Que bonita historia la de la mariposa tropical :)
19 Historias motivadoras que devuelven la fe por lo mejor, y lo más importante, en uno mismo
Todos tenemos esos momentos cuando nos sentimos frustrados y queremos tirar la toalla. Pero un rayo de esperanza, que inspira y aporta fuerza, puede llegar a ser una sonrisa o la intervención de un extraño, una llamada repentina de un viejo amigo o un regalo inesperado de tu querido abuelo.
Genial.guru se inspiró en historias de usuarios compartidas en las redes sociales. Complace saber que las personas se fijan en lo bueno y lo comparten. Y aún más agradable, escuchar estos relatos en primera persona.
- Yo trabajo como organizadora de bodas. En toda mi carrera profesional he preparado muchas celebraciones memorables. Pero mi favorita, que siempre recuerdo con asombro y una sonrisa, sucedió el año pasado. Una pareja adinerada decidió invitar a su enlace a niños de orfanatos. En total, 258 huérfanos acudieron a la fiesta: bailaron, jugaron, comieron todo lo que pudieron, fueron entretenidos por sus ídolos de juventud. Los novios recibieron los deseos más sinceros del mundo y 258 hermosas postales hechas a mano. Después de la boda, lloré de alegría.
- Rompí con mi chico. Vivía en su departamento y él me echó sin tan siquiera darme tiempo a encontrar otro alojamiento. Estaba en la oficina, tratando de contenerme, pero lágrimas traicioneras caían por mis mejillas. Pese a eso, todos mis compañeros, incluso con los que me llevaba muy bien, hicieron la vista gorda. Entonces vino mi jefe, me llevó fuera del despacho y me preguntó por lo sucedido. Me propuso, mientras tanto, vivir en su casa. Fui con todas mis pertenencias y allí estaba su esposa. Él se lo explicó todo, pero ella frunció el ceño. Me preparaba para pasar la noche en una estación de tren. Pero, de repente, ella soltó con brusquedad: “¡Qué tipo tan sinvergüenza!” Me quitó mis cosas de las manos, me dijo que fuera a tomar una ducha y después, en la cocina, me sirvió el té y se convirtió en mi paño de lágrimas. Tardé solo una semana en encontrar un nuevo alojamiento. Gracias a estas personas recuperé la fe en la humanidad.
- Cuando mi hermano tenía 7 años, yo le leía a Harry Potter. Él practicaba karate y se preparaba para una competencia, llorando de miedo. Le preparé una “poción de la buena suerte” con su jugo y le mentí diciéndole que en el libro no inventaron la poción, sino que embellecieron la realidad (como ocurrió en el caso de la cerveza cremosa). Un mes más tarde, comenzó a pedirme la “poción” todos los días. Me empecé a preocupar, le di una charla sobre creer en uno mismo, pero él me dijo que era para su amiga. Le hice el último frasco y me dejó tranquila. Y luego me topé con su amiga, acompañada de su madre, quien se había sometido con éxito a una operación complicada. ¡"Felix Felicis" no defraudó!
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Siempre creí en la honestidad, pero mi mejor amigo, por el contrario, en todo trataba de encontrar alguna trampa. Una vez, paseábamos por una zona residencial de mi ciudad, una joven se nos acercó pidiendo dinero: nos dijo que era de India, llegaba tarde a tomar el avión, el taxi la llevó a un lugar equivocado, además de haber perdido su tarjeta de crédito y el teléfono. Le di dinero para el taxi y un poco más para que llegase bien. Le apunté cómo podía encontrarme en Facebook y se fue. Mi amigo dijo que yo era ingenuo y que aquello era una estafa. La joven resultó ser sincera, de una familia adinerada, me devolvió el dinero y me invitó a hacerle una visita corriendo con los gastos del viaje. Iré en avión.
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Estaba celebrando el Año Nuevo con mi familia. Me regalaron el iPhone que quería desde hacía mucho tiempo. Me sorprendió mi abuelo de 90 años. Tras escuchar las campanadas, me entregó una pequeña caja negra. Al tomarla entre mis manos, pensé que estaba completamente vacía. Pero mi abuelo me dijo que la abriera con cuidado. Quité la tapa y, de repente, ¡una brillante mariposa tropical salió volando! Mi abuelo me deseó que tuviese un año igual de hermoso y ligero que esa mariposa y, guiñando un ojo hacia el iPhone, me recordó que lo más importante en la vida no tiene precio. Lo recordaré para siempre.
