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20 Historias de actos de bondad vividos por lectores de Genial que nos llenaron de esperanza por un mundo mejor
Hay un dicho que dice “haz el bien y no mires a quién”. De hecho, el mundo sería un lugar mucho mejor si todos hiciéramos el bien, independientemente de cualquier cosa. Podríamos perder cualquier objeto con la certeza de que lo recibiríamos de vuelta, y sabríamos hacer lo propio si nos encontramos las pertenencias de otra persona.
Sin embargo, el mundo y las personas no son perfectos, por lo que todavía nos sorprende mucho cuando somos testigos de un acto de bondad. El sentimiento de gratitud es indescriptible, ¿no te parece?
En Genial.guru, nos encantan las historias que terminan con un final feliz, hermoso y lleno de gratitud. Es por esto que hoy hemos decidido compartir contigo algunas de las historias más bonitas que nos han enviado nuestros lectores.
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La primera vez que mi hijo viajó con su grupo de Boy Scouts fue a Washington. Al segundo día, perdió su billetera con el dinero que llevaba y sus documentos. Cuatro días después, recibimos un paquete por correo: era su billetera, y estaba intacta. Quien la encontró tuvo la amabilidad de enviarlo a la dirección que figuraba en la identificación de mi hijo. Intentamos varias veces ponernos en contacto con la persona que la envió, para al menos reembolsar los gastos de correo, pero nunca nos respondió. © Rosana M. Oliveira / Facebook
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Un día, una señora que acababa de donar sangre estaba llorando, y decía que el lugar donde la habían pinchado le dolía; sin embargo, el asistente de la farmacia del hospital dijo que no tenía medicamentos para aliviar el dolor. Entonces me acerqué y le pregunté si podía ayudarla. Tenía un botiquín de primeros auxilios en mi bolso. Saqué algunas cosas de ahí y le hice una pequeña curación. Me dijo que ya se sentía aliviada, y me dio las gracias. © Stefania Matinha / Facebook
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Cuando vivía en Río de Janeiro, trabajaba como freelancer en una agencia de viajes. Acababa de hacer una gran venta a un grupo que viajaba a México y ya estaba listo para entregar toda la documentación al operador. Tomé el autobús, me bajé en el centro y caminé hasta la oficina. Cuando llegué, me di cuenta de que había olvidado mi maletín. Entré en pánico, ya que contenía copias de tarjetas de crédito y su código de seguridad. Salí corriendo, tomé un taxi hasta el destino final del autobús. Cuando salí corriendo del coche, el inspector se me acercó y me preguntó si había olvidado un maletín en el autobús. Solté un suspiro de alivio, le agradecí y antes de marcharme, me preguntó a dónde iba. Me autorizó a entrar por la puerta de salida para regresar a la oficina. © Marcia Wolff / Facebook
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Trabajaba en la calle, y en una de mis andanzas por el centro de la ciudad vi a un hombre de unos 40 años, muy bien vestido con un traje visiblemente caro, que dejó caer un sobre manila que intentaba meterse en el bolsillo del pantalón. Corrí y recogí el sobre, grité y corrí en su dirección. No sé qué pensó, pero él también salió corriendo. Entonces vi que entró a un restaurante, pero el guardia de seguridad no quiso dejarme entrar. El hombre me vio, y le mostré el sobre. Salió, muy avergonzado, y me agradeció por insistir en alcanzarlo. No le pregunté qué hacía, pero me alegró saber que salvé el salario de sus empleados. © Ana Carolina Durigan / Facebook
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Encontré una mochila en la calle con una laptop. En el bolsillo de esta, encontré una tarjeta universitaria. La dejé en la tienda de una amiga. Luego, me fui a sentar a un banco del parque de en frente, y me puse a buscar al propietario en las redes sociales. Descubrí que el chico estaba comprometido y logré localizarlo en el Facebook de la novia. Resultado: su tesis de grado estaba en su computadora, y el pobre chico estaba desesperado. Afortunadamente, todo salió bien. No lo conocí en persona, pero recibí un hermoso mensaje de él y su novia. © Marcia Barbosa / Facebook
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Tengo una enfermedad autoinmune y debo tomar continuamente medicamentos muy costosos que recibo en la farmacia de mi ciudad. Este año estuve dos meses sin recibirlos. Compartí lo que me sucedía en un grupo de personas que sufren de la misma enfermedad al que pertenezco, y una mujer me donó dos cajas del medicamento. Estaba muy agradecida, porque dos cajas de este medicamento cuestan casi 180 USD. Vivimos en diferentes estados, nunca antes habíamos hablado, pero ella se convirtió en mi ángel. © Alice Cardoso / Facebook
