Por qué hay personas sin las muelas del juicio (y otras 8 características de la evolución humana explicadas)

Salud
hace 1 año

Hoy en día sabemos que nuestros ancestros, antes de ser la especie dominante en el planeta, tuvieron que bajar de los árboles y pasar por una verdadera metamorfosis del cuerpo y la mente. En el futuro, las transformaciones biológicas podrían seguir, y aunque no hay certezas, al menos podemos hacer una lista con algunos de los cambios que la evolución ha traído y entender un poco sus causas.

Si pudieses tener control sobre la evolución, ¿qué características de otros animales agregarías al ser humano?

1. Originalmente, todos teníamos los ojos marrones, pero una mutación genética lo cambió todo

El hombre moderno tuvo que sobrevivir en entornos inestables y desarrolló una combinación única de características físicas. Se dice que, originalmente, todos teníamos los ojos marrones, hasta que una mutación genética creó una especie de interruptor que cambió las cosas, haciendo que el color marrón se diluyera paulatinamente en azul.

Este cambio en la apariencia parece haber ocurrido incluso antes de que los humanos, al llegar a Europa hace unos 45 000 años, empezaran a tener una piel más pálida para evitar la deficiencia de vitamina D en climas con menos luz solar. Así que, si pudiésemos ver a los primeros humanos que migraron desde África, tendríamos que imaginar a alguien de piel morena y ojos claros.

2. La capacidad de aferrarse es una habilidad evolutiva que los recién nacidos todavía recuerdan

La pérdida de pelo en la mayor parte del cuerpo del ser humano ocurrió en algún momento de la evolución asociado con el caminar sobre dos piernas. Pero, tal y como ocurre en otras especies, el pelo fue importante para la supervivencia de la especie.

Era, por ejemplo, útil a la hora de cargar a las crías, ya que podían aferrarse a quien las transportaba, dejándoles las manos libres. Aún hoy, los recién nacidos parecen recordarlo; es por ello que suelen apretar los dedos con fuerza.

3. El dedo gordo del pie hizo que fuera más eficiente caminar en dos piernas

Nuestros ancestros homínidos pasaban su tiempo tanto en los árboles como caminando en sus dos piernas, pero con una postura agachada. La clave para que finalmente la postura del hombre llegase a ser erguida parece haber sido el dedo gordo del pie, ya que este proporcionaba el poder de empuje necesario para caminar y correr.

El dedo gordo fue el último en evolucionar, probablemente, porque era el más difícil de cambiar. Además, tenía un rol de agarre, tal y como continúa teniéndolo hoy en día en otros primates como los orangutanes, que continúan balanceándose sobre las ramas y tienen huesos de los pies análogos a los de las manos.

4. El cerebro del ser humano necesitó más espacio

El cerebro del humano aumentó de tamaño, mientras que el crecimiento de la mandíbula y el número de dientes (controlado por otros genes) se quedaron atrás. Por eso, en muchos casos, ya no se tenía el suficiente espacio para que pudiesen salir las muelas del juicio. En el presente, algunas personas las tienen, mientras que otras no, y hay varias razones detrás de ello.

Una de las posibles causas son los grupos étnicos, ya que, por ejemplo, los asiáticos tienden a tener mandíbulas más estrechas que los europeos y los africanos, resultando en menos espacio para los dientes. Además, la falta de muelas del juicio se convirtió en una ventaja reproductiva, puesto que los individuos que no pasaran por el dolor intenso que causa la salida de estas muelas tendrían más oportunidades de reproducirse.

5. Algunas partes del cuerpo humano requirieron menos protección

Algunos animales tienen un tercer párpado traslúcido llamado membrana nictitante, que protege los ojos. En el pasado, los humanos y otros primates parecen haberlo tenido, pero fue evolucionando al punto de ser reducido en tamaño. En la actualidad, queda un pequeño pliegue llamado plica semilunaris. Después de todo, ya no es necesario porque no usamos la cabeza para cazar.

6. Nuestros oídos se hicieron más selectivos

Algunos animales, como los conejos, tienen la habilidad de mover las orejas como parte de su lenguaje corporal. El ser humano, de igual manera, puede entrenar sus orejas para lograr leves movimientos. Esto se debe a que, en el pasado, nuestra especie podría haber tenido un sistema de orientación en el que la parte externa del oído intervenía, haciendo que nuestras orejas reaccionaron con movimientos ante estímulos externos.

7. Perder cabello sirvió para más de un propósito

Para algunos simios, el hecho de tener el cuerpo cubierto de pelo es útil para mantener el calor en los climas fríos, pero el hombre, en su proceso evolutivo, migró a zonas donde sudar resultaba más importante para mantenerse fresco, por lo que el vello ya no jugaba un papel tan importante. Sin embargo, hay más hipótesis que intentan explicar las causas de la aparente piel desnuda.

Se cree que otra de las causas de que no tengamos vellos muy notorios en el rostro es que estos dificultarían la comunicación visual. Una persona puede detectar cambios en el color de la piel que le brindan información que, si bien no es tan relevante para cazar, sirve para leer emociones (por ejemplo, al ver un rostro ruborizado) e incluso inferir sobre la salud del otro.

8. Las náuseas en el embarazo son otra conducta evolutiva

Las náuseas que experimentan las mujeres durante el embarazo podrían ser una respuesta evolutiva. En el pasado, alimentos como los huevos y las carnes sin refrigeración podían tener toxinas y microorganismos potencialmente dañinos, por lo que las ganas de vomitar serían una forma de evitar enfermedades.

9. La expresión de enfado también la trajo la evolución

En la película El planeta de los simios vimos a una especie de evolución alternativa de primates, muchos con una expresión de enojo. Pues bien, parece que esto tiene sentido para la ciencia, considerando que “la cara de ira” es otro rasgo de la evolución que tiene la intención de mostrar la capacidad de daño que tiene un individuo, y el rostro sería en ese sentido la primera invitación a la negociación.

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