9 Datos sobre el kínder que los maestros conocen bien, pero que pueden sorprender a muchos padres
Ser padre o madre de un niño pequeño es un verdadero trabajo, y cualquiera que esté en contacto con niños en edad preescolar a diario lo entiende como nadie. Me llamo Nadia y tengo 7 años de experiencia como madre y 15 como maestra de jardín de niños. Por lo tanto, tengo información y consejos útiles para compartir, incluso con madres y padres muy experimentados.
¿Qué criterios priorizas a la hora de elegir un kínder para tu hijo?
1. No caigas en la manipulación
Los niños en mi grupo llevan tiempo asistiendo al jardín de niños, algunos desde hace unos tres años. Sin embargo, hay quienes siguen llorando a mares cada mañana al despedirse de sus padres.
Un niño, llamémoslo Juanito, solloza hasta que su madre le promete que va a tener algún día libre entre semana. Como resultado, el niño va al kínder un par de días y se queda en casa otros tres. Si la madre no se hubiera dejado llevar por las manipulaciones de su hijo, este se habría acostumbrado hace mucho tiempo y habría dejado de llorar por las mañanas.
2. No a las despedidas largas
Una niña llamada María también empieza cada día llorando. Es más, según sus padres, se despierta sin problemas, sale de casa de buen humor, pero cuando llega el momento de despedirse de su madre, empieza a hacer una rabieta.
El hecho es que la propia madre no quiere separarse de su hija y se empeña en posponer el momento de la amarga despedida. La niña percibe la preocupación de un adulto al que quiere más que a nada y también se pone nerviosa.
Es recomendable no mostrar a tu hijo tu angustia, porque entonces es menos probable que se calme rápidamente. Cualquier cosa que te preocupa como padre o madre puede y debe ser hablada con el maestro. No te demores demasiado en el momento de despedirte. Es mejor adoptar un ritual de despedida corto y divertido: por ejemplo, un beso en la mejilla y un roce en la nariz. También puedes meter en el bolsillo de tu hijo alguna cosita que le recuerde lo mucho que lo quieres.
Además, procura evitar volver corriendo hacia tu hijo si oyes que se rompe a llorar, ya que esto hace que sea mucho más difícil para el maestro calmarlo. Según mi experiencia, casi todos los niños se quedan tranquilos minutos después de que sus padres se vayan.
3. El jardín de niños no es lugar para princesas
Me encanta que los padres traigan a sus hijos bien vestidos y arreglados. Sin embargo, me pone muy triste cuando, al recoger a sus pequeños, empiezan a regañarlos por tener la ropa sucia o estropeada.
Tengo una niña en mi grupo a la que sus padres llaman princesa. Todos los días se presenta con un hermoso vestido nuevo, dos trenzas muy cuidadas, pinzas para el pelo y pulseras en las muñecas. Sin embargo, a la niña le encanta correr con sus compañeros de clase en lugar de jugar tranquilamente con las muñecas, por lo que al final del día su madre recoge del kínder a su hija con un aspecto completamente diferente.
Una vez, durante un paseo, a esta niña se le rasgó el dobladillo de la falda del tutú. Cuando su madre, al recogerla, lo vio, no pudo contenerse y le dio una reprimenda. Entonces la niña contestó, con cara muy seria: “¡Mamá, esto no es un palacio, sino un kínder. Y aquí trabajamos mucho!”. Todos se rieron. Al día siguiente, vino con un vestido sencillo que ya estaba manchado.
Tengo un hijo. A menudo me he permitido llevarlo con la ropa un poco manchada al jardín de niños, donde, por cierto, yo misma trabajaba. Es porque yo, como maestra, sé que una playera blanca le durará, como mucho, hasta el desayuno. Y si las cosas son así, ¿por qué hacerte la vida aún más difícil lavando la ropa todos los días?
Por supuesto que me alegra ver niños arreglados, pero siempre les digo a los padres que le pongan a su pequeño algunas prendas que no les den pena, porque no puedo custodiar el aspecto impecable de todos los 30 niños a la vez. No me molesta en absoluto alguna que otra mancha en la playera de un niño, pero siempre llamo la atención de los padres sobre las uñas demasiado largas o el flequillo que se le mete en los ojos.
4. Todo lo que digas puede ser usado en tu contra
Los pequeños son como esponjas y absorben todas tus palabras y actitudes muy rápidamente. Para ser sinceros, sabemos mucho más de tu familia de lo que puedes creer. Y, a veces, tu hijo puede ponerte en una situación incómoda.
Una madre vino al kínder a recoger a su hijo con un joven apuesto que, evidentemente, no era el padre del niño. El pequeño, al ver a la pareja, declaró con orgullo: “¡Es mi segundo papá! Vivimos todos juntos”. La madre se sonrojó como un tomate y el hombre no sabía dónde mirar. Resultó que todo era mucho más sencillo: esta señora tenía un hermano gemelo que llegó de visita desde otra ciudad y, además, se llamaba igual que el padre del pequeño. Nadie le había explicado bien la situación al niño de tres años, por lo que él sacó sus propias conclusiones.
