20+ Historias sobre personas que estuvieron a punto de reventar de envidia

Gente
hace 3 años

Por desgracia, nadie está a salvo de este sentimiento, así que no nos queda más que trabajar con cuidado en nuestras emociones. Y si nos enfrentamos a una manifestación de envidia de parte de otras personas, tal vez sea una buena idea limitar la comunicación con ellas.

Genial.guru espera que todo haya terminado bien para los protagonistas de nuestra selección. Y si tú también tienes historias similares, cuéntanos sobre ellas en los comentarios. Por cierto, hemos escondido un truco de vida genial en el bono.

“Un gato local corretea en mi trabajo. Le damos de comer con regularidad y se siente el dueño del lugar. Su reacción cuando decidimos alimentar a otro gato recién llegado”

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Hace unos años estaba haciendo remodelaciones en mi departamento. Ahorré durante un par de años, pedí dinero prestado por primera vez en mi vida. Cargué los materiales yo misma y cambié de equipo varias veces. Cuando por fin terminé, suspiré con alivio e hice un viaje corto para recuperarme. Después de un tiempo, una vecina me llamó y dijo: “No te asustes. Solo es una persona infeliz y envidiosa”. Resultó que una anciana que vivía un par de pisos más arriba primero le dijo a esta vecina que su hija era “mejor que esta” (es decir, yo), y luego, en mi ausencia, fue a la puerta de mi casa y cortó la alfombra de la puerta en jirones. Por supuesto que no hice nada en respuesta, pero me sorprendió notablemente. Y me quedó una sensación desagradable. A veces me cruzo con esa anciana. Parece cortés, pero mira lo que tiene dentro... © D1mension / Pikabu

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Hace poco hablé con un hombre que ha vivido en un pequeño pueblo desde la infancia. Este hombre ahora se dedica a criar diferentes animales para él y para la venta. Sobre todo aves y cerdos. Dice que tiene productos agrícolas sin antibióticos, etc. Pero, de los lugareños, pocas personas compran su mercadería. Aunque hace ventas para la gente de otras partes. En cambio, cuando los comerciantes de otros distritos y regiones vienen al pueblo con los mismos productos, la mayoría de los lugareños se los compran con gusto. Y eso que suelen ser más caros y de dudosa calidad. El hombre les preguntó a los lugareños por qué no le compran a él, si ellos mismos ven cómo cría el ganado. Las respuestas de los locales se resumían en lo siguiente: “Si te compramos, te harás rico. Y no necesitamos eso, no queremos verte rico. En cambio, ellos son unos extraños que vienen y se van”. © Kanedias / Pikabu

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A principios de la década de 2000, mi hermana, que antes manejaba un auto viejo y pequeño, se compró un Ford Focus. Nuevo, limpio y bonito. Vivía en una ciudad cerca de la capital y estacionaba su automóvil en un estacionamiento vigilado. En ese entonces todavía había muy pocas mujeres conduciendo, así que la conocían allí. La ayudé a registrar el auto y luego fuimos al estacionamiento. Y allí vimos lo siguiente: junto al coche de mi hermana, un vecino estaba aparcado en su auto bastante antiguo. Y vaya, cuánto odio y envidia había en su rostro cuando vio de quién era ese Ford. Sabes, ni siquiera pudo expresar unas palabras de felicitación. Solo se quedó con la cara retorcida. © certero / Pikabu

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Envidio a las personas que han aprendido a no molestarse por lo que los demás piensan de ellas. Es decir, en absoluto. Porque yo misma no logro curar mi síndrome de excelente alumna. Ya estoy mejor, pero todavía no puedo decir ni hacer cualquier cosa que podría empeorar la opinión de mis conocidos sobre mí. © Sra. Brightside 2 / Genial.guru

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Mi amiga, que tiene el cabello fino, siempre soñó con usar rubio platinado. Se aclaraba constantemente y luego se trataba el cabello, porque si obtenía el color que quería, el pelo sufría mucho. En algún momento yo decidí hacerme mechas (o algún tipo de balayage, no lo recuerdo). Lo hice, quedó bellamente tonificado, era un tono frío de rubio. Mi amiga, al verme, dijo: “Oye, ¿estás loca o qué? ¡Yo soy la rubia del grupo!”. Seguí en contacto con ella durante varios años más, mantuve ese color y ella me preguntaba constantemente si mi cabello no se estaba quebrando o cayendo. © Katya Lovitskaya / Genial.guru

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Mi colega compró una casa de campo en un pueblo cercano a la capital, que se llama Europa. Pocos de nuestros colegas lo sabían. Hizo el trato a través de un agente inmobiliario. Había que discutir urgentemente algunos detalles, y llamó a la inmobiliaria desde el trabajo, desde una oficina compartida. Para identificarse, se le presentó al agente inmobiliario así: “Soy María, llamo por la compra de una casa en Europa”. Las expresiones en los rostros de los colegas, que de inmediato, sin decir una palabra, se volvieron hacia ella al unísono, no tenían precio. © Ekaterina / Genial.guru

