20+ Personas que mancharon notablemente su reputación por una absurda combinación de circunstancias

Historias
hace 5 años

Seguramente todos hemos tenido en la vida situaciones incómodas que alguien pareció haber armado a propósito, y hemos tenido que balbucear: “No es lo que parece, puedo explicarlo”. Pero resulta bastante difícil creer en la justificación de, por ejemplo, una persona que trató de sacar la billetera del bolsillo de otra persona.

Genial.guru ha recopilado historias de los usuarios de las comunidades “Reddit”“Oído por ahí” sobre las situaciones en las que las personas fueron víctimas de una cómica combinación de circunstancias y se vieron obligadas a recuperar su buen nombre.

Un día, una niña vecina se cayó por las escaleras mientras jugaba. Corrió llorando a su casa y le dijo a su papá: “¡Esa escalera me golpeó!”. Él la corrigió: “Se dice ’Me caí por las escaleras’ no ’la escalera me golpeó’”. Unos días después, una cajera de la tienda miró la lastimadura de su pierna y le preguntó qué había sucedido. La niña dijo: “Papá, ¿cómo era que tenía que decir? Ah, ya me acordé. Me caí por las escaleras”. Su papá tuvo que darle explicaciones a la policía.

Estábamos mirando con mi esposo a nuestro bebé recién nacido, viendo a quién se parecía más. Durante la conversación, mi cerebro quería decir “se parece más a ti”, pero dijo: “Creo que es tuyo...”.

Trabajé en un asilo de ancianos. Teníamos una paciente con la enfermedad de Alzheimer. Cuando estaba ansiosa, le pedíamos que doblara las servilletas, eso la calmaba. Un día, cuando ella estaba ocupada con sus servilletas, llegó un posible paciente nuevo con su familia. En ese momento, nuestra anciana de repente dijo: “Estoy tan cansada...”. Pareció que obligábamos a los ancianos con demencia a hacer nuestro trabajo hasta que se cayeran de cansancio.

Solía ​​trabajar como guardia de seguridad en una empresa. Tenía que comprobar si las acreditaciones de los empleados estaban en su lugar. Podrían llevarlos colgados en el cuello o sujetárselos al cinturón. Después de haber trabajado durante dos años, un día me puse a conversar con las chicas del segundo piso. Una de ellas me preguntó directamente por qué miraba tanto a todas las mujeres que entraban. Yo: “¿Cómo dice?”. Resultó que durante todo ese tiempo se había hablado mucho sobre mi manera de mirar a las mujeres de arriba abajo en cuanto entraran por la puerta. En realidad, yo miraba a todos. Primero miraba el pecho y, si no había ninguna acreditación ahí, bajaba la mirada al cinturón. Como era mi trabajo.

Cada vez que abro una lata y no es comida para gatos, tengo que explicarle al gato que aquello no es lo que parece.

Cuando era chica, con mis amigos siempre nos contábamos historias de terror, y un día decidí invocar al gnomo grosero. Según las instrucciones, había que escribir las 20 expresiones más groseras, poner la hoja debajo de la almohada y acostarse a dormir. El día X, me desperté, me olvidé por completo de lo que había hecho y me fui a desayunar. Y, justo ese día, mi madre decidió cambiar la ropa de cama. Regresé a la habitación, pero en lugar de regaños, recibí una mirada sorprendida de mi madre y la pregunta: “Pauli, ¿alguien te trata mal?”.

Un día, al final del verano, volvía a la universidad después de las vacaciones y mi abuela me dio una barra de chocolate para el camino. Comí un trozo y puse el resto en el bolsillo trasero de mis pantalones. Me detuve en un semáforo, y entonces me di cuenta de que poner un chocolate entre el asiento y mi trasero probablemente no había sido una buena idea. Me metí la mano en el bolsillo y se hundió en una viscosa sustancia de chocolate. Maldije y en ese preciso instante me di cuenta de que la mujer del auto de al lado acababa de ver a un hombre meterse la mano en el pantalón y de inmediato sacarla, manchada con una sustancia marrón de dudosa procedencia. ¡Tendrían que haber visto su expresión!

Durante el almuerzo, una amiga y yo hablábamos mal sobre Chris, un tipo muy malo de nuestra clase. Realmente es una persona espantosa. En algún momento me di la vuelta y vi a otro Chris, que es un amor de persona, que estaba sentado cerca nuestro y se veía absolutamente abatido. Durante 5 minutos enteros tratamos de convencerlo de que no estábamos hablando de él. Y así y todo, sigo sintiéndome mal.

