Caminaba 12 horas cuando era niño para estudiar música y hoy es el primer pianista rarámuri

Historias
hace 6 meses

En cada desafío, descubrimos nuestro potencial y nos damos cuenta de que el camino hacia el éxito está pavimentado con dedicación incansable y valentía inquebrantable. Historias de triunfo, como las de Romeyno, son una prueba de que, con determinación y pasión, podemos superar cualquier obstáculo y alcanzar las cimas más altas.

A la tierna edad de cinco años, Romeyno Gutiérrez, un indígena rarámuri de Batopilas, una pequeña comunidad anclada en las profundidades de la Sierra Madre Occidental de Chihuahua, se asomaba por la ventana de su habitación para espiar a un hombre de piel clara y acento extranjero. Este sujeto, Romayne Wheeler, era un pianista estadounidense que, después de tres décadas de dar conciertos en Europa, decidió aventurarse en México en busca de nuevas experiencias.

Wheeler llegó a Batopilas en 1980, fascinado por unas imágenes que vio en la revista National Geographic sobre la cultura, filosofía, danza y música rarámuri. Se estableció en la comunidad y fue recibido cálidamente por sus habitantes. Se enamoró tanto de la vida en la sierra que decidió vivir con un indígena rarámuri, quien lo invitó a compartir su hogar. Este hombre, para honrarlo, le dio a su primer hijo el nombre en rarámuri Romeyno Gutiérrez.

“Mi padrino, Romayne, siempre me cuenta que cuando era muy pequeño, me quedaba mirando por la ventana mientras escuchaba la música clásica que él tocaba, especialmente las composiciones de Mozart. Esto me llamó mucho la atención porque esa música es muy alegre, similar a la de nosotros, los rarámuris”, explicó Romeyno.

“El que yo me interesara por la música clásica fue una gran sorpresa para mi padrino, que enseguida vio que yo tenía algo, que traía la música por dentro”, dice.

Motivado por este interés, Wheeler, originario de California y ya considerado parte integral de la comunidad como si fuera un rarámuri más, empezó a impartir a Romeyno las bases del piano. Al igual que los demás niños del pueblo, él equilibraba su tiempo entre la escuela y las tareas agrícolas, como el cuidado de cabras y la siembra de maíz, frijoles y papas. Así transcurrían los días hasta que, a la temprana edad de seis años, el joven Romeyno tuvo su primera presentación pública.

Ahora, a sus 35 años y con casi dos décadas de experiencia, Romeyno se ha convertido en un destacado intérprete del piano y también en un modelo para los jóvenes de los pueblos originarios de México. Sin embargo, él enfatiza que llevar el título de primer pianista rarámuri o primer pianista indígena conlleva una gran responsabilidad que, en ocasiones, resulta abrumadora.

“Me siento profundamente orgulloso de llevar esta distinción, por supuesto”, afirma. “Recientemente, viajé a Canadá y toqué vestido con el traje típico de nuestra región serrana. Fue una experiencia increíble. Pero al mismo tiempo, siento una carga de responsabilidad muy grande. A veces pienso: ’quizá no sea digno de esto’, pero prefiero dejar que sea el público quien decida si lo soy o no. Hasta ahora, tanto el público como los jóvenes han apreciado mucho la música que estoy creando”.

La inspiradora odisea de Romeyno Gutiérrez no solo es un triunfo personal, sino también un ejemplo vívido de cómo las personas pueden superar obstáculos aparentemente insuperables. En su historia podemos ver el poder transformador de la voluntad humana, lo que nos recuerda que todos somos capaces de superar las adversidades y alcanzar nuestras metas más ambiciosas.

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