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A la madre de una amiga realmente no le gustaba cuando le enviaba a su hija fotos de casas bonitas, de interiores o simplemente de cosas hermosas y hablábamos juntas sobre ellas. Cada vez se metía en la conversación y se indignaba: “¡¿Por qué le muestras esto?! ¡Nunca hemos tenido cosas así y nunca las tendremos! Y tú vienes y le enseñas todas estas cosas, ¡¿para que nos sintamos realmente mal porque alguien las tiene, pero nosotros no?!”. Mi amiga se sentía muy avergonzada de su madre en esos momentos y trataba de todas las formas posibles de persuadirla de que no gritara... Un par de años después, caminábamos con la misma amiga por su barrio. Pasamos junto a un tablero con retratos. Yo ni siquiera le había prestado atención, pensé que era otro monumento a la memoria de alguien... Pero no. Resultó que era un tablero de honor de las personas más respetadas, cuyos retratos se colgaban allí por haber mejorado en algo la vida en la zona. Mi amiga se detuvo, suspiró con el aire triste del burrito Ígor y dijo:

—¿Por qué mi retrato no está aquí?

—¿Y para qué quieres que esté?

—Bueno... ¿Por qué ellos están aquí, y yo no? También quiero estar en un tablero de honor.

—¿Y qué haces para merecerlo?

—Nada. Solo quiero estar ahí. © Maroo / Genial.guru

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Mi esposo, un hombre adinerado, inteligente y guapo, no deja vivir en paz a mis amigas. Ahora ya me arrepiento de haber sido ingenua y haberlo elogiado constantemente en nuestros encuentros, hablando sobre lo feliz que estaba con él. Ahora una sugiere instalar un programa de rastreo en su teléfono, otra, contratar a una modelo para que lo ponga a prueba, la tercera sugiere intentar conquistarlo ella misma. Y no quiero ni averiguar, ni ponerlo a prueba, ni nada por el estilo. Ahora para mis amigas soy una tonta que cree en un cuento de hadas. © Oídoporahí / Ideer

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Cuando éramos jóvenes, teníamos un gran grupo de amigos con los que salíamos: chicos divertidos, chicas bonitas. Había un grupo permanente, pero a menudo llegaban otras personas. Una noche, una chica nueva llegó al grupo: bajita, regordeta, sin maquillaje, vestida con modestia, que siempre estaba callada o bromeaba abstrusamente. Todos se burlaban un poco de ella, incluyéndome a mí, pero mi amigo por alguna razón dijo que no tenía que dejarla ir. Me sorprendió mucho, porque él siempre fue un mujeriego que amaba a las chicas que se veían como modelos. Como resultado, comenzó a salir con esta chica y poco a poco dejó nuestro grupo común, lo que desconcertó a todos. Aunque todos comenzamos a reunirnos con menos frecuencia. Han pasado 12 años desde entonces. Todos los chicos de nuestro grupo principal están a la deriva en la vida: los hombres tienen trabajos mediocres, con préstamos para autos baratos, con hipotecas para monoambientes en las afueras, con la pesca como único entretenimiento. Y las chicas ahora son, en su mayoría, mujeres divorciadas con hijos, que viven de la pensión alimentaria, con rastros de una juventud tormentosa en el rostro. En cambio mi amigo, con quien me crucé hace poco, tiene un buen trabajo, vive en un gran departamento y tiene aficiones interesantes. Su esposa es esa misma chica. Se ve más bonita ahora y mi amigo me dijo que fue ella quien lo empujó hacia la vida que tiene ahora. Que aquella vez sintió ese poder en ella. Lo envidio. © Oídoporahí / Ideer

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Tengo una hermana gemela. Ahora tenemos 20 años. Toda nuestra vida hemos sido delgadas, independientemente de la cantidad y el contenido calórico de los alimentos ingeridos. Mi hermana sigue así, pero yo engordé 15 kilogramos. Y todo el mundo lo nota, todo el mundo lo dice sin falta cuando estamos una junto a la otra. Tengo miedo de traer chicos a mi casa: verán una copia mejorada de mí y querrán pasar el rato con mi hermana y no conmigo. © Oídoporahí / Ideer

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Estoy casada desde hace 15 años y trabajo como auditora. Hace poco, por la noche le conté a mi esposo que en una organización donde realicé una auditoría, los contadores se comportaron de una manera deshonesta. Bueno, nos reímos y lo olvidamos. Y ahora, en una semana me despedirán de mi trabajo, tengo un juicio pendiente, me privarán de mi certificado de auditoría y mi historial laboral será profanado. Y todo esto lo hizo mi marido, mi exmarido, que estaba celoso de mi carrera. © Oídoporahí / Ideer

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Pensaba que los celos se quedaban en la niñez, pero una mañana, a los 25 años, te despiertas y piensas: “Yo tambiééééén quieeeeeeero”. © DLGreez / Twitter

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Estimados especialistas en marketing, eliminen de su arsenal la frase: “Todas tus amigas estarán muertas de envidia”. La envidia es una emoción negativa y no quiero provocarla. © Livotovas / Twitter

