Qué pasaría si recibieras 1 millón de dólares, pero tuvieras que gastarlo en 15 días

Curiosidades
hace 7 meses

Vas por la autopista a toda velocidad como si no hubiera un mañana en tu carro viejo. Arribas una hora tarde, así que tu jefe te echa en cara que estás despedido. Recoges tus cosas de tu cubículo y conduces de vuelta a casa. Cuando llegas, revisas algunas vacantes y ves una oferta interesante. “¡Experimento! Te daremos 1 millón de dólares, solo si sabes gastarlo de forma sabia en 15 días”. Te ríes y aplicas a través de tu teléfono. Rellenas algunos datos básicos sobre ti, incluyendo tu cuenta bancaria, y luego te quedas dormido.

Al día siguiente recibes una notificación de tu banco diciendo que has recibido 1 millón de dólares. Revisas tu cuenta varias veces, sin creer lo que está pasando. Recibes un mensaje de un número desconocido que dice: "Estimado concursante, gracias por participar en nuestro experimento. Solo hay que seguir siete reglas: No deje el dinero sin tocar en su cuenta durante más de 15 días.

No lo transfiera a otra cuenta. No le cuente a nadie acerca de esto. No invierta el dinero en nada. No pierda el dinero. No mantenga su teléfono lejos de usted. Todo lo que compres se te quitará una vez que el experimento haya concluido". Tu celular descarga automáticamente una aplicación con un reloj temporizador que comienza la cuenta regresiva. Te vistes y te diriges a tu banco para pedir más detalles sobre el asunto. Vas hacia la cajera y le explicas la situación.

Recibes una notificación de la aplicación del temporizador diciendo que has perdido 24 horas debido a que le contaste a alguien sobre el experimento. Sales corriendo de ahí y regresas a casa. Ahora te quedan 14 días. Tomas el teléfono para llamar a tu amigo, pero te detienes a medio camino. Intentas ver si el dinero es real pidiendo algo de comida y pagando a través de tu cuenta. ¡Éxito! Gastaste 20 dólares en comida china. Así que el dinero no es falso. No has recibido ninguna notificación de la aplicación. Y nadie irrumpe por la puerta exigiendo el dinero. Tu cuenta muestra que ahora te faltan 20 dólares. Por fin llega el pedido y lo engulles rápidamente. Pides algo mucho más caro y pagas 200 dólares por una comida digna de un rey.

Luego de terminarla, sales a la calle y observas tu vergonzoso carro. Te acercas a un concesionario y sales de vuelta con un auto deportivo. Todo el mundo se detiene y se te queda viendo. Mucha gente comparte fotos y videos de tu vehículo en las redes sociales. Acabas de gastar 100 000 dólares en él, así que lo sacas a pasear. Pero no tan rápido; has cruzado un límite de velocidad y te han puesto una multa. Pagas y sigues conduciendo por el campo. Te detienes y ves una enorme mansión con fuentes y hectáreas de terreno detrás. Encuentras un número de teléfono y preguntas por su precio. Al día siguiente, revisas la propiedad y pagas por una nueva y lujosa casa. Tienes 12 días restantes.

Empiezas a comprar muebles nuevos, incluido un piano de cola de 30 000 dólares y una pecera exótica. Instalas una alberca con cascadas y un minigolf. Revisas tu saldo y ves que aún te quedan unos 300 000 dólares en tu cuenta. Contratas a un montón de gente para la limpieza, la jardinería y la seguridad. Y al final del día, haces una gran fiesta e invitas a todos los que conoces y a los que no. La música suena, hay comida por todas partes, juegos para todos. La gente intenta averiguar de dónde has sacado todo ese dinero, pero tú simplemente ignoras la pregunta o les dices que lo has heredado. Pasa el tiempo y subes a tu habitación mientras todo el mundo sigue de fiesta.

Al día siguiente vuelves a tu oficina y le dices a tu jefe que ahora tú eres el jefe. Todos en la oficina te lanzan miradas de enfado, pero tú ignoras la situación. Empiezas a comer en los mejores restaurantes y a comprar los relojes y aparatos más caros. Te asomas a un balcón y tiras dinero en efectivo por toda la calle, y ves a todo el mundo corriendo por los alrededores y arrebatando el dinero. Rentas una limusina con música de fiesta para recorrer la ciudad. Acabas comprando tu restaurante favorito y le pones tu nombre.

