Los humanos dormíamos dos veces al día... hasta que inventamos la luz eléctrica

Salud
hace 3 días

Durante miles de años, nuestros hábitos de sueño han ido cambiando: dormir ligero podía significar una pausa en nuestras noches. Hoy, nuevas costumbres y más luminosas han cambiado nuestra forma de descansar. ¿Qué perdimos en el camino hacia la comodidad? Este artículo explora cómo hemos pasado de tener dos a una sola fase del sueño.

El sueño no es algo exclusivo de los humanos: casi todos los animales descansan, y sus patrones para dormir revelan mucho sobre nosotros. Los humanos adultos necesitan al menos 7 horas de sueño por noche, mientras que los recién nacidos duermen hasta 19 horas al día. Animales como el perezoso y el murciélago pasan casi 20 horas durmiendo, pero gigantes como elefantes y caballos apenas duermen 2‑4 horas por día. Por otro lado, perros y gatos tienen el sueño fragmentado, con siestas cortas a lo largo del día, mientras que los humanos solemos dormir en uno o dos bloques.

Otros animales, como delfines y focas, duermen con un hemisferio cerebral activo para seguir respirando o vigilarse del peligro. Curiosamente, los primates, incluidos nosotros, construyen “nidos” o camas para dormir. Algunos animales sufren trastornos del sueño similares a los nuestros: los perros y ratones han ayudado a estudiar la narcolepsia y la apnea, mientras que ratas con insomnio confirman los efectos del estrés en el sueño.

Durante siglos, lo “normal” era dormir en dos fases: una “primera dormida” desde las 9–10 p. m. por unas 3 horas, luego una pausa de una hora o más, y después una “segunda dormida” hasta el amanecer. ¿Qué hacían las personas en medio de la noche? De todo: leer, escribir, rezar, charlar, o incluso visitar a los vecinos. Ese tiempo intermedio no era insomnio, era parte natural del día. Este patrón bipartito del sueño está documentado desde La Odisea de Homero y se repite en textos de Virgilio, Apuleyo y otros clásicos. No era una rareza, era lo habitual.

Entonces, ¿qué pasó? La Revolución Industrial lo cambió todo. Con la llegada del gas y la luz eléctrica, las ciudades se iluminaron y las jornadas laborales se alargaron. La cultura del “sueño ininterrumpido” nació así, no por salud, sino por productividad. Recién en el siglo XX comenzó a considerarse “normal” dormir de corrido.

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Desde siempre, nuestros cuerpos han estado sincronizados con los ciclos naturales de luz y oscuridad. Pero la luz artificial nocturna (ALAN) de faroles, pantallas o focos LED, está rompiendo ese ritmo. Este tipo de contaminación moderna puede confundir a nuestro cerebro, haciéndole creer que aún es de día, lo que altera el ciclo natural de sueño y vigilia. El impacto es más fuerte en quienes, como nosotros y muchos animales, duermen principalmente de noche.

Aunque estudios recientes han confirmado que la ALAN afecta el sueño humano y animal, todavía quedan muchas preguntas por responder: ¿cuánto es demasiado? ¿qué tipos de luz nos afectan más? Los investigadores están empezando a usar herramientas de la ciencia del sueño para entender mejor el problema. Y las primeras conclusiones son claras: la noche debería ser oscura.

¿Te despiertas a mitad de la noche? Tranquilo, no eres el único. ¿Lo clave? No entres en pánico. Despertarte no significa que no volverás a dormir. Lo que impide el regreso al sueño es lo que haces después: mirar el celular, pensar en pendientes, o encender luces fuertes. El neurocientífico Russell Foster, de la Universidad de Oxford, recomienda: si no puedes dormir, sal de la cama, haz algo relajante y mantén la luz tenue. Pero sobre todo, no te obsesiones. El sueño es variable. No existe un único modelo perfecto. Dormir bien no siempre significa dormir igual.

Dormir bien ya no es instinto, es un reto. Entender cómo llegamos hasta aquí es el primer paso para recuperar el control. ¿Qué rutina sueles practicar antes de dormir?

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