10 Historias inusuales de exparejas que evidencian que dejar el pasado atrás es lo más acertado

Imagínate esto: el cocodrilo del Orinoco (Crocodylus intermedius), uno de los reptiles más imponentes del planeta, está hoy al borde de la extinción. En Colombia quedan menos de 250 ejemplares maduros. Esta especie, que solo habita en la cuenca del Orinoco, está contra las cuerdas por dos amenazas enormes: la caza furtiva, que no ha parado del todo, y la pérdida acelerada de su hábitat.
Durante los siglos XIX y XX, el cocodrilo del Orinoco fue víctima de una caza implacable. Su piel, muy valorada en la industria, lo convirtió en blanco fácil y codiciado. La presión fue tanta que su población quedó reducida a niveles mínimos, tan bajos que aún hoy lucha por recuperarse.
Pero los peligros no quedaron en el pasado. En algunas comunidades, estos cocodrilos siguen siendo cazados, esta vez para el consumo de su carne y huevos, una práctica que continúa afectando directamente su número.
A esto se suma un enemigo silencioso pero constante: la pérdida de su hábitat. La pesca indiscriminada, la contaminación de los ríos y la destrucción de las zonas donde anidan están fragmentando el espacio vital del cocodrilo y poniendo en riesgo su supervivencia a largo plazo.
Frente a la amenaza de extinción, la cría en cautiverio se ha convertido en una estrategia vital. En Venezuela, programas como el del Zoológico Leslie Pantin, y en Colombia también, han logrado liberar cada año cerca de 200 juveniles en su hábitat natural, en ríos como el Capanaparo. Cada liberación es una apuesta por restaurar lo que alguna vez estuvo al borde del colapso.
Pero liberar no basta si no hay dónde volver. Por eso, en Colombia se han identificado zonas prioritarias para la protección del cocodrilo del Orinoco, especialmente en departamentos como Vichada, Casanare, Meta y Arauca. Conservar estos espacios es asegurarles un futuro en libertad.
El cocodrilo del Orinoco no solo impone por su tamaño, también cumple un rol crucial en la biodiversidad de los ecosistemas donde vive. Al ser un depredador tope, mantiene bajo control las poblaciones de peces y ayuda a conservar el equilibrio natural de los ríos y humedales.
Además, su presencia —o su ausencia— dice mucho del entorno. Su declive funciona como un verdadero indicador ambiental: cuando estos cocodrilos desaparecen, es señal de que algo anda mal, de que los ríos están siendo contaminados o degradados más allá de lo visible.
Los conservacionistas trabajan contra reloj, pero el tiempo se agota. ¿Puede un esfuerzo local salvar a una especie con un rango tan limitado? Mientras tanto, el cocodrilo del Orinoco sigue nadando en aguas cada vez más hostiles. Si tuvieras que priorizar una acción concreta para salvar al cocodrilo del Orinoco, educación comunitaria, financiamiento para conservación o protección estricta de su hábitat, ¿cuál crees que tendría el mayor impacto y por qué?