A ver q dicen ahora los veganos sobre q las plantas no "sienten"
Durante dos meses humillamos una planta y elogiamos a otra, ahora te compartimos los resultados
Toda persona adulta sabe cuánto puede herir una palabra. Esto lo demuestra un experimento realizado por la compañía IKEA. En una escuela normal pusieron dos plantas, una de las cuales era insultada con regularidad. El resultado fue impresionante, así que decidimos repetir esta experiencia.
Especialmente para los lectores de Genial.guru, contaremos sobre el experimento y su resultado.
¿Qué consiguió IKEA?
El resultado fue inequívoco: la planta que fue afectada por los insultos y burlas regulares, finalmente se marchitó. Pero nosotros no nos acostumbramos a creer en las palabras y por eso decidimos ver si podríamos lograr el mismo resultado.
Para el experimento compramos dos plantas iguales
Aquella planta que se encuentra del lado izquierdo, era la que se regañaba y aquella del lado derecho era la elogiada. Ya que las plantas tenían que escuchar nuestras voces el mayor tiempo posible y muy a menudo, grabamos variantes de frases en dictáfono y diariamente las reproducíamos a las plantas en un modo sin parar.
Una vez cada 3 o 5 días, cambiábamos “la lista de reproducción” para que las mismas palabras no hartaran a nuestro sujeto de prueba.
Durante las grabaciones, tratábamos de decir las expresiones con un sentido emocional para que la planta no solo “escuchara” las palabras, sino que también las “sintiera”
La planta que era regañada e insultada, entre otras cosas, escuchaba frases como:
- “¡Eres una perdedora!”
- “¡Una tonta bola de hojas!”
- “¡Ya es hora de que te vayas al vertedero!”
- “¡Mira qué desastrosa eres!”
- “¡Tú nunca crecerás alta y bonita!”
La planta que decidimos elogiar, diariamente escuchaba palabras absolutamente distintas:
- “¡Nunca había visto nada tan maravilloso como tú!”
- “¡Crecerás de tal tamaño que te verás desde el espacio!”
- “¡Yo creo en ti y te quiero!”
- “¡Yo nunca te tiraré y no te regalaré a nadie!”
- “¡Tú eres la mejor planta en mi vida!”
Los primeros resultados se vieron aproximadamente dentro de un mes después del comienzo del experimento
La planta que estábamos regañando resultó ser muy resistente. Incluso no comenzó a marchitarse, pero definitivamente se atrasó en crecer.
La planta que elogiábamos con todas nuestras fuerzas comenzó activamente a crecer incluso un poco de manera desproporcionada. Y se observó tal tendencia alrededor de un mes después.
Pero sucedió algo inesperado
El empleado responsable del experimento se fue de vacaciones. Durante 10 días, las plantas se quedaron sin la dosis diaria de elogios/groserías. Como resultado, la planta que se acostumbró a los insultos comenzó a crecer un poco, y aquella que elogiábamos empezó a marchitarse activamente: las hojas se cayeron y se rizaron. Pero unos días después de que activaran otra vez las grabaciones, ella cobró vida un poco.
Hoy en día, el resultado se ve de tal manera:
A pesar de que inicialmente iniciamos este experimento con escepticismo, tenemos que reconocer que la planta elogiada realmente empezó a crecer más alto y rápido de aquella que nosotros regañábamos. Esperemos que nuestra “planta expiatoria” no sea rencorosa.
Conclusión
Una palabra grosera, por más sutil que parezca, sigue siendo una grosería. Esta puede convertirse en “un látigo” incluso para las personas más resistentes. Como mínimo, puede detener el desarrollo, como lo que pasó con nuestras plantas, y como máximo, puede matar, como en el experimento de IKEA.
El discurso tierno ayuda a desarrollarse, da un empuje a crecer. Pero para aquellos que se acostumbraron a escuchar demasiados elogios, es muy difícil sobrevivir sin ellos.
Tales resultados nos ponen a pensar en las fuerzas de la palabras y comenzar a controlar minuciosamente lo que sale de nuestra boca, ya que las cicatrices realizadas mediante las palabras, no se curan.
Y tú, ¿a menudo ofendes a alguien con malas palabras? ¿Has pensado en la fuerza de las palabras antes de pronunciarlas?