La particularidad de la época estival se percibía con intensidad en la infancia, cuando las esperadas vacaciones sustituían a la rutina escolar. Pero incluso siendo adultos, seguimos viviendo nuestra pequeña vida en verano. Asamos brochetas, nos bañamos en la playa, recogemos bayas, cultivamos el huerto... En definitiva, los recuerdos cálidos son innumerables.
- Una vez estuve en Tailandia. Fui a alquilar una moto, y el dueño era un chico simpático de la India. Empezamos a hablar de nuestros países de origen. Elogié a su país, diciendo que tenían una cultura interesante. Recordé mi infancia, cuando mis amigos y yo íbamos al cine a ver películas indias. Se sorprendió mucho. Y aquí estamos, en medio de la calle en Tailandia, dos personas de diferentes nacionalidades, de diferentes partes del mundo, y gritando a pleno pulmón: “¡Jimmy, Jimmy, acha-acha!”. Las primeras 24 horas de alquiler de la moto me salieron gratis. © Éxito y fracaso / VK
- Trabajo como responsable de cocina en una escuela rural. En junio y julio, junto con mis compañeros, repartí almuerzos gratuitos en coche a 4 escuelas. Los dos meses pasaron volando. Tuve muchas conversaciones sinceras con los niños. Por ejemplo, un día una niña estaba emocionada porque teníamos manzanas. Me dijo que no tenía fruta fresca en casa. Después de aquel incidente, me aseguré personalmente de que se sirviera fruta fresca en todas las comidas. Llegamos al punto de enviar a nuestro jefe a la tienda de comestibles porque nadie había presupuestado fruta fresca. Vimos cómo las familias se reunían para comer y jugar. Vimos a los niños saltar de emoción cuando veían nuestro vehículo. No esperaba ser una repartidora de comida a mis 39 años. Pero me alegro de que haya resultado así. © MyPoorChequebook / Reddit
- En el despacho somos seis. Afuera había más de 30 °C, pero dos compañeras no paraban de quejarse: “¡El aire acondicionado nos da directo!”. Intentamos negociar, incluso propusimos cambiar de lugar. Hace unos días llegamos y... ¡el control remoto del aire había desaparecido! Resulta que una de ellas lo escondió. Exigimos que lo devolviera, pero ella, como si nada. Cuando, por fin, lo encontré y encendí el aire acondicionado, otra lo desenchufó y armó un drama enorme. Al final, a una de las compañeras que no tolera el calor le subió la presión por su hipertensión y tuvieron que llamar a la ambulancia; la llevaron al hospital con 200 de tensión. La jefatura se enteró de nuestras peleas por la temperatura. El jefe les pidió que cambiaran de lugar; se negaron, diciendo que esos eran sus puestos y estaban cómodas. Al final, el jefe se hartó y las trasladó a otro despacho: un semipasillo con ventanita pequeña, sin aire, por donde todos pasan. © Overheard / Ideer
“Verano en el pueblo de mi abuela”
- Cuando tenía 16 años, viajé a otra ciudad con mis compañeros de clase. Decidí verme lo mejor posible: me puse zapatos nuevos con tacón, aunque sabía que iba a estar todo el día de pie. Al cabo de un par de horas me quería morir, pero mi orgullo no me permitía admitir que era una tonta. Caminé apretando los dientes de dolor y gimoteando en voz baja hasta que dos amigos me miraron con lástima, me quitaron los malditos zapatos y se quitaron los tenis. Al final, los tres pisamos descalzos la acera, divertidísimos de que la amistad no fueran palabras bonitas, sino el cálido asfalto bajo nuestros pies. © Cámara 6 / VK
- En verano estaba con mi hija en el parque, paseábamos comiendo helado. Nos sentamos en un banco y, de repente, mi hija vio a una niña llorando. Me preguntó: “Mamá, ¿por qué llora esa niña? ¿Por qué todo el mundo está alegre y ella está tan triste?”. No pude responder a esta pregunta, y entonces mi hija añadió: “¿Me compras un helado? La invitaré, ¡la animaré!”. Le dije que quizá la niña quería estar sola, que quizá no necesitaba un helado en ese momento, pero mi hija no me hizo caso. Fue a por un delicioso helado, se acercó a la niña y se sentó a su lado. Hablaron durante unos cinco minutos, al final sonrieron y se acercaron juntas a mí. La chica se secó las lágrimas y me dijo: “Tienes una hija maravillosa, ¡un mes con un psicólogo no me ayudó tanto como ella en cinco minutos!”. © Cámara 6 / VK
“Corté la primera cebolla gigante”
- Una vez recibimos una carta de nuestros jefes diciendo que mañana se esperan invitados muy importantes, inversores que rondarán por la oficina. Así que todo el mundo tiene que limpiar sus mesas y vestirse decentemente. El diseñador Sergio no leyó la carta y al día siguiente vino con ropa cómoda. Con motivo del calor veraniego era una playera de rejilla sin mangas, pantalones cortos con flecos y chanclas. Faltaban cinco minutos para que llegaran los invitados, y fue entonces cuando el director vio a Sergio. Se le pusieron los pelos de punta:
— Sergio, ¿en serio? Hablaremos más tarde, ¡sal de la oficina de inmediato y pasa un par de horas en algún sitio!
