Nunca han vivido juntos desde que se casaron y aseguran que así son más felices

Pareja
hace 10 meses

Se casaron y dicen que viven juntos, pero separados. Eso puede sonar a trabalenguas, pero es la realidad de Bianca y Peter. Ellos son una pareja que, a simple vista, disfruta de las mieles de estar recién casados, pero algo raro sale a flote si se les pregunta en dónde viven. En ese momento, cada uno dará una dirección completamente diferente, porque ella tiene su casa, él tiene la suya y ni siquiera quedan en el mismo barrio. El amor los une, pero no bajo el mismo techo.

Desde las primeras citas que Bianca y Peter tuvieron, la parte de la convivencia en un mismo espacio no pintaba muy bien para ambos. Bianca, una escritora de 42 años, tenía una vida bien establecida, que incluía su propio departamento en Nueva York, el cual compartía desde hacía algún tiempo con Cleo, su gata rescatada.

Peter, por su parte, había enviudado y vivía en otro extremo de la ciudad con su hijo adolescente y un perro. El problema no era la distancia, ni los compañeros de departamento del uno o el otro, sino algo más complejo.

“Cuando Peter y yo comenzamos a salir, le conté sobre Cleo. Poco tiempo después me enteré de que tanto Peter como su hijo son severamente alérgicos a los gatos. Del tipo de alergia que les cierra la garganta. Ella nunca podría ser parte de un hogar con él, y en mis planes no estaba tener una vida sin ella. Ningún anillo de bodas valía la pena si tenía que hacerla a un lado. Ella también era parte de mi familia, y había llegado primero”.

A pesar de eso, ambos continuaron la relación, hasta que llegó el punto de no retorno: “Decidimos que queríamos estar juntos por el resto de nuestras vidas y nos comprometimos”. Pero, entonces, vino la duda definitiva para Bianca: “Peter, viudo, con un hijo adolescente y un perro adorable. Yo, con un estudio y un gato temperamental. ¿Cómo podríamos hacer de este matrimonio algo que funcionara para todos nosotros?”.

Las preguntas por parte de amigos y conocidos tampoco se hicieron esperar. Una de las más comunes era cuándo se irían a vivir juntos. Ante este panorama, la pareja llegó a una conclusión: “Seguir las reglas del matrimonio convencional no iba a hacer feliz a nadie. ¿Quién dice cómo debe ser un buen matrimonio?”.

Así, Bianca sentenció: “Cuando nos dimos cuenta de que era nuestra decisión y que no teníamos que seguir lo que hacían los demás, nuestra relación se afianzó, ambos nos relajamos y nos sentimos afortunados de haber encontrado a alguien con quien disfrutábamos ver Netflix”.

De esta forma, luego de la boda, nadie tuvo que preocuparse por mudarse, cambiar de estilo de vida o discutir porque uno de los dos dejó el tubo de la crema de dientes sin tapar. Simplemente, como si fueran un par de novios, comparten cuando Bianca va a la casa de Peter y eso, según ella, los mantiene enamorados: “No es lo que esperaba de un matrimonio, es mucho mejor. Nuestro tiempo juntos sigue siendo algo que me hace sentir mariposas en el estómago”.

Incluso, la pareja dice que esa forma de convivencia les ha asegurado lo que muchas parejas anhelan: “La mayoría de las personas a las que les contamos sobre nuestra situación de vida inusual, pasan bastante rápido de la sorpresa a la envidia. Este acuerdo es el secreto de la felicidad de nuestro matrimonio”.

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