15+ Lectores de Genial contaron relatos inexplicables que escucharon de un niño

Imagina esta escena: estás casada hace casi 20 años con el amor de tu vida. Lo amas, es tu compañero incondicional y confías plenamente en él. De repente, descubres que esa persona no es quien tú creías que era. Tu marido se ha transformado en un ladrón que robó uno de tus bienes más preciados. ¿Cómo reaccionarías? Esto le ocurrió a Dana, una de nuestras lectoras, quien nos pidió que publicáramos su historia en busca de opiniones de otros lectores.
Dana abrió su carta diciendo: “Mi esposo Derek y yo llevamos felizmente casados más de 17 años. Tenemos 2 hijos y nuestra vida ha sido feliz en su sentido más amplio, hasta que ocurrió una cosa que ha puesto en peligro nuestra relación y la confianza entre nosotros.
Cuando tenía 5 años, mi querida abuela me regaló su juego de té. Se lo había regalado su madre. No tenía hijas y yo era la única niña de sus 15 nietos, así que me lo regaló. Es un sencillo, pero significativo, juego de porcelana.
Dudo que tenga valor monetario, pero su valor sentimental es inconmensurable para mí. Lo apreciaba mucho porque era la herencia de mi abuela. Lo guardé y lo usé durante muchos, muchos años. Incluso quería pasárselo algún día a mi hija o a mi nieta. Mi esposo Derek sabe todo esto”.
“La hermana de Derek y su familia vinieron a pasar una semana con nosotros. Cada vez que vienen sus hijas, saco mi juego de té especial para una merienda. Preparo sándwiches, pasteles y galletas.
Esta tradición lleva viva mucho tiempo en mi familia. Mi abuela también hizo de las fiestas del té algo muy importante conmigo, y yo sigo esa tradición con mucho gusto. Así que mi cuñada, sus hijas y yo hicimos esta fiesta del té por la tarde.
Un par de semanas después, vinieron a visitarnos mi amiga y sus hijas pequeñas. Planeé una fiesta de té especial. Durante toda la mañana horneé y preparé sándwiches, luego fui a sacar mi juego de té, pero había desaparecido.
Suelo guardarlo en un armario de la cocina. Lo lavo con cuidado y lo guardo hasta la próxima vez. Me puse muy triste cuando vi que no estaba y empecé a buscarlo. Mi amiga vino y se fue, y yo seguía sin encontrarlo por ninguna parte. La fiesta del té y mi estado de ánimo se echaron a perder”.
“Me pasé largos días y semanas poniendo mi casa patas arriba en busca de mi valioso juego de té. Busqué en cada armario, en cada cajón, en cada alacena, toda la casa estaba literalmente patas arriba. Derek incluso me ayudó a buscarlo. Se mostró comprensivo y expresó su pesar por la desaparición del juego. También insistió en que no podían haberle crecido pies y haberse ido por su cuenta.
Eso es lo que realmente me molesta. Mi esposo sabía muy bien dónde estaba, pero fingió que yo lo había extraviado. Sabía lo disgustada que estaba e intentó consolarme prometiéndome que me compraría un juego nuevo. Como si un juego nuevo pudiera sustituir al de mi abuela.
Unos días después, vino a casa con un juego barato y de aspecto endeble que encontró y compró en alguna tienda. Lo tiré a la basura. Llámenme desagradecida si quieren, pero me enfureció tanto que no pudiera entender lo irremplazable que era el juego de mi abuela. Algo que atesoro, algo de gran valor sentimental que me dio mi abuela hace mucho tiempo, no podía ser reemplazado por mucho o poco que costara el reemplazo”.
“Un día, oí a mi marido hablar por teléfono. Dijo que cuando fuéramos de visita, guardara ’algo’ y le dijera a mi sobrina que no lo mencionara. No dijo ’juego de té’, pero yo sabía que se refería a eso. Entré mientras él seguía al teléfono y lo llamé ladrón. Se quedó pasmado. Colgó al instante e intentó explicarse. No quise oírlo. Le dije que me devolviera el set.
La hermana de Derek me llamó y también le dije que era una ladrona. Le pedí que me devolviera el juego de té en las mismas condiciones en que se lo había llevado o llamaría a la policía. Luego le colgué el teléfono. Derek intentó razonar conmigo. Me dijo que a su sobrina pequeña le encantaba y que ese tipo de cosas son para niñas.
Me dijo que estaba a punto de hablar conmigo para que se lo dejara, así que qué más daba que lo tuviera ahora. Dijo que yo era demasiado mayor para usar juguetes para niños, que debería madurar, que eso no significa nada y que debía olvidarlo.
Al día siguiente fui a la policía a denunciar el robo. También llamé a mi hermano, que vive en la misma ciudad que la hermana de mi esposo. Mi hermano fue a buscar mi juego de té.
Mi marido estaba lívido y se pasó un par de días insultándome. Ahora me escribe largos mensajes y se disculpa por todo. Pero quiero el divorcio, inmediatamente. Siento que ya no puedo confiar en él y mi dolor es demasiado grande”.
Sin dudas se trata de una situación compleja en la que los lazos de confianza se rompieron por completo, al menos de parte de Dana. ¿Tú qué harías si te enteras de que tu pareja te roba? ¡Te leemos en los comentarios!