- Hubo un tiempo que yo hacía muchas listas de todo tipo y mi hijo lo observaba. Un día, cuando estaba en el kínder, escribió algunas palabras en la pared en forma de una lista y, poco a poco, iba tachando una tras otra. En un momento dado, la maestra lo vio y le exigió una explicación de este “vandalismo”. “Es una lista de personas que aún no me han molestado hoy”, dijo el pequeño en voz baja, mientras tachaba el nombre de la maestra en la pared. © Oídoporahí / Ideer
5. No le enseñes a tu hijo a defenderse pegando
Hace poco presencié un diálogo entre una madre y su hijo, que se quejaba de que otro niño le había pegado con un coche de juguete. En general, se llevan bien, pero pueden pelearse de vez en cuando, debido a su corta edad. La madre le dijo: “Deberías haberle devuelto el golpe para que aprendiera a no ser irrespetuoso”. A lo que el niño respondió: “Mamá, ¿qué estás diciendo? Es mi amigo. ¿Cómo voy a hacerle daño?”.
En esta situación, el niño de tres años resultó ser más sabio que la persona adulta. En primer lugar, porque responder a la agresión con agresión es improductivo. En segundo lugar, un niño pequeño no calcula su fuerza y puede responder de tal manera que su pequeño contrincante resulte gravemente herido. En este caso, serán responsables tanto el personal del kínder como los padres que dieron a su hijo un mal consejo.
6. No regañes directamente a los hijos de los demás
Se recomienda resolver los conflictos entre los niños solo con la ayuda de otros adultos: el maestro, los padres, el director del kínder, etc. No es nada aconsejable regañar al hijo de otra persona.
Pongo dos ejemplos. Primero: una madre vio que su hijo fue empujado por su compañero de clase y fue a reñirlo. En ese momento, se acercó la madre del chico que había causado el problema. Como resultado, las dos terminaron peleando entre sí y se mantuvo un ambiente tenso hasta que los niños terminaron el kínder.
Segundo ejemplo: una chica le contó a su madre que un chico la había agredido. La madre corrió inmediatamente a buscar al pequeño y a sermonearlo. El padre del mismo estuvo de acuerdo con la reprimenda y también comenzó a regañarlo públicamente. Finalmente, los padres de los niños se llevaron bien, pero el chico quedó traumatizado porque su padre lo traicionó al no protegerlo de la desconocida que se consideraba con derecho a afrentar a alguien obviamente más débil.
7. Confía en tu hijo, pero comprueba si lo que dice es cierto
Otro caso. Una tarde, durante un paseo, dos niños y una niña estaban jugando a la persecución. La chica se cayó varias veces, pero no lloró. Al contrario, seguía corriendo y riéndose. Sin embargo, en cuanto llegó su madre, la pequeña rompió a llorar, alegando que los chicos la habían empujado, aunque no le habían puesto un dedo encima. En lugar de hablar conmigo, la mujer se fue a pelear con los padres de los niños, que no sabían nada.
Vi que el conflicto se escalaba y aclaré las cosas. Entonces la madre de la chica me preguntó: “¿Por qué mintió mi hija? ¿Cómo ahora puedo confiar en ella?”. Pero una mentira es cuando una persona engaña deliberadamente a alguien, y es poco probable que una niña de 5 años pueda llorar a propósito para engañar a sus padres. A menudo, los pequeños se confunden, imaginan algunos acontecimientos y fantasean, pero no se trata de una mentira, tal como la entendemos la mayoría de los adultos.
Tal vez la chica había sentido dolor al caer, pero comprendía que eso era una consecuencia habitual de los juegos activos. Cuando la niña vio a su madre, funcionó un factor desencadenante: llegó la persona que suele consolarla y con la que se siente segura. Así que el cerebro infantil dedujo: “Los chicos corrían detrás de mí, lo que significa que son los culpables”.
Como resultado, la historia se embelleció con detalles inexistentes. Es tarea de los padres averiguar lo que es verdad y lo que es fantasía. Y nosotros, los maestros, estamos encantados de ayudarlos a hacerlo.
8. Elige un solo nombre para tu hijo
Me gustan los nombres poco comunes, ya que resaltan la personalidad del niño. Sin embargo, a veces se convierten en la fuente de un verdadero dolor de cabeza para los maestros. Una vez, estaba sustituyendo a un colega que cayó enfermo. Él tenía en su clase una niña llamada Mariluz. Al final de día, una señora mayor vino a recoger a una tal Lu. Le contesté amablemente que tal vez se equivocaba, porque no había ni una sola Lucía en mi lista. La mujer empezó a gritarme: “No se llama Lucía, sino Mariluz, ¿no sabes que la llamamos así?”.
Los maestros estamos dispuestos a llamar al niño por su nombre habitual, pero también somos seres humanos y no podemos saberlo todo.
9. No trates al profesor como a un enemigo
A menudo tengo que llamar la atención de los padres sobre los problemas de sus hijos: a un alumno se le han quedado pequeños los zapatos de andar por clase, otro no quiere vestirse solo para salir a pasear o no sabe saltar a la pata coja en educación física. Algunos padres lo ven como una crítica a su forma de educar o criar a sus hijos, o incluso como un deseo de mostrar superioridad.
Entendemos que puedes estar ocupado en el trabajo y no darte cuenta de que es el momento de comprarle a tu hijo unos zapatos nuevos. Que el niño es capaz de hacer las cosas por sí solo en casa, pero, por alguna razón, no quiere hacerlo en el kínder. Nuestro trabajo no consiste en añadir problemas, sino en resolverlos junto con ustedes. Somos un equipo.