- La profesora de informática en mi escuela era una fanática de su asignatura, obtener una buena calificación resultaba imposible, durante las clases era muy incisiva. A mi compañera le predecía un futuro miserable porque no era capaz de dibujar una casa en BASIC, ni tampoco contar correctamente en diferentes sistemas numéricos. Pero a los 16 años, se mudó con su familia a Estados Unidos, donde, mientras estudiaba en la escuela, se dio cuenta de que quería ser programadora. La inspiraron sus maestros de allí. Ingresó en la universidad. Se licenció. Ahora es empleada de Apple.
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A mi amigo de 41 años, de repente, le invadieron las ganas de ganar una medalla y comenzó a correr. Recibió una, otra, la quinta, la décima, y se involucró tanto que ahora no se pierde una sola maratón, triatlón y otras pruebas, incluidas las benéficas. Él inspiró tanto a su alrededor con su energía que todos en nuestro círculo de amigos comenzamos a practicar algún tipo de deporte. Se dice que un mal ejemplo es contagioso, pero sucedió al revés.
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Mi primer marido era gordo y feo, ganaba poco y le encantaba beber, pero tenía carisma, era creativo y romántico. Tras divorciarme, decidí elevar el listón y buscar que también fuera atractivo y que ganara no menos que yo. Tras 7 años de búsqueda lo encontré: guapo, inteligente, con un increíble sentido del humor, me lleva entre sus brazos, gana lo suficiente para los dos. Y no hay ningún truco en esta historia. Simplemente, cada persona es digna de la felicidad y tiene derecho a que la traten bien.
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A mis 29 años, pasé por mucho. Mi querido esposo fue condenado injustamente. Su madre nos echó, a mí y a nuestra hija, fuera del departamento. Mi pequeña ingresó en el hospital con una fractura en la columna vertebral: una capa de hielo le cayó del techo. Perdí un trabajo prestigioso por recortes en la plantilla. Y todo eso pasó en 3 meses. Pero me negué a tirar la toalla. En 2 años hice que mi hija volviese a caminar y ahora corre, salta, todo va bien. Conseguí la absolución para mi esposo y que recuperase su empleo. Encontré un buen trabajo. Logré que mi marido y su madre se reconciliaran. Suponemos que somos chicas frágiles, pero somos capaces de mucho si realmente lo deseamos.
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Vivo en una ciudad pequeña, trabajo de cajera en una tienda de alimentos, solo cursé los estudios obligatorios. Hace un año, tenía la apariencia de una chica típica de aldea con vestimentas deportivas de imitación del mercadillo, con exceso de peso, un lápiz labial rosa y el cabello “amarillo”. Y entonces apareció en nuestra tienda un cliente habitual: un hombre inteligente de unos 40 años con una voz encantadora y de talante alegre. Constantemente me hacía cumplidos, me contaba historias divertidas, era muy amable y afable. Un día me preguntó sorprendido por qué yo no me quería a mí misma. Tras oír sus palabras, una luz se encendió en mi cabeza. Renuncié a la comida basura, bajé notoriamente de peso, mi piel mejoró ostensiblemente. Me teñí el pelo de castaño claro, compré el primer vestido camisero de mi vida y comencé a correr por las mañanas. También voy ahorrando un poco de mi sueldo, inicié mis estudios para convertirme en profesora de inglés. Mi jefe, observando toda la evolución, acabó ascendiéndome hasta el puesto de encargada de mercancías. Tan solo una pregunta por parte de una persona poco conocida y su actitud compasiva hacia mí cambiaron drásticamente mi vida, la cual yo misma había estropeado.
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Accidentalmente envié a mi empleador un archivo erróneo: en vez de un informe, adjunté una parte de un libro que comencé a escribir hace poco. Cuando me di cuenta, me disculpé y le mandé aquello que tenía que mandar. Pero, una semana después, mi jefe me llamó diciéndome que había concretado una reunión con una editorial y que esta estaría encantada de hablar conmigo sobre una posible publicación de mi libro una vez estuviera terminado. Simplemente, no doy crédito a tanta suerte.
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Vivo cerca de una estación, por lo general, abundan las personas sin hogar y mendigos. No suelo dar dinero a nadie porque sé que lo gastarán en bebidas alcohólicas. El otro día un hombre se me acercó. Ya me había preparado para rechazarlo y oír sus maldiciones, pero tan solo me pidió que le comprara una empanadilla. Dijo que tenía hambre. Le compré un menú caliente en una cafetería y cubiertos desechables. Probablemente, él esperaba algo de este tipo pero... Aquel día, una persona, por cierto tiempo, se sintió feliz. Era yo.
