20 Regalos tan insólitos que uno no sabe si reír, llorar o devolverlos

Mujer
hace 59 minutos
20 Regalos tan insólitos que uno no sabe si reír, llorar o devolverlos

Recibir regalos siempre es lindo, no lo vamos a negar. Pero hay veces en que, en lugar de alegría, lo que sentimos es una mezcla de emociones: desde incomodidad y vergüenza, hasta indignación. Seguro que a todos nos ha tocado, al menos una vez, un regalo que parece una broma de mal gusto. Reunimos más de 20 historias de personas que aún no saben si reír o llorar. En esta recopilación encontrarás desde un auto que fue “recogido” después de regalarlo, hasta una suegra con malas intenciones, e incluso calcetines con agujeros incluidos.

  • Comencé a salir con un chico y decidió hacerme un regalo: un viaje a Suiza. Dijo que él se encargaría de organizar todo el itinerario. ¿Y qué organizó? Caminatas por las montañas. ¡Todos los días! A mí no me gusta ese tipo de vacaciones, y recorrer 20 km diarios me parece excesivo. Le propuse hacer algo distinto: ver la ciudad, visitar algún museo. Pero él armó un escándalo, me reclamó de todo, que cómo podía quejarme con semejante belleza, que cuándo más iba a tener una oportunidad así. Pero resulta que yo vengo de un país con montañas, he ido muchísimas veces y él lo sabe. © Overheard / Ideer
  • Un compañero de clase me prometió un regalo como ningún otro, algo que nadie me había dado jamás. Estuvo una semana preparándome para el momento y, el día de mi cumpleaños... no me dio nada. Después de eso, no paraba de repetirme: “¿Y bien? ¿Estás segura de que estás lista?”. Yo ya me esperaba cualquier cosa, menos que fuera a recitarme un poema. © suunsv / Instagram
  • Compré un regalo para la boda de mi amigo, pero al final no pude asistir. Le dije que el regalo corría por mi cuenta y que, sin falta, se lo daría. Pero, con el tiempo, no encontraba cómo hacerlo. Ya estaba casado y yo nunca llegué a conocer a su esposa. Pensaba que podían malinterpretarlo, y no quería interferir en su vida familiar. Me daba miedo que la novia no viera con buenos ojos que nos viéramos solo para entregarle un regalo. Eso fue hace unos dos o tres años.
    Antonio, si estás leyendo esto, el regalo todavía te está esperando. Por favor, ven a buscarlo, me da vergüenza contigo. © burlacova_art / Instagram
  • Hicimos un intercambio de regalos entre compañeros. Todos compraron y eligieron sus regalos, y a mí me dijeron: “¡Ay, Luisa! Se retrasó la entrega, pero en cuanto llegue te lo envío por correo”. Pregunté la dirección y todo. Pasaron 10 días y pregunté: “¿Dónde está el regalo?” y me respondieron: “Uy, todavía está en el centro de clasificación”. Pasaron otras dos semanas, sin respuesta. Un mes después: “Ay, ya averigüé todo, lo envié a la dirección equivocada, vamos a reenviarlo”, y yo: “No hay problema”. Pasó otro mes y dije: “¿Puedo dejar de esperar el regalo?” Desde entonces, no han leído el mensaje y sigue sin haber noticias. © gerzenka / Instagram
  • Mi ex me regaló una vela en un vaso. Según él, la había hecho con sus propias manos. Por supuesto, me decepcioné: ni siquiera podía presumirla con mis amigas. Pero no la toqué, no me animaba a encenderla. Después de la ruptura, la prendí solo por el aroma y me puse a hacer otras cosas. Al rato me acordé, fui a ver la vela; la cera se había derretido y, en el fondo, había un anillo de plata. Y yo, sin tener ni idea de que escondía una sorpresa así.
  • Así fue como un amigo de mi esposo nos felicitó el día de la boda. Dijo: “Hermano, se me olvidó retirar dinero del cajero, luego te hago la transferencia”. En dos meses se va a cumplir un año... y todavía está “haciendo la transferencia”. © vika_konfeta / Instagram