Cuando era pequeño, a veces mi madre me llevaba a trabajar con ella a una pequeña tienda. Usualmente pasaba el tiempo dibujando, y luego distribuía mis “obras maestras” a los clientes. Una vez, cuando tenía 3 o 4 años, me enteré de la existencia del servicio 911. Parece que eso me asombró tanto que escribí sobre todas las hojas de mis garabatos: “Llama al 911”. Y las distribuí a los clientes de mi madre. No es de extrañar que la gente haya pensado que yo había sido secuestrado y que se haya asustado mucho. ¡Qué divertido debe haber sido para mi madre tener que explicarle todo a la policía!

Tenía 16 años. Mis padres salieron a cenar. Y yo tenía que lavar la ropa. En cuanto se fueron, comencé a poner las cosas en la lavadora. Vi que tenía una mancha en mi camisa, me la saqué y también la tiré en la lavadora. Y luego decidí lavar los pantalones también. Bueno, y ya que estaba, los calcetines y los calzoncillos... Desnudo, corrí a vestirme. Antes de que pudiera llegar a las escaleras, la puerta se abrió y vi a mi padre. Y él me vio a mí, en traje de Adán. Los dos nos quedamos inmóviles por unos segundos, y luego él se echó a reír: “¿Con que esto es lo que haces cuando no estamos?”. Tomó su billetera y se fue, retorciéndose de la risa.

Hace aproximadamente un año, estaba haciendo la fila en la caja de un supermercado. Delante de mí había un anciano de unos 90 años de edad. Estuvo rebuscando en su bolsillo durante unos 5 minutos, pero no lograba sacar la billetera. La gente en la fila comenzó a ponerse impaciente. Entonces el anciano se volvió hacia mí y me pidió ayuda. Metí la mano en su bolsillo. La billetera era enorme, el bolsillo era estrecho y no lograba sacarla. En algún momento me di la vuelta y vi que las personas de la fila que no sabían lo que estaba pasando me miraban con horror: para ellos solo era un tipo que rebuscaba en los pantalones de un anciano indefenso a plena luz del día... Entonces me rendí y dije: “Señor, deje que pague por usted”. Pagué unos 12 USD y, ya que estaba, adquirí la reputación de un ladrón de personas mayores.

Con mi novio tenemos un gato. Decidimos desde el principio alimentarlo con comida natural, no el concentrado. Le encanta la carne, pero no come verduras de ningún tipo. Encontramos una solución: comida para bebés. Ahora, cada vez que estamos en el sector infantil de las tiendas, vemos rostros sorprendidos e indignados de las madres. Esto se debe a que elegimos los frascos con comentarios como: “¿Y si ese peludo se niega a comer calabacines?”, “Vaya precio, ¿y si mejor vendemos al enano?”, “Si no come esto, ¡no le daremos comida en absoluto!”. Amamos mucho a nuestro gato. Y trollear a la gente también.

Trabajé como gerente en un supermercado. Algunos cajeros no podían vender alcohol legalmente porque eran menores de edad, y tenía que hacerlo por ellos. Cuando una cajera me llamó por cuarta vez, se me escapó: “¡No puedo esperar a que cumplas 18!”. Quedé estupefacto durante varios, pensando en lo que había dicho frente a los compradores.

Hace muchos años paseaba con mi hija por un parque. Ella tenía 4 años. Había varios padres con sus hijos, y también una gran familia asiática. Mi hija jugó con sus niños por un tiempo, y luego ellos comenzaron a irse. Mi nena decidió irse con ellos. Le dije que no se podía y la tomé de la mano. Ella comenzó a gritar “¡No! ¡Nooo!”, y a retorcerse histéricamente, tratando de soltarse y huir con sus amigos. La situación se agravaba por el hecho de que mi hija es asiática y yo no. Tuve que explicarles la situación a algunos papás que se apresuraron a ayudar a la pequeña.

Trabajo en un hotel. Fuimos con una colega a verificar la calidad de la limpieza en una habitación. Encendí la televisión para asegurarme de que funcionaba. Estaban pasando el programa “Vamos a casarnos”. Sin ninguna mala intención, dije: “Oh, vamos a casarnos (mi colega se pone la mano el corazón con una expresión de shock), ¿quieres verlo?”. No entendí de inmediato el motivo de una reacción tan emocional. Tal vez debería invitarla a salir a algún lugar.