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Queridas personas que siempre tienen orden en sus hogares: ¡¿cómo diablos lo hacen?! ¿El polvo simplemente no vuela en su casa, y los trozos de pelo y de papel se evaporan incluso antes de aparecer? ¿Cómo? ¿Por qué sus cosas, puestas en su lugar, no se mueven solas de una manera caótica? “E” de envidia. © Ryzunja / Twitter

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A mi novio le encanta pasar tiempo con sus amigos y se reúne a menudo con ellos. No voy con él porque me siento incómoda en su compañía. Hoy se fue de nuevo, y yo me quedé en casa y me di cuenta de algo: ¿por qué lo llamo y le digo que venga a casa lo antes posible y que no se quede hasta tarde? No, no son celos ni desconfianza. ¡Es la maldita envidia! Porque yo no tengo a nadie con quien reunirme. © Habitación № 6 / VK

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En la escuela primaria, teníamos un “correo de San Valentín”: todos tiraban corazones en un buzón y luego los “carteros” los entregaban en cada aula. Las chicas más populares colocaban todas sus tarjetas de San Valentín en su mesa; contaban cuántas tenían y de quién eran, si es que no eran anónimas; competían por ver quién tenía más. Y yo me sentaba en una mesa del fondo, las miraba y las envidiaba, porque yo no tenía nada que contar. © Oídoporahí / Ideer

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Al principio, envidiaban a mi madre porque tenía un gran marido. Y luego la envidiaban porque se había divorciado y ahora era una mujer libre y podía hacer lo que quisiera. Algunas personas llegan hasta la locura en su envidia. © Svetlana Melnik / Facebook

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Yo perdí a una amiga por la envidia. Trató de hacer que mi esposo y yo no separáramos. No lo logró. © Olenka Verro / Facebook

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Vivimos bien con mi esposa: hacemos las tareas de la casa y vamos a la tienda juntos (no quiero que cargue cosas pesadas). Otras parejas casadas no se llevan tan bien como nosotros, por eso siempre hay envidia. Una mañana me fui al trabajo, regresé y ella estaba sentada, mirando un punto fijo, con el rostro lleno de lágrimas. Le pregunté qué había pasado, y ella respondió como perdida: “¡Sé dónde estabas y con quién!”. Yo estaba perplejo, porque donde había estado era en el trabajo. Y luego ella me dijo que uno de mis “amigos” la había llamado para decirle que yo la estaba engañando. ¡La envidia empuja a la gente a hacer cosas malas! No pudo hacernos pelear con mi esposa, pero destruyó nuestra amistad. © Habitación 69 / VK

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Mi altura es de 164 cm, peso 49 kg. En la piscina conocí a dos hermanas, de unos 16 a 18 años, con cuerpos de niña, pero ya con una pequeña barriga. Y su madre es una dama corpulenta. Las chicas me miraron y dijeron que había tenido suerte con mi figura. Y su madre las tranquilizó: “Cuando crezca, dará a luz y engordará”. Mi hija: “Mamá, ya no crecerá”. Yo: “Y dar a luz tampoco ayudó”. El que se rio más fue el padre de esa familia. © Oídoporahí / Ideer

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Vivía con un hombre. Y él tenía unos padres muy activos. Nos llevábamos bien, incluso nos fuimos de vacaciones juntos. Y luego quedé embarazada. Pero mi suegra, por alguna razón, se tensó al escuchar esta noticia. Y después de un tiempo, ella vino corriendo contenta a nuestra casa ¡y declaró que estaba embarazada! Más tarde resultó que estaba equivocada. Pero después de eso, fue como si la hubieran cambiado por otra persona, comenzó a molestarme a mí, una mujer embarazada, de todas las maneras posibles. Y más tarde nos dimos cuenta de que estaba celosa porque ahora todos me prestarían mucha atención, y decidió quedar embarazada ella misma. A los 52 años. Por envidia. © Oídoporahí / Ideer

Bono: Truco de vida contra la envidia

Tengo un truco de vida desarrollado desde hace mucho tiempo contra la envidia. Cuando de repente siento envidia de alguien en particular, me pregunto: ¿quiero cambiar de lugar con esa persona? Quiero decir, tener una copia exacta de su vida junto con todos los problemas, circunstancias, apariencia, salud. Y entiendo que no, no quiero. Es fácil envidiar algún tipo de felicidad abstracta, una suerte o algo así, pero además de algo bueno, en la vida de cualquier persona hay algo que no querrás llevarte “en combo”: tienen una casa lujosa, pero una mala relación con sus padres, logró una carrera exitosa, pero no le importa a su marido y tiene mala salud. En fin, espero que la idea esté clara. Te cura muy rápidamente de la envidia, de los lloriqueos sin sentido y de las quejas sobre la vida. © Hilda 2.0 / Genial.guru

¿Alguna vez te has enfrentado a los celos y a la envidia? ¿Cómo manejaste la situación?

Imagen de portada Oídoporahí / Ideer

Comentarios

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Me sentí mal por la chica que tenia un juicio pendiente, lo que la envidia puede hacer.

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