Mi esposo llevaba 10 años mintiendo, pero un pequeño detalle lo delató
![Mi esposo llevaba 10 años mintiendo, pero un pequeño detalle lo delató](https://wl-genial.cf.tsp.li/resize/336x177/jpg/d5e/882/2b1b375e159d1b5e2c97f7940a.jpg)
Cuando se trata de contratos de renta, es común que muchos inquilinos pasen por alto la famosa “letra pequeña”. Sin embargo, lo que a menudo se percibe como un detalle insignificante puede convertirse en el mejor aliado para evitar abusos. Esto fue exactamente lo que ocurrió en este caso, donde un casero, confiado en la falta de atención de su inquilino, intentó imponer un aumento inesperado en el alquiler. Lo que no esperaba era que esa misma “letra pequeña” que él daba por sentada, se convertiría en el factor clave que desmontaría su plan.
Vivo en mi departamento desde hace unos ocho años. Para dar un poco de claridad, en donde vivo, es común tener contratos de renta indefinidos, que no tienen una fecha de finalización establecida y permanecen en vigor hasta su terminación, generalmente por parte del inquilino. Aproximadamente un año después de mudarme, recibí una carta de la empresa propietaria del edificio donde vivo. En resumen, decía lo siguiente:
Estimado Señor:
Cancelaremos su contrato de alquiler actual. Si desea continuar rentando este departamento, firme este nuevo contrato [con un alquiler más alto] o múdese en un plazo de 30 días.
Esto me asustó muchísimo. Yo vivía en una ciudad donde los precios de las rentas se disparaban y apenas había logrado encontrar un departamento de larga duración que podía pagar. Tan pronto como comencé a analizar mis opciones, me quedó claro que o bien tendría que luchar contra lo que básicamente era un desalojo o reconstruir mi vida de nuevo, justo después de haber encontrado algo de estabilidad.
Después de preguntar un poco, alguien me informó sobre un grupo sin fines de lucro que defiende los derechos de los inquilinos y brinda a sus miembros la oportunidad de obtener asesoramiento legal sobre sus derechos como inquilinos. Busqué uno cerca de mí, les expliqué mi situación, completé algunos formularios y fui a hablar con la abogada del grupo. Le mostré la carta que había recibido y mi contrato actual. Ella los miró durante unos minutos sin decir una palabra.
Después de lo que me pareció una eternidad, me miró y dijo en su jerga legal más diplomática: ’No tienes de qué preocuparte. Esta carta es una tontería’. Luego, pasó a una página del contrato y señaló una sola línea: ’No se pueden hacer cambios a este contrato a menos que ambas partes consientan los cambios propuestos’.
En otras palabras: mientras me niegue a firmar el nuevo contrato, no pueden hacerme nada. El abogado del grupo luego envió una carta en mi nombre a la empresa encargada de cobrar la renta. Recibí una copia de la misma para mis registros y, básicamente, le decía a la empresa que se encontrarían en serios problemas con el gobierno si continuaban con el asunto.
Pasó un mes y no supe nada más. Entonces, un día, llegó una carta de la empresa. La empresa básicamente admitió la derrota y trató de cubrirse las espaldas diciendo que la carta había sido ’enviada por error’ por ’un empleado que ya no está en la empresa’.
Durante los siguientes siete años, se convirtió en un ritual anual: la empresa envía una carta odiosa diciéndome que me van a expulsar, yo reenvío la carta al grupo de apoyo y el abogado del grupo les envía una carta diciéndoles que se metan la carta donde no da el sol. Y luego, después del octavo intento, el abogado les envió otra carta diciéndoles que dejaran de hacer tonterías y de enviar esas cartas todos los años. No he sabido nada de ellos desde entonces.