Te has convertido en una celebridad. Todavía te queda mucho dinero y suficiente tiempo, así que decides reservar un vuelo hasta Tokio para unas vacaciones rápidas. Llegas y te alojas en uno de los hoteles más costosos disponibles y te das una vuelta rápida por la ciudad. Comes un poco de “sushi” caro y compras tecnología nunca antes vista. Al cabo de un rato, vuelves al hotel y te das cuenta de que te apetece un poco de comida italiana.

Ya estás en Roma y te registras en un hotel frente al Coliseo. Paseas por la ciudad y finalmente satisfaces tu antojo de comida italiana. Visitas más lugares de interés en los alrededores y luego decides conocer el resto de Europa. Comes un cruasán frente a la torre Eiffel mientras un montón de gente se toma fotos y juega con sus perros. Después de visitar muchos museos, vas a un restaurante y pagas por todos los que están dentro. Francia es genial, pero ahora vas de paseo a España por algunas tapas y fútbol.

Revisas la ciudad y te das cuenta de que echas de menos algo de acción. Las bellas vistas y la historia están bien, pero es hora de algo exótico. El sol calienta y el viento es cálido. Estás en un todoterreno de safari con un grupo de personas conduciendo por la sabana abierta. En cualquier momento verás animales increíbles como jirafas, leones e hipopótamos. A medida que el todoterreno se adentra en el corazón del lugar, ves algunas hienas persiguiendo a unas cebras y jirafas comiendo algunas hojas.

La siguiente parte del viaje te lleva a explorar una profunda cueva para ver algunos animales y formaciones rocosas. Después de un largo día, te diriges al hotel, que está justo en medio del sitio. Te duermes con una vista a la sabana abierta entera. Te tumbas en la cama con los mosquitos zumbando a tu alrededor. Todavía te quedan siete días.

Ahora estás en el Himalaya, caminando por el frío paso de montaña. Ves a un grupo de compañeros de excursión disfrutando de la vida y preparándose para el monte Everest. Decides volar hasta el río Amazonas y lanzarte en paracaídas. Al aterrizar, atraviesas la densa selva tropical y te encuentras con anacondas, simpáticos perezosos y otras criaturas salvajes. Al día siguiente, vuelas a Hawái y te relajas en la playa, tomando bebidas frutales heladas. Practicas surf y montas en moto acuática todo el día y te vas de fiesta a la playa por la noche. No has dormido bien durante estos días.

Rentas un barco privado y navegas por el océano, presenciando algunas de las vistas más asombrosas que jamás hayas vislumbrado. Vas saltando de isla en isla, explorando tierras nuevas y comiendo cocos frescos. Pero empiezas a sentir nostalgia y cansancio por estar constantemente en un avión y en diferentes hoteles. Después de un día entero de navegación y un par de vuelos, finalmente llegas a la mansión. Es oscura y con muchos muebles desplazados por todas partes. No te sientes como en casa. Muchas de las personas que ayudan en la vivienda se han ido a sus hogares, así que estás solo. Das un paseo por el sitio y te das cuenta de que la mayor parte de ella está dañada. Compraste la casa sin inspeccionarla a fondo.

Miras la aplicación y te das cuenta de que te queda menos de una hora para que termine el experimento. Revisas tu saldo y ves que apenas te queda nada. Te diriges al balcón y observas todo lo que has adquirido, sin saber por qué lo compraste en primer lugar. Ni siquiera sabes tocar el piano. Al cabo de un rato, recibes un mensaje de texto: “Gracias por participar en el experimento. Tu contribución nos ha ayudado mucho”. Intentas llamarlos, pero su línea está descolgada. No hay forma de conseguir el dinero para pagar las facturas y los gastos generales. Tu única opción es devolver todo y volver a tu antigua vida. Vuelves a buscar en tu teléfono más trabajos. Pero de repente, ves otro experimento que te llama la atención.

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