De niños muchos creíamos que estas 12 cosas nunca cambiarían, pero caímos en la trampa de la adultez

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hace 2 años

Cuando somos niños, vemos la adultez como ese momento de completa libertad en el que podremos hacer todas las cosas locas y divertidas que imaginamos. Pero cuando llegamos a la edad de los dolores de rodilla, todas esas promesas de una vida fantasiosa se quedan atrás.

En Genial.guru rememoramos las ocurrencias que teníamos de niños para comprobar cuánto nos hizo cambiar el tiempo.

1. Usar suéter al salir de casa

De niños, el frío parecía no causarnos ni la más mínima reacción. Lo más común era evitar a toda costa ponernos el suéter que nuestros padres tanto insistían en que vistiéramos. Pero ahora nos toca estar del otro lado de la moneda y ser los primeros en decir: “¿Y mi suéter?”, antes de enfrentarnos a las temperaturas del exterior.

2. El típico “en casa hay comida”

Para muchos era todo un sueño imaginarse ir al restaurante favorito de comida rápida. Pero eso se reservaba para una ocasión especial: a nuestros padres les encantaba recordarnos que en la casa había bastantes cosas que comer. Ahora nos pasa que esa comida de afuera no se nos antoja tanto, o realmente tenemos suficientes alimentos en el refrigerador.

3. No comprarnos todos nuestros caprichos

La vida de adulto podía parecer maravillosa y llena de oportunidades cuando éramos pequeños. Más de una vez soñábamos despiertos con todas las cosas que nos compraríamos, aunque nadie nos advirtió que sería un poco más costoso de lo que creíamos.

4. Pasar todo el día descansando

La energía infinita que teníamos de niños nos hacía creer que de mayores podríamos mantenernos activos todo el día. Nos imaginábamos jugando en el parque hasta no poder más y regresar a casa solo cuando fuera la hora de cenar. Ahora parece que uno de los mejores planes para un día de diversión es estar en la cama descansando y recargando nuestra energía.

5. Comer dulces a todas horas

Definitivamente, nuestro estómago no tiene la misma resistencia después de algunos años. Si de niños nos encantaban los dulces y podíamos comerlos uno tras otro, ahora lo más seguro es que un par de chocolates nos hagan sentir que ya fue suficiente.

6. Creímos que seríamos imparables

Antes pensábamos que si fuéramos más altos, como los adultos, la diversión sería mayor. Podríamos alcanzar todo lo que quisiéramos y escalar hasta el árbol más alto. Ahora dormir mal nos puede causar dolor de cuello todo el día y hasta levantar algo del piso nos podría dejar un dolorcito de espalda bastante molesto.

7. Dormir sería cosa del pasado

La hora de ir a la cama podía ser la mejor del día si estábamos cansados, pero si nuestra película favorita estaba en la televisión, era un castigo. Imaginarse de adulto era creer que pasaríamos toda la noche viendo lo que quisiéramos sin que nadie nos mandara a dormir. Pero siendo realistas, al ser mayores ya nos parece una mejor idea simplemente irnos a la cama porque sabemos que de todos modos no vamos a terminar de ver la película.

8. Ver esas aburridísimas telenovelas

Las novelas que nuestros padres veían nos podían parecer lo más tonto y aburrido del mundo, pero la verdad es que esos dramas y el suspenso se vuelven bastante entretenidos cuando eres adulto.

9. El engaño de los envases en el refrigerador

La experiencia universal de la infancia suele ser esta: abres el refrigerador y te encuentras con el snack perfecto, tomas el envase, lo destapas y ¡sorpresa! En realidad tenía frijoles. Aunque muchos juramos nunca cometer esos actos de maldad, al final tenemos que admitir que esos contenedores son perfectos para la comida que quedó del día.

10. Los temibles tiempos de espera

Estar en la alberca era sinónimo de días gloriosos de vacaciones. Eso sí, tenían momentos que se sentían eternos, pues todos los adultos nos obligaban a esperar después de comer para volver a nadar. Ahora ya no es necesario que nos detengan para saltar al agua: después de comer, seguro nos dio un poquito de sueño y recostarse es más bien un premio.

11. Decirles un rotundo “no” a ciertas comidas

Cuando crecemos, esos alimentos que nos parecían repulsivos comienzan a saber bien. Pasamos de ser especiales con el pan y querer quitarle la orilla antes de comernos un sándwich a pensar: “Creo que hasta es más rico así”. Y ni se diga con las verduras, de pronto una ensalada puede sonar antojable.

12. La pasión por un electrodoméstico nuevo

La emoción que recorre nuestro cuerpo cuando tenemos en las manos esa nueva licuadora con la que tanto soñamos es la versión adulta de recibir juguetes nuevos. Tal vez de niños no creíamos que pasaría, pero ahora es parte de las cosas que nos hacen el día más feliz.

¿Qué es eso que de niño juraste que nunca harías, pero terminaste cayendo en la trampa?

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