9 Partes del cuerpo que podrían cambiar pronto
Mírate en el espejo. Sí, observa tus ojos. ¿Ves ese pequeño pliegue de tejido en la esquina interior? Prepárate para esto: solía ser un tercer párpado, también conocido como membrana nictitante. Puedes verlo hoy en día en serpientes o lagartos, por ejemplo. El tercer párpado se utilizaba para el mismo propósito que los otros dos, aunque no está claro si los humanos llegaron a tenerlo completamente desarrollado. Esta membrana no era tan gruesa como los dos párpados que tenemos, y podía humedecer el ojo sin obstruir la visión. Ahora mismo, todo lo que nos queda de ella es este pequeño pliegue en la esquina del ojo, y lo más probable es que en el futuro la perdamos por completo. Y quizá dejemos por fin de despertarnos con esas asquerosas lagañas que se forman durante la noche.
Ahora, mientras sigues frente al espejo, mira más abajo... más abajo... un poco más abajo. Sí, esos son los dedos de tus pies, Diles hola... y adiós. Los científicos creen que, en un futuro más o menos lejano, nos desharemos completamente de los dedos de los pies. Nuestros antepasados, los antiguos primates, los necesitaban para trepar a los árboles de forma más eficiente: utilizaban tanto las manos como los pies para agarrarse a las ramas de los árboles. Hoy en día puedes verlo en la mayoría de los monos y simios: tienen dedos más largos y flexibles, así como pies más similares a manos, que les permiten agarrarse a las ramas. Esa movilidad también les permite tomar objetos del suelo si es necesario. Para nosotros los humanos, hasta levantar un bolígrafo que se nos ha caído con los dedos de los pies es una tarea compleja, pero no para nuestros parientes primates.
Los humanos hemos evolucionado por un camino diferente: comenzamos a caminar erguidos y a bajar de los árboles, lo que hizo que los pies rígidos y los dedos cortos fueran más necesarios. Hoy en día, seguimos usando estos dedos para mantener el equilibrio al pasar de las puntas de los pies hacia las puntas de los dedos, pero actualmente nuestro equilibrio está mucho más centrado. Primero se desplazó hacia el interior de los pies, lo que hizo que los meñiques se volvieran pequeños y los dedos gordos, grandes. Sin embargo, a medida que el equilibrio se aleje por completo de los dedos, es más probable que se fusionen en el futuro. Ahora date la vuelta y mira tu precioso trasero. Si alguna vez te caíste de un skateboard o te resbalaste caminando sobre hielo, de seguro recordarás lo terrible que es golpearte el coxis contra una superficie dura. Por suerte para nosotros, los científicos predicen que desaparecerá muy pronto en el curso de la evolución.
El coxis es una característica que también nos dejaron nuestros antepasados primates. Al igual que antes, necesitaban la cola para obtener más movilidad entre las ramas, y la usaban para pasar de un árbol a otro. Es difícil decir cuándo abandonamos la cola para no recuperarla, pero los hechos son los hechos: lo único que nos recuerda a aquellos gloriosos días de salto en los árboles es el bonito e inútil hueso en el extremo inferior de nuestra espalda. Bien, regresemos a la cara. Abre la boca y di “ahhh”. ¡Si eres un individuo afortunado por no tener muelas del juicio, puedes decir con orgullo que eres producto de la evolución! Como sabrás, los dientes son la única parte del cuerpo humano que no se repara. Así que, si perdías todos tus dientes en los tiempos oscuros sin dentistas, la única opción que tenías era comer comida líquida. Eso no es genial. Los científicos creen que la naturaleza nos dio las muelas del juicio como reemplazo de los dientes más viejos y desgastados que hemos tenido desde la infancia. Por eso aparecen tan tarde en nuestras vidas.
Sin embargo, hoy en día, con todos los avances de la odontología, solemos conservar todos o la mayoría de nuestros dientes intactos hasta una edad muy avanzada. Incluso si perdemos algunos, siempre podemos reemplazarlos con otros nuevos. Esto hace que las muelas del juicio se conviertan en un vestigio. Y parece que lo entienden, ya que cada vez menos personas deben pasar por la molesta dentición adulta. Hablando de dientes, nuestra mandíbula ha estado cambiando durante los últimos 10 000 años, y se prevé que cambie aún más muy pronto. De hecho, es la parte de nuestro cuerpo que ha cambiado más rápido. En el pasado, cuando los primeros humanos sobrevivían cazando y recolectando, necesitaban mandíbulas enormes y poderosas y dientes más grandes para masticar la carne cruda y triturar las plantas. Cuando comenzaron a cocinar y más tarde a cultivar, los alimentos se volvieron menos duros, por lo que sus mandíbulas se hicieron más pequeñas para adaptarse a las necesidades actuales.
