... dos o tres bifes "terapeuticos" la próxima vez la van a "reeducar" y ... a la madre también.
Mi amiga no es capaz de controlar a su hija y resulta que yo soy la mala
Ser padres trae consigo una montaña de decisiones, y aunque muchas veces buscamos apoyo en nuestros amigos, no siempre estamos de acuerdo en todo. Es normal que, entre conversaciones casuales sobre los niños, surjan diferencias sobre cómo criarlos y, de repente, cuando las opiniones chocan, lo que parecía una charla tranquila, se transforma en un debate intenso. Justo eso le pasa a la mujer de esta historia, quien terminó envuelta en una fuerte discusión con alguien a quien consideraba su amiga.
“Mi hija pequeña Ava y yo nos unimos a un grupo local de madres. Ava siempre ha estado llena de energía y le encanta poder correr, treparse y jugar al aire libre, por lo que las reuniones regulares del grupo en los parques, parecían perfectas para nosotras.
No pasó mucho tiempo antes de que Ava se conectara con otra niña llena de energía, Brie. Al principio, teníamos tantas ganas de hacer amistades, que pasé por alto las claras diferencias en los estilos de crianza que teníamos. Brie era notablemente más brusca que los otros niños: les arrebataba los juguetes, les gritaba en la cara y, a menudo, acababa con el juego”.
“Hubo incidentes en los que Brie destruía cosas, les arrojaba tierra o arena a los otros niños e incluso les arruinaba su comida poniendo tierra en ella. Si bien su madre a veces intervenía, no era constante y no parecía que Brie estuviera aprendiendo que sus acciones estaban mal. La mayoría de las veces, Brie simplemente gritaba ‘¡No!’, a su madre y se alejaba.
Traté de animar a Ava a que hablara cuando Brie hacía algo que no le gustaba, pero cada vez que Ava lo intentaba, los gritos de Brie no dejaban ni siquiera escucharla. Incluso, le sugerí con delicadeza a la madre de Brie que tal vez sería bueno que hablara con un pediatra sobre el comportamiento de Brie, pero ella dijo que el pediatra le había asegurado que era un comportamiento normal para una niña de tres años”.
“Un día, las cosas se pusieron intensas. Resulta que Brie estaba jugando de forma particularmente brusca y terminó tirándosele encima a Ava en un área de juegos, mientras Ava gritaba de dolor, agarrándose la pierna. Cuando le dijimos a Brie que parara, nos ignoró y para colmo, comenzó a rebotar en la espalda de Ava mientras ella gritaba.
No tuve más opción que trepar a la estructura y apartar a Brie de mi hija. Sostuve a Ava, tratando de consolarla mientras lloraba, mientras la madre de Brie la abrazaba y le decía que lo que había hecho estaba mal, pero Brie ni siquiera estaba prestando atención. Aun así, como una tonta, seguí asistiendo a las citas de juegos, esperando que las cosas cambiaran”.
“Unos meses después, Brie intentó empujar a Ava desde una colina, pero la atrapé justo a tiempo. Por primera vez, perdí la paciencia y le grité con severidad: ’¡No hagas eso!’. Esa fue la primera vez que vi a Brie detenerse y escuchar a un adulto. Después de eso, hablé directamente con su madre y le dije que no me gustaba la forma en que Brie jugaba con Ava.
Le expliqué que ese no era el tipo de comportamiento que quería que Ava aprendiera y que, si las cosas no cambiaban, tal vez sería mejor que dejáramos de vernos. Lo que no esperaba fue la reacción de la madre de Brie. En lugar de comprender, me llamó mala amiga y comenzó a decirles lo mismo a las otras madres del grupo. Ahora, me siento perdida. Yo solo quería un espacio seguro para que Ava jugara y creciera”.
Pautas para abordar a padres que no ponen límites a sus hijos
- Mantén la calma: Abordar a los padres con enojo o frustración puede empeorar la situación. Tómate un momento para tranquilizarte antes de hablar, para que la conversación sea más productiva y respetuosa.
- Elige un buen momento y lugar: Es importante tener esta conversación en un ambiente privado y tranquilo, no delante de otros niños o adultos. Elige un momento adecuado para hablar con los padres, de manera que ambos puedan estar tranquilos y enfocados.
- Sé específico, no acusatorio: Evita generalizar o acusar al otro niño de ser “malo”. En lugar de eso, describe incidentes concretos. Por ejemplo, en lugar de decir “Tu hijo siempre maltrata al mío”, podrías decir: “Noté que en el recreo de ayer, tu hijo empujó al mío varias veces”.
- Enfócate en la solución: En lugar de solo exponer el problema, puedes sugerir una solución o pedir trabajar juntos para resolverlo. Puedes decir algo como: “¿Cómo podemos ayudar a que nuestros hijos se lleven mejor?”, o “Me gustaría que encontremos una forma de mejorar la situación para ambos”.
- Escucha su versión: Dale a los otros padres la oportunidad de hablar y compartir su perspectiva. Es posible que no estén al tanto de lo que está ocurriendo o que haya otros factores involucrados. Escuchar puede facilitar que ambos encuentren una solución conjunta.
- Involucra a los niños (si es apropiado): Dependiendo de la edad de los niños, puede ser útil que ambos niños estén presentes en la conversación en algún momento. Esto puede ayudar a que ambos entiendan los sentimientos y las expectativas de los demás.
- Considera la intervención de un tercero: Si el problema persiste o no logras llegar a una solución con los padres, puedes involucrar a un maestro, consejero o mediador. Ellos pueden ofrecer una perspectiva imparcial y ayudar a facilitar el diálogo entre ambas partes.
- Fomenta la empatía en tu hijo: Mientras tratas la situación con los padres, también es importante ayudar a tu hijo a comprender y expresar sus sentimientos. Esto les ayudará a desarrollar habilidades para lidiar con situaciones similares en el futuro y les dará confianza para hablar sobre sus emociones.
- Ten paciencia: Resolver este tipo de problemas puede llevar tiempo. No esperes que la situación cambie de la noche a la mañana. Sigue abordando la situación con respeto y mantente abierto al diálogo con los padres y los niños involucrados.