Mi hija piensa que soy su empleada, pero esta vez le puse un freno

Romantizar el día a día no se trata de fingir una vida perfecta para las redes. Es algo mucho más auténtico: es aprender a saborear ese primer sorbo de café caliente, disfrutar del crujido del pan tostado o apreciar cómo la luz de la mañana ilumina tu espacio. Pequeños gestos que, cuando los hacemos con atención plena, transforman lo ordinario en algo especial.
Terapeutas han observado algo interesante en sus propias vidas: las personas que incorporan estos pequeños rituales a su rutina, como preparar el desayuno con calma o crear un ambiente agradable para trabajar, reportan mayores niveles de satisfacción vital. No es magia: es el simple acto de reducir la velocidad y apreciar lo que ya está ahí.
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