Con el paso del tiempo, la mandíbula se ha reducido cada vez más, y es probable que siga haciéndolo en el futuro. Gracias a todos los alimentos procesados que no necesitan mucha masticación, los humanos del futuro probablemente tendrán rasgos faciales más delicados, con mandíbulas finas y pómulos suaves. Algunas partes del cuerpo no desaparecen, sino que vuelven a aparecer. Hace cien años, la fabela, un hueso diminuto situado en la parte posterior de la rodilla, solo estaba presente en alrededor del 11 % de las personas, y los científicos pensaban que desaparecería por completo en poco tiempo. Pero, contra todo pronóstico, este pequeño y valiente hueso ha llegado a las rodillas de un sorprendente 39 % de las personas modernas.
Todavía no se sabe con certeza por qué ha regresado, pero la opinión más popular es que nos hemos vuelto más altos y pesados que nuestros antepasados. Eso es cierto: a medida que nuestra dieta se hizo mejor y más nutritiva, aprendimos a vivir más tiempo y a crecer más. Es probable que nos encontremos en la cima de nuestra altura evolutiva. La fabela podría haber aparecido en nuestro cuerpo para proporcionar una superficie lisa, lo que produce que el tendón detrás de la rodilla se deslice. Esto reduce la fricción y disminuye las posibilidades de daño por desgaste. Hablando de hacerse más grande, regresemos a ese espejo, ¿de acuerdo? Muéstrame tus músculos: ¡bonitos bíceps! Lamentablemente, no son tan bonitos como los de tus antiguos antepasados. No todo en la evolución es 100 % bueno para nosotros; la evolución es solo un conjunto de características que se adaptaron mejor. Y ese es el caso de nuestros músculos: se han hecho más pequeños y débiles con el tiempo, especialmente en la parte superior del cuerpo.
En la antigüedad, los seres humanos necesitaban músculos grandes y fuertes para realizar muchas tareas manuales, desde cazar y transportar la pesca a casa hasta fabricar herramientas y construir refugios. Las cosas no se hicieron más fáciles, todo lo contrario: arar los campos y construir estructuras complejas exigía mucha fuerza y resistencia. Pero, a medida que el progreso tecnológico ganó terreno, las capacidades físicas dejaron paso a la capacidad cerebral, y las máquinas comenzaron a hacer buena parte del trabajo, incluso mejor que nosotros. Nos orientamos más hacia el sedentarismo y pasamos cada vez más tiempo frente a las computadoras. Nuestros músculos se han vuelto cada vez más pequeños, simplemente porque ya no los necesitamos tanto. Es muy probable que, a medida que el progreso continúe, nos volvamos mucho más delgados y tengamos más problemas para ganar masa muscular.
Nuestro cerebro es particularmente interesante, ha ido cambiando a partir de una especie de patrón extraño. Nuestros antepasados lejanos tenían un cerebro bastante pequeño, pero los parientes cercanos de los humanos, los neandertales, recibieron un cerebro más grande que de un humano moderno promedio. En el transcurso de la evolución, el cerebro humano se hizo más grande, pero en los siglos más recientes ha comenzado a encogerse, y nadie sabe exactamente por qué. Algunos expertos dicen que podría tener que ver con el cambio de nuestro estilo de vida y las conexiones sociales. Los primeros humanos, sobre todo los cazadores-recolectores, debían recordar todas las plantas y animales que veían, así como sus propiedades y la forma correcta de utilizar tal o cual cosa. Eran más generalistas, tenían que aprender todo lo que sus padres sabían y averiguar más por su cuenta.
El humano moderno está más especializado en un área determinada y profundiza temas específicos, por lo que depende de sus compañeros para el resto. Los antiguos humanos trabajaban en grupos donde cualquiera podía sustituir a otro; nosotros nos reunimos en equipos donde cada miembro tiene su propia tarea y es irremplazable. Aun así, el tamaño del cerebro no parece importar tanto: por ejemplo, las orcas y los elefantes tienen cerebros más grandes que el nuestro, y eso no los hace más inteligentes. ¿Satisfecho? Imagino que sí. Y si nos aventuramos en lo desconocido, es decir, dentro de milenios, incluso podríamos desarrollar rasgos bastante increíbles. Algunos afirman que, si la tendencia a la subida del nivel del mar persiste, ¡los humanos podrían adaptarse a una vida en el agua! Podríamos evolucionar hasta tener manos y pies palmeados para nadar mejor, y desarrollar branquias para respirar bajo el agua.
O, si vamos al espacio y comenzamos a colonizar otros planetas, tendremos que adaptarnos a sus condiciones. Marte, por ejemplo, tiene una gravedad menor y un clima mucho más frío. Esto probablemente hará que los humanos sean más altos y ligeros, pero también puede hacer que les crezca mucho más vello corporal para mantenerse calientes. Y, por el contrario, los planetas con una gravedad más fuerte y temperaturas más altas transformarán a los humanos en criaturas fornidas, robustas y probablemente sin pelo. Las posibilidades son infinitas. Oye, puede que debido a las redes sociales nos transformemos en pequeñas bolas con grandes ojos, pulgares y poco más, mucho más aptos para enviar mensajes de texto. Mmm, espero que no.