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Yo tenía 22 años y ella 17. Era un chico normal, cuya vida era tranquila hasta que ella apareció. Ella terminaba la escuela, su último año, no se preocupaba por su futuro y estaba aprovechando su vida. Pero conseguí mirar debajo de su “velo oscuro” para ver a una niña bondadosa y pura, que debido a una complicada relación con su madre y su padrastro, eligió semejante camino. Un día, fui a su casa y vi cómo la trataba su padrastro, mientras su madre prefería sacrificar a su hija por una buena relación con este. Su hija solo percibía insultos y nada bueno, por su naturaleza amable, le resultaba casi imposible de soportar. Pasamos toda la noche conversando y me di cuenta de lo mucho que empecé a amarla. Me prometí entonces hacer todo lo posible por sacarla de allí. La ayudé a prepararse para los exámenes, juntos escogimos una universidad juntos, ella se abrió a mí y me leía sus poemas. Después de la graduación, la llevé conmigo a pesar de los gritos de su madre y las amenazas de su padrastro. Ingresó en la universidad; en su tiempo libre escribía poesía en casa en vez de juntarse con dudosas compañías. Logró establecer una relación maravillosa con mi madre, pero al mismo tiempo, entre nosotros no habían salido palabras vinculadas a los sentimientos: decidí no presionarla con ellos. Un día, ella se despertó antes que yo. Preparó un delicioso desayuno y me regaló un poema de 5 folios, en el que me confesaba sus sentimientos. ¡Qué feliz me sentí! Ya llevamos 3 años juntos, una joven complicada se convirtió en una novia maravillosa y cariñosa.
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Hace poco me fijé en un anciano en el paso subterráneo, que vendía libros. Parecía tan deprimido que no pude resistirme, por lo que decidí comprarle algo. Me puse a hojear sus títulos y me di cuenta, con horror, de que conocía todos estos ejemplares y quienes los vendía era su propio autor, un escritor de nuestra pequeña ciudad. En sus colecciones se encuentran muchos poemas y relatos sobre la cultura y la historia de nuestra región, que tanto me encantaban en mi infancia. Lo recordé como un hombre con bondadosos ojos, que a menudo visitaba nuestra biblioteca en la escuela y cada vez regalaba un ejemplar de creación propia. Recité de memoria varios poemas suyos. Y sus ojos se llenaron de lágrimas. Le pregunté qué le había sucedido. Resultó que lo echaron de la editorial con el pretexto de que necesitaban un enfoque joven y fresco. Y él ya no sabe hacer nada salvo escribir. A través de mis amistades, pude ayudarlo a conseguir un trabajo en la redacción de un buen periódico. Ahora, cada vez que veo los artículos con su firma, me inunda la felicidad. Es necesario estar más atento a los demás. Tal vez, ahora mismo, alguien a tu lado te necesita.
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Quiero compartir con ustedes un verdadero milagro navideño. Trabajo en un importante centro de lucha contra el cáncer. Nos trajeron a una anciana: cáncer, terminal. Llegó sola en una ambulancia, sin familiares. El médico la examinó y comenzó a prepararla para trasladarla a un centro de cuidados paliativos, tratando de informarle con tacto de que le quedaba no más de un mes de vida. Estuve presente en esta conversación y me quedé sorprendida cuando esta anciana débil atacó al médico casi con los puños, gritando: “¿Pero qué diablos me estás diciendo, loco?” Resultó que ella tenía 85 años y sola criaba a tres niños pequeños. Su hijo y su nuera habían fallecido en un accidente varios años atrás y su nieta dejó a los pequeños a la abuela y se mudó a EE.UU.. Los niños, en ese momento, estaban al cuidado de una vecina. En pocas palabras, la anciana informó que ella se negaba categóricamente a morir, que no podía, bajo ningún concepto y que simplemente estábamos obligados a ayudarla. Levantamos las manos sintiendo que nada podíamos hacer. Pero ella mantuvo firme su posición. Se negó ir al centro específico, hacía ejercicios por las mañanas, organizó algo parecido a un club de intereses en la planta de oncología: tras un par de días ya conocía a todos los pacientes. Y por lo visto, realmente no pensaba morirse. Como resultado, en la fiesta de Navidad del centro, se tomó la decisión de operar a esta anciana “sin esperanzas” y aplicarle quimioterapia. ¿Y qué crees qué sucedió? Una semana más, tras la operación, corrió por las plantas, canturreando algo, cuidando a los pacientes en las camas, leyéndoles libros en voz alta. Y un mes después, todo el departamento se despidió de ella: volvía a casa. Y no podíamos contener las lágrimas cuando en la habitación entraron corriendo sus bisnietos, llenándola de abrazos y besos y contando que todos juntos habían escrito una carta a Papá Noel pidiéndole solo una cosa: que les devolviera a su amada abuelita. Y la abuelita se levantó, recogió sus pertenencias, abrazó a cada uno de nosotros y para despedirse nos dijo que absolutamente todo está en nuestras manos y en ningún caso tenemos el derecho a rendirnos, sin importar cuán desesperada nos parezca la situación. ¡Y este fue el regalo más maravilloso de Año Nuevo de toda mi vida!
