20 Historias de rupturas de parejas tan extrañas que pueden ser difíciles de creer

Cuando se trata de crianza de niños, es difícil ponerse de acuerdo. Y esto ocurre incluso dentro de nuestra propia familia. Si a la diversidad de opiniones y enfoques que hay al respecto le sumamos un período en el que tenemos que convivir con quienes tienen un modo de ver la crianza muy distinto al nuestro, entonces la cuerda tensa puede romperse en el momento menos pensado y hacer estallar todo intento de amabilidad y armonía por los aires. Esto es lo que ocurre precisamente en esta historia entre dos hermanas y sus hijos. Aquí te la contamos de boca de una de sus protagonistas.
"Hace poco, mi hermana menor viajó desde otro estado para visitarnos. Vino acompañada de su esposo y sus dos hijos pequeños, de 3 y 5 años, para quedarse en casa supuestamente durante una semana. Aunque hay una gran diferencia de edad entre nosotras, siempre hemos mantenido una relación muy cercana. Ella aún está en plena etapa de crianza, mientras que mis hijos ya son adultos.
Durante su estadía, descubrí que mi hermana practica algo llamado crianza respetuosa. Admito que no estaba familiarizada con el término antes de su visita, probablemente porque hace tiempo dejé atrás esa etapa de la vida. Me explicó que este enfoque se basa en evitar los castigos y los 'tiempos fuera', y en su lugar, se enfoca en hablar con los niños sobre sus emociones y ayudarlos a entender lo que sienten".
"A mí se me hizo un poco extraña la falta de disciplina que implica toda esta teoría, pero no dije nada para no causar problemas. Eso, hasta que vi su crianza respetuosa en acción y me horroricé.
Durante los dos primeros días que estuvieron en casa, su hija dibujó en mis paredes con crayones, su hijo destrozó varias flores del jardín y, en un momento, incluso lanzó una piedra contra mi coche. Como si fuera poco, ambos no dejaban de jalarle el pelo a mi perro y de darle manotazos en la cara. Mi perro, que ya es mayor y tiene un carácter muy dócil, no reaccionó en ningún momento, ni siquiera para defenderse. En cada uno de esos episodios, esperaba que mi hermana o su esposo tomaran cartas en el asunto y corrigieran a los niños, pero lejos de eso, actuaban como si nada pasara".
"Cada vez que ocurría algo, esperaba que mi hermana o su esposo tomaran medidas con los niños, pero eso nunca ocurrió. Así que decidí intervenir. O al menos intentarlo, pero el simple hecho de que les pidiera a sus hijos que se detuvieran era suficiente para que mi hermana perdiera la cabeza. Me dijo que no era mi papel reprenderlos. Le respondí que alguien tenía que hacerlo, ya que estaban causando muchos destrozos en mi casa. Estoy de acuerdo en que deberían ser sus padres quienes pongan límites, pero está claro que no están dispuestos a hacerlo.
Le mencioné que sus hijos merecían una consecuencia clara por su comportamiento, y ella comenzó a hablar de lo mucho que rechazan cualquier forma de castigo físico, como el que nosotros recibíamos de niños. Le aclaré que en ningún momento estaba sugiriendo que les pegue, pero que una conversación firme y hacerlos recoger lo que dañaron sería, al menos, una reacción lógica. Según ella, el comportamiento de sus hijos no justificaba ningún tipo de disciplina. Lo único que hacía era preguntarles: '¿Qué sentían cuando hicieron eso?'. Y ahí terminaba todo".
"Al final, mi esposo y yo les pedimos que buscaran alojamiento en otro lugar. Aunque en principio la idea era que pasaran toda la semana con nosotros, no pudimos tolerar la situación por más de dos días. Ahora mi hermana se niega a hablarme y nuestra madre cree que cometí un error al echarla de mi casa".