  • Ahora mismo estoy en esa situación. No pude ir al cumpleaños de una amiga, la felicité y le dije que igual le daría su regalo. Lo terminé comprando y ya llevo dos meses con él en el auto, sin lograr encontrarnos. La verdad es que sí coincidimos en el cumpleaños de otra persona, pero no se me ocurrió llevar su regalo. En fin, así está la cosa, pero se lo voy a dar, de verdad, lo prometo. © shumkova8874 / Instagram
  • Mi suegra me regaló un juego de cama durante tres años: primero las fundas de almohada, luego la sábana. Al tercer año, me dio el cobertor, cuando la mitad del juego ya estaba desgastada de tanto uso. © Albina Aleksandrova / ADME
  • Desde que tengo memoria, a mi mamá nunca le gustó que le regalaran flores. Siempre lo decía sin rodeos: “Mejor regálenme un pedazo de jabón, al menos eso sí sirve para algo”. Así que un día le llevé una enorme bolsa llena de jabones. Era pesada, sí, pero cada pedazo era de distinto tamaño. © ADME / Dzen
  • Este año, mi esposo y yo celebramos una fecha importante, ambos cumplimos 30 años. Para su cumpleaños, me preparé con anticipación: busqué un buen restaurante, llamé y reuní a familiares y amigos, estuve semanas pensando en el regalo y me privé de muchas cosas durante meses solo para poder comprarle algo especial. Al final, encontré el reloj perfecto, de una marca costosa.
    Pero no solo dejó en mis manos toda la organización de mi propio cumpleaños, sino que además me regaló unos calcetines con espacio para cada dedo. Me dieron muchas ganas de llorar, y él todavía no entiende por qué no me gustó su regalo. © Overheard / Ideer
  • Mi suegra nos dejó a su perro de dos años, descuidado, sin entrenar y muy inquieto. Mi esposo y yo lo hablamos y decidimos quedárnoslo. Yo lo cuidé, lo alimenté, jugué con él, le enseñé cosas. Muy pronto, el perro dejó de ser “nuestro” y pasó a ser “mío”. Que si el perro soltaba pelo, que si se enfermaba, al final, todo era culpa mía. La verdad, llegué a quererlo mucho, pero no podía seguir así. Empaqué todas sus cosas y mandé a mi feliz esposo a devolver el “regalo”. A los pocos días ya me estaban rogando que lo reconsiderara, y a mi esposo le dijeron tantas cosas que ahora es el primero en salir a pasear con él. © Overheard / Ideer
  • Una vez, mi bondadoso padre me prometió que, cuando terminara segundo curso, me compraría una ballena inflable tan grande como un colchón. Pero cuando llegamos a la tienda, de repente le gustó un bote inflable para dos personas, ¡y eso compró! Y ahí estaba yo, con un metro de estatura y 30 kilos, inflando ese monstruo durante horas solo para un viaje al mar. Después tenía que desinflarlo, porque no había forma de guardar semejante cosa en el departamento. Para colmo, el bote estaba pinchado, así que se hundía en el agua con mi peso encima. Un castigo en forma de regalo. © Overheard / Ideer
  • Soy una chica de una familia de bajos recursos y salgo con un chico de familia adinerada. Él siempre me regala cosas caras, me lleva a restaurantes y tiendas de lujo, sin importar mis constantes protestas. Decidí hacerle un regalo a él también, y para poder comprarlo, conseguí un trabajo nocturno limpiando baños en una planta química. Como resultado, mi novio y yo estamos a punto de romper, porque él cree que por las noches le estoy siendo infiel. Si le digo la verdad, no me va a creer, y seguro se va a reír pensando que es una excusa malísima. © Overheard / Ideer
  • ¿Qué se suele regalar a una pareja en su boda? Dinero en un sobre, electrodomésticos, cosas así. Pero mi tío, que vive en Estados Unidos, quiso sorprendernos y nos regaló... un PONI. Sí, un poni de verdad. Ahora está en el patio de la casa y no sabemos qué hacer con él. © Overheard / Ideer
  • Mi novia le tiene miedo a las arañas. A veces me gusta asustarla con ellas, pero no con arañas reales, sino con imágenes: fondos de pantalla en el celular o la computadora, cosas así.
    Hace poco bajábamos al sótano de la casa y pasó una rata corriendo. Yo grité como loco.