- En mi juventud tenía malos hábitos, me saltaba las clases e ingresé en la universidad de aquella manera. Mi vecina en una residencia de estudiantes era una joven de una familia culta. Un día, sus padres vinieron a visitarnos y me invitaron a tomar el té. Su padre empezó a conversar conmigo con confianza diciendo que podría ser mejor. En realidad, siempre me habían faltado palabras de apoyo como estas. Después de una conversación de 2 horas, me sentí totalmente renovada. Me deshice de los malos hábitos, comencé a estudiar y cambié mi círculo de amistades. Todos pensaban que sería algo pasajero. Si no hubiera existido esa conversación, no sería lo que soy ahora. Aquella joven ingresó en otra universidad en el extranjero, no volvimos a vernos, pero estoy inmensamente agradecida por aquella charla y el té con pastas.
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Mis vecinos forman una familia con alto poder adquisitivo. Pero el dinero no les afectó negativamente. Ayudan a una anciana solitaria que vive en nuestro edificio. Con frecuencia, se encargan de animales abandonados, los curan y les buscan buenos amos. Sin pedir nada a cambio, ayudaron a una madre soltera cuando su hijo ingresó en el hospital con una enfermedad grave. Si hubiera más personas como ellos, nuestro mundo se convertiría en un lugar maravilloso.
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Desde mi infancia escribo poemas, algunos publicados por diferentes editoriales, actúo en presentaciones, concedo entrevistas, tengo mi propio pequeño club de fans, es decir, conseguí cierto éxito. Pero nunca antes me había sentido tan orgullosa como una vez, en la cafetería, cuando el mesero me trajo la cuenta y dentro había una nota suya con uno de mis poemas y palabras de gratitud por inspirarle.
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Tras 8 años de matrimonio y con la hipoteca ya pagada, supe que mi esposo me era infiel. Ni siquiera lo negó, me propuso el divorcio, proponiéndome dividir nuestro gran piso bien reformado de 2 dormitorios del siguiente modo: para él, un departamento pequeño de dos dormitorios en una zona menos prestigiosa y para mí una habitación en un piso compartido. Todo porque su amante estaba embarazada y necesitaban de más espacio, mientras que yo, en todo caso, estaba sola. Y además porque, principalmente, pagábamos la hipoteca con su sueldo y el hecho de que con el mío comíamos, viajábamos y comprábamos ropa no contaba. Prometió llevar el caso al juzgado y, mientras tanto, trajo a su querida a nuestra casa, el hogar que yo había cuidado con tanto amor. Tras eso, un día me senté en un banco sollozando. Un hombre bien vestido se sentó a mi lado y, desesperada, decidí contarle mis penas. Me propuso una opción loca. Por un tiempo, fui a vivir a casa de mi amiga y le dejé a él y sus 4 amigos vivir en una habitación. No sé qué sucedió allí, pero una semana más tarde, mi esposo vino a verme diciéndome que estaba dispuesto a dejarme el piso a cambio de ¡1 500 USD! Nos divorciamos pacíficamente, le entregué el dinero y vivo en mi departamento. A aquel hombre lo vi después una sola vez. Me regaló una cadena como recuerdo diciéndome que no le tuviera miedo: no quería nada de mí, simplemente me ayudó porque, entre los suyos, no es habitual engañar y ofender a las mujeres. Me deseó felicidad y desapareció.
Y a ti, ¿qué te ha ayudado en aquellos momentos difíciles de tu vida para creer en algo mejor? Comparte con nosotros tus reflexiones en los comentarios.
Comentarios
Me encantó la historia del anciano que escribía y vendía libros.
Estas historias hacen ver que siempre hay gente buena a nuestro alrededor.
Preciosa la poción de Harry Potter para la buena suerte, los niños son siempre tan geniales...
Historias que dejan una sonrisa!