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Una vez olvidé cerrar la ventanilla de mi coche, y había muchas cosas adentro. Me estacioné y trabajé todo el día. Cuando regresé (ya era de noche), habían puesto una bolsa negra para tapar el cristal y todo seguía ahí. Fue el niño que cuida los autos en la calle quien hizo esto. Dijo que intentó buscarme, y trató de esperar hasta que regresara, pero como trabajé hasta tarde ese día, puso la bolsa negra para taparla la ventanilla. © Cristiane Froes / Facebook
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En esa época, el celular V3 era toda una novedad y era, naturalmente, muy costoso. Encontré uno de este modelo en el baño de un centro comercial. Me quedé esperando allí unos 30 minutos, pero tuve que irme pues debía hacer un trabajo en la universidad. Terminé y, de regreso a casa, la dueña me llamó desesperada y le dije que solo regresaría al día siguiente para asistir a clases, y que entonces le entregaría su celular. No parece haberme creído, porque me llamó tres veces al día siguiente. Tan pronto como llegué al centro comercial, que queda al lado de la universidad, fui a devolver el teléfono celular de la chica. Ella me dio un superabrazo y se puso a llorar. © Diná Macêdo Motta / Facebook
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Un buen día, poco antes de Navidad, regresando del trabajo, al bajarme del autobús encontré una billetera con tres cheques firmados al portador por un total de aproximadamente 360 USD. También había documentos y tarjetas bancarias. En esa época, trabajaba para uno de esos bancos, así que llamé al gerente de mi agencia y le pedí que me diera el número de teléfono del dueño de la billetera. Era una señora que trabajaba como empleada doméstica y había recibido los cheques como pago por un mes de trabajo. Cuando la llamé y le dije que tenía su billetera, no podía creerlo... Habían pasado menos de 20 minutos desde que llegué a mi casa. Ella pensó que era una broma, pero insistí y le pedí que revisara su bolso para ver si su billetera estaba allí, y luego confirmó que no era así... Me dijo que se había bajado en la parada del autobús al regresar de su trabajo, y luego hizo autostop, pero tuvo que pedir que detuvieran el auto para que su nieto pudiera orinar. Sin darse cuenta, se le cayó la billetera cuando ayudaba al pequeño. Ella vivía cerca, a unos 5 km de mi casa, así que mi papá y yo fuimos a devolverle la billetera. Ella insistió absolutamente en darme 15 USD, que le pidió prestados a la vecina, ya que solo tenía cheques en su billetera. Como insistió tanto, tomé la “recompensa” y compré material escolar que doné a un niño necesitado para que lo usara durante el próximo año escolar. En ese momento, me sentí como la Sra. Claus. ¡La sensación de poder hacer el bien a los demás dos veces y, casualmente, en Navidad, fue maravillosa! © Andreia de Souza / Facebook
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En mi lugar de trabajo, es algo recurrente: todos los días alguien pierde u olvida algo. Una vez encontré ocho cajas de medicamentos y llamé al Registro de Personas Físicas para que le avisasen. Alrededor de las dos de la madrugada vino a buscarme un señor. Me alegré de poder devolverle su paquete, me gané una estrellita con “el Hombre de allá arriba”. © Carlos Elia / Facebook
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El 13 de mayo de 2015 estuve en el santuario de Fátima, en Portugal. Había una gran multitud en la ciudad. Fui al baño y dejé olvidados los pasaportes, el mío y el de mi marido, más 200 euros (240 USD). Más de dos horas después, me di cuenta y volví corriendo desesperada, principalmente por los documentos. Cuando llegué al baño, fui directo a donde la señora que hacía el aseo, y ella me entregó todo, hasta las monedas. Nunca olvidaré su mirada y mi alegría. © Ana Maria Barbosa / Facebook
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Hace unos años, en Navidad, fui a un centro comercial. Cuando me estacioné, vi que el auto de al lado tenía la puerta abierta y estaba lleno de bolsas. Como era un coche viejo, de esos que tienen un botón que hay que presionar para cerrar la puerta, subí la ventana y escribí una nota alertando al dueño de lo sucedido, cerré la puerta y salí. © Sofia Pereira / Facebook
