede negar lo reconfortante que es llegar a casa y botar el brasier. Honestamente, la comodidad puede transformar nuestra vida. Incluso, algunas mujeres prefieren usar sostenes deportivos; en realidad, funcionan bastante bien, dan buen soporte a la espalda y son más cómodos. ¡Gracias a quien los inventó!
  • Estar exhausta. Algunas veces, estamos tan cansadas que creemos que no podemos más. Romántica, personal, social, profesional, mental, espiritual, emocional y físicamente... estamos agotadas. Hay días en que no nos queda nada para nosotras. Déjenos descansar tantito.
  • Los apodos infantiles. De verdad, hombres: somos mujeres adultas. No necesitamos que alguien nos diga “niña” o “muñeca”. No nos gusta ser infantilizadas. Quizá podrían preguntarnos desde el inicio cómo nos gusta que nos llamen.
  • La depilación. Admitámoslo de una buena vez: depilarse es horrible. No importa qué tan bien lo hagamos, siempre tendremos vello crecido después. Incluso si conseguimos una de esas maquinitas de afeitar elegantes... pasamos demasiado tiempo tratando de cumplir con las expectativas que nos impone la sociedad.
  • La gente egoísta. No hay nada peor que las personas que son groseras y, encima, solo piensan en sí mismas. No queremos perder el tiempo y quedarnos con quienes tienen comportamientos egoístas. Esta vida ya es lo suficientemente salvaje y ruda. Un poquito de empatía, ¿sí?
  • Discutir con personas que no tienen intención de cambiar o escuchar. Sí, y a veces son nuestras parejas, padres o compañeros de trabajo quienes nos crispan los nervios. Pero no tiene sentido discutir con alguien que no tiene suficiente intención de al menos escucharnos y comprender que nuestro punto de vista es válido.
  • Ir a fiestas que comienzan a las 10 p. m. Si tu fiesta no comenzará a las 3 p. m., simplemente no iré. No lo tomes a mal, pero probablemente mañana trabajaré medio día, o solo querré descansar bien en la noche y ponerme mi mascarilla de colágeno. Un desvelo, a esta edad, ya es irreparable.
  • Cuidar a todo mundo. ¿Por qué creen que la labor de cuidado solo nos corresponde a nosotras? Es decir, si no es con los hijos, es con un esposo, con los padres o incluso con nuestros amigos. A veces, todo mundo quiere que lo cuidemos. Pareciera que no nos pueden ver solas, felices, con nuestra independencia.
  • No dormir lo suficiente. Algunas veces, nos quedamos despiertas hasta tarde para hacer las cosas que no pudimos hacer durante el día. Sin embargo, hay un momento en la noche en que nuestro cerebro deja de funcionar. Podemos pasar hasta 3 horas tratando de escribir un correo electrónico. Pero aquí hay un consejo: es mejor dormir esas 3 horas más y terminar ese correo electrónico en 10 minutos por la mañana.

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