Mi nuevo vecino me contó que una vez, en otoño, estaban asando malvaviscos en un palillo sobre la chimenea con toda la familia y de repente oyeron una sirena, había un incendio cerca. Salieron a la calle. Corrieron hacia la multitud de espectadores y se pusieron a mirar la casa en llamas con todos. Luego se dieron cuenta de que las personas a su alrededor los miraban con desaprobación. Y entonces mi vecino entendió por qué: todavía estaban sosteniendo los palitos con los malvaviscos.

Hace muchos años, uno de mis amigos comenzó a salir con una chica y se olvidó completamente de sus amigos. Eso nos molestaba un poco, y decidimos hacerle una broma. Cuando sus padres se fueron de vacaciones y él se fue a una cita con la chica, fuimos a su casa, encontramos unos viejos disfraces de Halloween, nos los pusimos, nos escondimos y esperamos. Ahí estábamos, sentados con esos trajes (un astronauta, un lápiz, un hombre de las cavernas, un burro y Hulk Hogan) y de repente escuchamos pasos, se abrió la puerta, se encendió la luz, nosotros saltamos, ¡ta-dam! Y eran su abuela y su abuelo que habían ido a visitar a su nieto.

Con la esperanza de conocer gente en la nueva ciudad a la que nos habíamos mudado, mi novia y yo fuimos a un bar donde tocaba una banda y estaba lleno de gente. Me di cuenta de que el barman tenía exactamente las mismas zapatillas que yo, una buena razón para iniciar una conversación. Después de 5 minutos, vi que iba en nuestra dirección con una bandeja llena de botellas sin terminar. La banda terminó una canción y, justo entonces, grité: “¡Ey!”, y saqué mi pie para mostrarle mi zapatilla. Todo el mundo me miró por mi exclamación. El barman, tropezando con mi pierna, voló al suelo, ¡junto con todas sus botellas! La gente estaba en shock... Y el barman me miró con dolor en los ojos y dijo: “Lindas zapatillas”.

Una vez, llevé a mi gato al veterinario. A él le encanta jugar con la ropa interior de mi esposa. Bueno, saco al gatito de la bolsa, y ¿qué es lo que tiene entre garras? Por supuesto, las bragas de mi esposa. Se las arrebaté avergonzado, las metí en el bolsillo. Nos reímos junto con el veterinario, me dijo que los gatitos hacen eso muchas veces. Más tarde, fui a un supermercado, busco la billetera en mi bolsillo... ¡y de nuevo saco las bragas! Definitivamente no era mi día...

Un día, un colega del director de la empresa vino a una reunión que se hacía en nuestra oficina: tiene el cabello rizado, bastante crecido. Por la tarde, mi marido y yo íbamos a cortarle el pelo a nuestro Pomerania. Bueno, mi marido me llamó y me dijo: “Mándame la dirección”. Hice una captura de pantalla y, sin querer, se la mandé al colega de mi jefe: “Aseo, corte de uñas, limpieza de orejas y una mascarilla nutritiva de regalo”, seguido de un número de teléfono y de la dirección. Me agradeció y se mostró de acuerdo con que debía cortarse el pelo. Me reí a carcajadas.

Mi amiga es abogada. Lleva varios casos a la vez. Siempre es muy seria y formal. La ropa y el maquillaje corresponden a la profesión, no sobra nada. Pero hace 2 días, de repente fue y se hizo un tatuaje a lo largo de todo el trasero. Y, por supuesto, comenzó a enviarnos fotos a nosotras, sus amigas, que tenemos un grupo de chat. Pero se equivocó y también se lo envió a uno de sus clientes. Recién se dio cuenta la mañana siguiente, cuando recibió su respuesta: “¿Así de mal están las cosas con mi caso?”.

Tengo un hurón que se llama Miguel. Cuando aún era pequeño, lo llevaba a todas partes conmigo para que no se aburriera y no hiciera lío cuando yo no estaba en casa. Una vez, fui con él a visitar a un amigo, y allí también estaba su otro amigo, Miguel. Estaba en la cocina, tomando té con galletas. En algún momento, mi hurón decidió meterse en el cubo de la basura y comerse algunas sobras. Me di cuenta y le grité, enojada: “Miguel, ¡pero si serás cerdo! ¿Está rico?”. El chico se atragantó con la galleta y, después de una pausa dijo: “Sí... Muy rico”.

Seguramente tú o alguno de tus amigos experimentaron algo similar. Cuéntanos en los comentarios, y tal vez alguien que haya pensado mal de ti finalmente descubrirá lo que había sucedido en realidad.

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