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Mi segundo hijo encontró un cachorro perdido en la calle y había afiches de búsqueda pegados por toda la ciudad, ofreciendo una recompensa a quien lo encontrara. Llamó a los dueños, pero no aceptó la recompensa. Dijo que no le parecía bien recibir nada por devolver algo que no le pertenecía. Tenía 12 años en ese momento. © Ronaldo Cerqueira / Facebook
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Hace unos años, me bajé del autobús en un punto cercano a casa. Empecé a caminar rumbo a mi casa cuando vi pasar a un hombre que corría para alcanzar a tomar el transporte del que me acababa de bajar. Caminé un poco más y sentí que había pisado algo “diferente”. Miré y era un teléfono celular. Lo levanté y me imaginé que era del hombre que había pasado a mi lado. Llegué a casa y el celular sonó. Como esperaba, era el dueño. Le di la dirección y vino muy pronto a buscar su teléfono. © Jesse de Oliveira / Facebook
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Cuando mi esposo tuvo que ser hospitalizado en aislamiento, yo me quedé en casa con mi hijo. Una vecina, que no era muy cercana se enteró y nos llevó unos brownies calentitos, ofreciéndonos cualquier ayuda. Me llegó al fondo del corazón. Cuando me mudé a otro país, ella y su esposo estaban terminando de construir su casa, y les doné la mayoría de mis muebles. Somos amigos hasta el día de hoy. © Ana Paula Ribeiro / Facebook
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Hace unos años, mi esposo y yo compramos un par de zapatos como regalo de Navidad para mi suegro. Él solo usa un modelo especial para diabéticos, por lo que son más costosos que los zapatos comunes. Decidimos almorzar y nos sentamos mientras esperábamos la señal del restaurante. Nos llamaron y olvidamos la bolsa en el banco. No recordé el paquete hasta dos horas después. Sin muchas esperanzas, fui a donde nos habíamos sentado, y nada... Le preguntamos al guardia de seguridad en el centro comercial y una mujer le había entregado la bolsa con los zapatos con una nota: “¡No es mío... es tuyo!”. ¡Nunca olvidaré ese lindo gesto! © Bruna Cavaltante Kauer / Facebook
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Una vez, por error, pusieron crédito en mi teléfono celular. Una mujer me llamó para preguntarme si podía devolvérselo. Fui a la tienda y puse los 4,50 USD de crédito en su teléfono celular. © Fernando Sousa/ Facebook
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Un día fui a pagar un montón de facturas a un banco de mi ciudad y el cajero, que era un novato, se confundió con el cambio, y me devolvió 25 USD más. Yo, perezoso que soy, ni siquiera lo comprobé en ese momento, y solo noté la diferencia cuando llegué a casa. Cuando fui a devolver el dinero, el cajero no podía creerlo. Encontré su reacción muy triste, ¡asombrarse de que alguien no hiciera nada más que su obligación! El dinero no era mío, así que no debía quedármelo, ¡así de sencillo! © Teyla Bracali / Facebook
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Una vez, al subir a un autobús, una señora de unos 50 años le pidió a alguien que le pagara su boleto, porque solo tenía 1 USD. Me preguntó si yo podría prestarle el dinero, que ella me lo devolvería. Le di el dinero, pero estaba seguro de que no me lo devolvería, ya que rara vez tomaba ese autobús, por lo que nuestro encuentro no volvería a ocurrir. Hubiera podido decirle, “no importa, quédese con el dinero”, pero sonreí y me resultó un poco imposible volver a verla de nuevo. Sin embargo, dos semanas después de ese acontecimiento, estaba muy distraído esperando mi autobús en la parada, cuando sentí que alguien me ponía algo en la mano, agradeciéndome mucho. Era la señora, devolviéndome el dinero del pasaje. © Elisa Duarte / Facebook
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Tuve un año en mi vida de “vacas flacas”: dos hijas por comenzar del año escolar... Fui a retirar 17 USD para comprarles cuadernos y bolígrafos a las niñas. Al retirarme, la cajera me dio 35 USD, pero como sabía que no tenía ese monto en mi cuenta, no lo pensé dos veces y se los devolví. La chica no lo agradeció, solo inclinó la cabeza y continuó con su trabajo. Un joven que estaba al lado mío dijo: “Felicidades por tu actitud, ¡todavía hay gente honesta!”. Sus palabras me hicieron sentir orgullosa de mí misma. © Eliene Silva / Facebook
Y tú, ¿alguna vez has sido testigo un acto de bondad parecido a los de nuestra selección? ¡Compártelo con nosotros en los comentarios!
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Al que tenía la tesis del grado en la computadora le salvaron la vida