— ¿Adónde voy?
— ¡Venga! Tómate un café por allí.
— Jefe, estoy sin blanca, así que no tengo dinero para tomar café.
— ¡Toma el dinero y vete de aquí!
Nosotros, planchados y peinados, miramos con envidia a Sergio, que se marchaba relajado. © © Anécdotas de la vida de anecdotes.net / VK - Durante todo el verano le prometí a mi hija que iríamos a un parque de atracciones al aire libre. Pero está fuera de la ciudad y no tenemos coche, así que no encontraba tiempo. O ayudábamos a mi padres en la casa de campo, o nos íbamos de vacaciones, o simplemente tenía un montón de cosas que hacer. Así estuvimos hasta agosto. Pero pensé: “¡Tenemos todo un mes de verano por delante, lo conseguiremos!”. Y entonces mamá me envía una postal: “¡Feliz día de la Asunción!”. Y me di cuenta de que ya había pasado la mitad de agosto. Me tomé un día libre, y ella y yo nos fuimos tres días enteros. La alegría de mi hija no tenía límites.
“Encontré una foto en el álbum de mi infancia. El verano es divertido, decían. Pero la varicela, no tanto”
“La sandía explotó, ahora la cocina está toda salpicada”
“Una mariquita gris con manchas en forma de corazón voló hacia mi balcón”
- Fui a Turquía con una amiga y su esposo simplemente para desconectarme. Estaba atravesando una ruptura difícil con un novio y no necesitaba nada más que sentarme junto al mar y llorar. Y entonces el esposo de mi amiga conoció a un grupo de chicos en un bar, y yo tuve una relación con uno de ellos. Era un romance de vacaciones. Me cortejó muy amablemente. Intercambiamos contactos, yo estaba absolutamente segura de que él vendría a verme. O yo iría a verlo a él. Cuando volamos de vuelta, el marido de mi amiga me confesó que ese hombre tan guapo estaba casado y tenía tres hijos. Ellos lo sabían desde el principio, solo querían que me desconectara. Y cuál fue mi sorpresa cuando un año después vi las fotos de su boda. Le mandé un mensaje y lo felicité. Resultó que este era su primer matrimonio y no tenía hijos, que yo para él fue una chica histérica que ni siquiera explicó su extraño comportamiento. Ambos queremos volver atrás, pero es demasiado tarde. ¿Y por qué mis amigos hicieron esto? © Overheard / VK
“Mis brazos comparados con mis piernas”
- Trabajé en una oficina sofocante todo el verano. Durante la ola de calor, los demás hombres y yo empezamos a llevar pantalones cortos. El jefe envió una carta a todos por correo diciendo que teníamos que seguir el código de vestimenta y llevar pantalones. Me cabreé mucho porque es como si no hubiera normas para las mujeres. Llevan shorts y faldas cortas, dejan los hombros al aire, y eso sin mencionar los escotes. Y yo tengo que sudar en pantalones largos, aunque ni siquiera tenemos aire acondicionado normal. Se lo conté todo a mis superiores y obtuve la siguiente respuesta: “¡Pues qué querías, son mujeres, se les permite por derecho de nacimiento!”. No podía dejarlo pasar, así que una semana después vine a trabajar con falda escocesa. A las miradas de locura respondí: “Me he hecho una prueba genética y resulta que soy un 4 % escocés, ¡me lo puedo permitir por derecho de nacimiento!”. La verdad es que es incómodo llevar falda escocesa, pesa mucho y es de lana. Pero la broma tuvo éxito, el jefe nos permitió llevar pantalones cortos no más altos que las rodillas. Estoy muy orgulloso de mí mismo, aunque me hayan privado de mi paga extra.
“Me adentré en el bosque en bicicleta. En cuanto supe que existen este tipo de máquinas y que incluso se pueden probar, me fui directamente a la zona”
- Mi esposo de la nada me regala un viaje: “Ve al mar, estás agotada”. Me quedé boquiabierta, pero me fui. Estoy en la playa. De repente, mi esposo sube una foto: una mesa, y al lado del plato... ¡una mano de mujer! ¡Se pasó! Vuelvo volando, entro a casa y ahí están mi esposo y... ¡mi prima, a quien no veía hace diez años! Resulta que querían darme una sorpresa. Me quedé como una tonta. Luego dije que supuestamente había reconocido su mano y decidí no esperar porque la extrañaba mucho. En fin, una tonta, sin más. © Mamdarinka / VK
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