Una mujer adopta bebés a punto de morir, y lo que hace con ellos nos deja la piel de gallina
Cori Salchert es consciente de que los niños a los que acoge y adopta tienen escasas o nulas probabilidades de sobrevivir desde el punto de vista médico. Sin embargo, ella actúa guiada por la convicción de que todo niño merece tener una familia y recibir amor en este mundo... incluso si solo es por un tiempo muy corto. Aquí te contamos la historia de esta mamá adoptiva que, sin dudas, se merece el cielo y mucho más.
Cori Salchert es una exenfermera de duelo perinatal, vive junto a su esposo Mark y sus ocho hijos biológicos en una casa a la que llama: “la casa de esperanza”. La pareja comenzó a adoptar lo que denominan como “bebés de hospicio” en 2012. Estos bebés presentan diagnósticos terminales o condiciones de vida muy limitadas.
Salchert explica que estos niños provienen de familias a las que les resulta muy difícil hacer frente a la condición con la que su hijo nació. Muchas de ellas se distancian porque no pueden soportar ser testigos del final de sus vidas. Son bebés sin familia, en hogares de guarda y con diagnósticos fatales. ¿La misión de Cori y junto a la de toda su familia? Asegurarse de que conozcan el amor mientras vivan. Podríamos decir que se trata de un “hogar de cuidados paliativos”, pero sabemos que lo que hace esta familia trasciende por mucho esta frase.
Aunque Cori cuenta que la idea de ser padres de crianza temporal es algo que siempre tuvieron en mente, hasta hace unos años esta misión era inviable tanto para ella como para su marido, Mark. Además de tener ocho hijos biológicos de los que ocuparse, ambos trabajaban a tiempo completo.
Como enfermera especializada de la Organización Hope After Loss (HOPE), esta madre brindaba apoyo a las familias a las que les tocaba afrontar la pérdida de un embarazo o de un recién nacido. Si los padres se encontraban demasiado abrumados por la emoción como para sostener a su bebé cuyos signos vitales se apagaban, Cori tomaba al niño en sus brazos para asegurarse de que “no tuviera que enfrentar la muerte en soledad”.
Emocionada, Cori cuenta cómo fue su camino hacia lo que se convertiría en la misión de su vida: “Muchos de estos bebés pasan su breve existencia en una cuna, en la esquina de una sala de hospital. A veces, cuando son alimentados por sonda y no requieren ser sacados de sus cunas, ni siquiera son tomados en brazos. Aunque nunca fue mi lugar juzgar a sus padres, sin embargo pensé: ’Wow, realmente desearía poder cuidar y brindarles atención a esos niños’”.
Y la vida le tendría preparada a esta mujer su oportunidad, quizás de un modo que ella no esperaba.
Hace unos años, Cori experimentó un trastorno autoinmune que le causó malestar gastrointestinal y requirió múltiples cirugías, lo cual generó complicaciones adicionales. Los síntomas de su enfermedad la dejaron sin trabajo y sin esperanzas de poder volver a integrarse al mercado laboral. Quizás no se dio cuenta de inmediato, pero el destino le estaba brindando la oportunidad de perseguir el sueño de convertirse en madre adoptiva de niños que necesitaban cuidados paliativos.
Al poco tiempo, se puso en contacto con el programa de crianza temporal del Children’s Hospital of Wisconsin, el cual une a familias con niños que enfrentan problemas médicos o de comportamiento significativos o graves. Así fue como llegó a la vida de la familia la primera niña, Emmalynn. Corría el año 2012, y, aunque en un principio las fuerzas de Cori parecieron flaquear, ella sería la primera de muchos niños que pasarían felices y en familia el resto de sus vidas.
Emmalynn no tenía los hemisferios de su cerebro, solo el tronco encefálico. Vivió apenas 50 días y dejó a la familia entera desconsolada. Cori recuerda en ese entonces haberle dicho a su esposo que eso no era para ella, pero él la alentó a seguir por más. Decidieron involucrar al resto de la familia y preguntarles qué hacer. Al fin al cabo, todos estaban comprometidos en la tarea. La respuesta de la pandilla fue un rotundo “sí”.
Decidieron contactar a un trabajador social y, una semana después, se conectaron con un nuevo niño. Y claro que vendrían muchos más. Años después de la partida de Emmalynn, pudo escribir en su cuenta: “Puedo ver aparecer los recuerdos de Emmalynn de hace 10 años y estar profundamente agradecida de que ese hermoso bebé se cruzara en nuestro camino. Tantas cosas vividas en esas pocas semanas. Podríamos haber optado por evitar el dolor y las lágrimas, pero nos habríamos perdido todo lo maravilloso que su pequeño ser trajo a nuestro mundo”.
“Todo bebé merece ser querido por alguien, independientemente de sus inconvenientes, discapacidades o pronóstico terminal. Esta bebé murió a los 50 días de vida, pero recibió un nombre, un hogar y una familia que la adoró durante el breve tiempo que vivió”.
La propia Cori lo dice, ellos no son una familia perfecta, ni ella es una supermamá, pero así y todo están completamente convencidos de su tarea en la vida y saben que estos niños los ayudan a ellos a ser mejores personas, a estrechar lazos más profundos, a aprender día a día el valor de la vida, minuto a minuto.
Millones de niños alrededor del mundo crecen sin sus padres, de allí que la adopción sea un acto de amor sin límites que cambia la vida no solo de quien es elegido, sino también de quien elige. Es que a partir del momento en que un niño entra en casa su vida y la nuestra cambia para siempre. Para comprobarlo, alcanza solo con verlos.