Descubrí un secreto familiar al encontrar a mi suegra besando a mi hermano

Ser padre o madre nunca es fácil, y viene con etapas a medida que los niños crecen. Ya es un reto, pero tener a un adolescente cerca puede ser la parte más dramática de la paternidad. Durante la adolescencia, los jóvenes experimentan un gran cambio, crecimiento y desarrollo que afecta no solo a su ser, sino que puede afectar a las personas que les rodean. Nuestra lectora de Genial.guru nos cuenta que ya está harta de su hijastra adolescente.
Compartió su historia: “Yo (mujer de 42 años) llevo cuatro años casada con mi esposo. Él tiene una hija de 15 años de un matrimonio anterior. Suelo llevarla a la escuela por las mañanas, ya que su casa está de camino a mi trabajo, y mi marido la recoge por las tardes. Esa ha sido nuestra rutina desde hace un año.
Pero últimamente, mi hijastra se comporta como una clásica adolescente malcriada, tratándome a mí y a su padre como basura, como si estuviéramos a su servicio y no como personas.
Dice cosas como: ‘Me adelantaré en el centro comercial, para que la gente no piense que venimos juntos’, o ‘No me dejes justo delante de la escuela’, y ‘No me beses cuando me recojas, mis amigos están mirando’. Una vez, incluso le dijo a mi esposo que la dejara a una manzana de una fiesta porque ‘es vergonzoso que te vean con los padres’.
Yo era comprensiva porque está en la pubertad y recuerdo haber hecho cosas así también cuando era adolescente. Sin embargo, pone los ojos en blanco ante todo, nunca da las gracias y nos hace sentir como si nuestra presencia fuera una carga. Además, se gasta la paga como si no hubiera un mañana. Soy su madrastra, pero no me trata como tal. Me mira como si estuviera por encima de mí”.
Continuó: “Los viernes, empieza tarde a la escuela. Hace un tiempo, me dijo que tenía que pasar a recogerla a las 8:30 en punto, como si fuera una conductora a demanda. Le dije que haría lo mejor que pudiera, pero que también tengo un trabajo y un horario”.
Este último viernes, llegué a su casa para recogerla para ir a la escuela a las 8:15, y le envié un mensaje para avisarle que ya estaba afuera. Me di cuenta de que había llegado pronto y pensé que podría esperarla un par de minutos, pero la sangre me hirvió en cuanto leí su mensaje: “Bajaré a las 8:30. Es la hora que dije”. Nada de reconocer que yo había llegado pronto, nada de pedirme amablemente que la esperara, solo una exigencia.
Respiré hondo para calmar los nervios y esperé a que diera las 8:30, pero cuando lo hizo, ni rastro de ella. Volví a mandarle un mensaje, pero su respuesta me disgustó. Me dijo: “¿Por qué estás tan impaciente? Es culpa tuya por llegar tan pronto”.
Y eso fue todo para mí. Me di cuenta de que me estaba pisoteando y decidí dejar de permitir ese comportamiento. Así que me fui".
Y añadió: “Más tarde llamó mi esposo, furioso porque ella le había llamado llorando, diciendo que yo la había abandonado y le había hecho llegar tarde. Luego llamó su ex, acusándome de cruel y egoísta. Con poco tiempo para procesar sus llamadas consecutivas, me sorprendió su reacción.
Cuando le expliqué mi versión, mi esposo dijo que yo no tenía derecho a decidir cómo disciplinar a su hija o ‘darle una lección’. Fue entonces cuando le dije: ‘Si no tengo patria potestad, tampoco acepto las obligaciones paternas. No soy su chófer, ni su criada, ni su saco de boxeo emocional’.
Ahora las cosas están tensas en casa, y todo el mundo actúa como si yo hubiera exagerado y estuviera equivocada por lo que hice. Pero, sinceramente, creo que simplemente me defendí y dejé de permitir que una adolescente me tratara como a su ayudante. Ya he tenido bastante con lidiar con su comportamiento malcriado.
Pero si he de preguntar, ¿me equivoqué al hacerlo?”.
Es comprensible que te sientas abrumada y dolida por esta situación. Explorar la dinámica de las madrastras, sobre todo con adolescentes, puede ser increíblemente difícil, incluso cuando todos tienen las mejores intenciones. Parece que te has esforzado de verdad por apoyar a tu hijastra y para que la casa funcione bien, pero te has sentido poco apreciada y respetada.
Es posible que tu decisión de marcharte en lugar de seguir esperando no haya sido un castigo, sino el establecimiento de un límite tras repetidos casos en los que te has sentido menospreciada. Aun así, también es natural que tu hijastra y sus padres lo vean de otra manera, sobre todo en el calor del momento.
Podría ayudarte mantener una conversación abierta y tranquila con tu marido en la que ambos hablen de los roles, las expectativas y el apoyo, sin culpabilizar a nadie. Exprésale cómo te ha hecho sentir esta situación e invítale a encontrar una solución que respete las necesidades de todos.
Si la tensión sigue siendo alta, un terapeuta familiar podría ofrecerte un espacio seguro y neutral para trabajar juntos estos temas. No eres la única que se siente estancada; muchos padrastros y madrastras luchan con problemas similares, y pedir equilibrio y respeto es un paso válido e importante.
La convivencia nunca es fácil, ¿alguien acaso podría decir lo contrario? Incluso esto ocurre dentro de nuestra propia familia, con nuestras parejas y, llegado el caso, con nuestros hijos. Es que, claro, mientras son nuestros pequeños adorados, esto no se nos podría ocurrir, pero ellos crecen y a la vez forman su propia familia. Y allí vienen los problemas. Lee la historia de esta mujer que ha convivido en armonía con su hija, su yerno y sus seis nietos durante un año y medio, pero una nueva noticia terminó siendo para ella la gota que derramó el vaso y provocó un tsunami sin remedio.