    Desde entonces, tenemos de fondo en la laptop una imagen de una rata con una araña en la boca, y para mi cumpleaños recibí un regalo envuelto en papel con ratas, una rata de peluche y un montón de confeti con ratas de papel. Ahora espero que, para nuestro aniversario, me regale calcetines con ratas, y yo ya estoy preparando un colgante en forma de araña. © Overheard / Ideer
  • Mi esposa es de un pueblo pequeño, a unos 100 kilómetros del mío, y ahora vivimos allí. Para la boda, sus padres nos regalaron un enorme congelador horizontal. En ese momento pensé: ¿para qué? Pero mi suegra nos apuntó con el dedo y dijo que nos mataba si lo vendíamos. Un mes después, todo tuvo sentido: nos trajeron carne, empanadillas, salchichas y embutidos caseros, conservas, frutas y verduras. Comenzamos a ir al supermercado solo por pan y productos de limpieza. Ahora estamos considerando comprar un garaje. La familia crece, y las reservas también. © Overheard / Ideer
  • Toda la familia se preparaba para ir a la fiesta de cumpleaños de mi papá. Mi esposo y yo ya habíamos comprado el regalo, estábamos vistiéndonos, y mi hijo estaba sentado en el sillón tarareando algo. Me acerqué y le pregunté: “Leo, ¿qué le vas a regalar tú a tu abuelo? ¿Quieres que pasemos a comprarle algo en el camino, para que se lo des de tu parte?” Con toda la seguridad del mundo, me respondió: “¡Ya tengo un regalo! ¡Es una canción!” Intrigada, le pregunté: “Y qué canción es esa? ¿Una de ‘Feliz cumpleaños’?”
    Y comenzó a cantarme: “¡Hoy es el día en que nací! ¡Hoy estoy bien arreglado! ¡Hoy me llenan de amor! ¡Hoy cumplo treinta años!” Y aunque el abuelo cumplía 75, se sorprendió, valoró el esfuerzo del nieto y estaba más feliz que nunca. © Mamdarinka / VK
  • Recuerdo que en el trabajo estábamos celebrando el cumpleaños de una compañera. Cumplía unos 30 años. Y uno de los compañeros le leyó un poema bastante largo, para felicitarla por sus 40. Todos se quedaron en silencio, sin saber qué decir, excepto una amiga del trabajo y yo, que no pudimos contener la risa. © Tatyana Pashchenko / VK
  • A los 19 años, mi novio me regaló un coche. Esa misma noche llevé a pasear a una amiga. Al día siguiente me escribió: “Estuve pensando, y ahora no tengo en qué ir a trabajar, así que me lo voy a quedar”. ¡Mi papá no paraba de reírse! Hasta hoy es un chiste de la familia. © sashasolar / Instagram
  • El 8 de marzo, hacía dos meses que había dado a luz. Mi exmarido me dijo que al día siguiente llegaría mi regalo. Pasó el día, llegó la noche y él me armó una escena. Unos días después, cuando hicimos las paces, le pregunté por mi regalo y me contestó: “No tendrías que haberme fastidiado. Lo cancelé”. © j.qgross / Instagram
  • Me regalaron 101 tulipanes en el trabajo. Todo habría estado perfecto si no fuera porque esa misma persona, tres horas antes, me había pedido prestado exactamente lo que costaba el ramo. Y nunca devolvió el dinero. © dianahasanovna / Instagram
  • ¡Yo estuve del otro lado de esta pesadilla! ¡El regalo de verdad iba en camino! Pero luego lo cancelaron varias veces, yo lo volvía a pedir, y al final simplemente lo dejé pasar, porque ya había pasado muchísimo tiempo. ¡Dios mío, me quiero morir de la vergüenza! © ulyyanova / Instagram

Los regalos dicen mucho sobre quien los da... pero los que se quedan en promesas, dicen aún más. Después de leer historias como estas, queda claro: a veces es mejor recibir un detalle modesto pero sincero que quedarse con un montón de promesas vacías. Y aunque estas situaciones pueden desanimarnos, no nos hacen menos valiosos. Y tú, ¿qué crees que es peor: algo que nunca te regalaron o algo que te dieron y luego te quitaron? ¡Cuéntanos en los comentarios!

Aquí te dejamos más historias sobre regalos y las personas que los reciben:

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