20+ Entrevistas que fueron tan extrañas que no se sabe si era mejor ponerse a llorar o reír a carcajadas

Cuando se tiene hijos pequeños, las opiniones sobre su crianza abundan. Todos quieren opinar al respecto y tratan de dar consejos que generalmente terminan abrumando a los padres. Gracias a los avances y los profesionales como Florencia Becci, licenciada en psicomotricidad en atención temprana, cada vez existen más estudios que ayudan a reconocer cuáles son las mejores formas para tratar a un niño cuando está en las etapas más difíciles del comportamiento.
¿Cuál crees que es la mejor manera de introducir vegetales en la dieta de los niños? ¿Cuál es el consejo más descabellado que te han dado?
Primero, hay que entender a qué nos referimos cuando decimos la palabra “berrinche”. Alrededor de los primeros dos años, los niños comienzan a comprender el “no” como límite, el que impide que hagan aquello que quieren en el momento que lo desean. Esto puede causarles frustración, enojo y angustia, que se manifiestan de diferentes formas: arrojando objetos, tirándose al piso, gritando, llorando, entre otros.
Es importante, como adultos referentes en la crianza, comprender cuál es la manera en la que el niño manifiesta su molestia. Asimismo, también es una edad de gran potencia y aprendizaje; hay que encontrar la forma de comunicarnos con ellos y transitar las diferentes opciones para hacerlo.
A esta edad, los niños comienzan a pasar de la acción con su propio cuerpo hacia la palabra, por lo cual es primordial en primera instancia:
Generalmente, esa “rivalidad” entre hermanos se da para llamar la atención del adulto como manera de manifestar la molestia con él, y no con el hermano en particular. A veces se debe a celos o a una diferencia de edad que hace que el adulto deba brindar más atención al más pequeño o al que posee mayor dificultad.
Sea cual sea el caso, es importante asegurar los siguientes puntos:
Durante sus primeros años de vida, los niños están en pleno desarrollo corporal y del lenguaje. El pequeño debe estar jugando, creando, compartiendo, explorando y desplegando su cuerpo en el espacio. Los dispositivos ofrecen una luminosidad constante que neutraliza la temporalidad y anula la experiencia exploratoria, práctica y cognitiva, suplantándola por un estado de puro goce sensorial.
Debemos tener en cuenta la importancia de la manera en la que le ofrecemos los dispositivos al niño. El punto no es demonizar la tecnología en sí o el uso de las pantallas, ya que son inevitables en nuestra vida cotidiana; lo que debemos hacer es buscar el porqué.
¿Qué ofrece la tecnología respecto a la espera/inmediatez, postura, gesto, comunicación, juego y despliegue corporal? Teniendo en cuenta esta interrogante, debemos decidir cuándo ofrecer los dispositivos, con qué frecuencia y durante cuánto tiempo.
Varios autores plantean un punto de vista diferente para pensar en la agresividad: “La agresión es una de las formas de presentarse la agresividad en la cual hay un carácter intencional y consecuencias de daño hacia otro o un objeto. En cambio, la agresividad implica acciones mediatizadas y caracterizadas por la regulación de la fuerza a través del dominio del propio cuerpo”.
Es vital ofrecer a los niños y niñas un tiempo y espacio en el que, a partir del juego, puedan construir herramientas vinculares para cuidarse a sí mismos y a los demás con materiales propicios para su despliegue. El adulto debe habilitar dichos espacios lúdicos en los cuales se pueda mostrar la agresividad acordando los límites necesarios y frenando la escena si se traspasan los mismos.
Explicar sin sobrexplicar. Los niños, púberes y adolescentes necesitan entender, así como también necesitan espacios de diálogo e intercambio; la razón no debe ser “Porque yo lo digo”. La queja estanca y limita, no nos permite ver más allá. Explicarles los invita a reflexionar, aprender y a contar con el adulto cuando la vida se siente abrumadora y no se encuentra otro camino que no sea la queja.
La alimentación es primordial desde etapas tempranas. Es de gran importancia ofrecer diversidad de sabores y colores desde los inicios de su alimentación para que vayan descubriendo y explorando las distintas opciones. Hay que ser creativos y acompañar dicho proceso. El momento de alimentación debe ser compartido y paciente. A veces, lo visual lo es todo; hay chicos que no pueden ver una verdura o sentir su textura, pero si la procesamos y mezclamos con un sabor de su preferencia, la aceptan.
Los límites son saludables, contemplando el momento en el desarrollo que se encuentra el niño, sus posibilidades y dificultades. Se expresan desde tiempos tempranos en el cambio de la voz, la actitud y el gesto del adulto. A partir de los dos años, los niños empiezan a comprender y explorar el “no” con valor de límite y lo replican en su modo de ser y estar con otros.
Es fundamental acompañar al niño, su singularidad, sus tiempos, ofrecer palabra, gesto y mirada. Hay que tolerar los momentos de frustración que implica comprender que no pueden hacer aquello que quieren en ese momento. El adulto puede decir que no, pero es preferible ofrecerle algo que sí pueda hacer en el momento; de esta manera, el niño tendrá otras opciones para contemplar que no impliquen desobedecer al adulto.
Es fundamental observar cómo es el niño con otros. Es el vínculo primordial que le mostrará que el mundo se construye, se potencia y enriquece. A fin de cuentas, tiene que realizar los ajustes y modificaciones en sí mismo para comprender. Como hitos en el desarrollo psicomotor del niño podemos pensar en la conquista del lenguaje, en el hacer con su cuerpo, en la marcha y en el jugar.
Algunos signos de alerta a tener en cuenta antes de agendar una consulta con su pediatra son: