Solo querían entregar un pedido, pero vivieron una historia digna de película: 16 repartidores nos cuentan lo que nadie se imagina

Humor
hace 2 horas

A veces, hacer una entrega es como protagonizar una pequeña película: comienza de forma sencilla, pasa por una buena dosis de drama y termina con un final sorprendente. La rutina de los repartidores que te contaremos en esta recopilación difícilmente puede llamarse aburrida. Una clienta puede resultar ser una exnovia, un travieso con cola puede llevarse el pedido, o el destinatario puede pedir que le entreguen la pizza de una forma inusual.

  • Pedí ropa y llegó el repartidor. Abrí la puerta y ahí estaba: un chico guapo, con unos ojos azules preciosos. Me entregó el paquete y, de repente, algo se apoderó de mí... ¡lo besé! Y él, sin pensarlo, me devolvió el beso. Justo en ese momento llegó el ascensor y el chico se fue. © Overheard / Ideer
  • Trabajo como repartidor. Llegué al lugar, llamé al cliente y un chico me dijo: “Segunda ventana a la izquierda, en el segundo piso, le estoy haciendo señas desde aquí”. No entendía a qué se refería, y el chico continuó: “Acérquese, le voy a bajar una canastita: usted toma el dinero y deja la pizza”. Dicho y hecho. El cliente gritó: “¡No me juzgue! ¡Tuve un día difícil!” Y, la verdad, no lo juzgo. © Habitación N.º 6 / VK
  • Trabajo como chofer repartidor en una gran empresa de suministros de fontanería. Un día tuve problemas para encontrar una dirección, así que llamé a mi jefe. Me indicó la ruta correcta y me explicó cómo era la cerca, cómo se llamaba el rancho, pero no me advirtió que habría animales. Me acerqué y vi caballos, un alce, uno o dos búfalos. En general, nada de eso me sorprendió: en nuestra zona hay muchos caballos, y también granjas de cría de búfalos y alces. Pero lo que no me esperaba era ver un par de cebras, un camello y una gacela. Cabe destacar que era enero, hacía bastante frío, y esos definitivamente no eran animales propios de nuestra región. © 406_Dinosaur / Reddit
  • Hace poco empecé a trabajar como repartidor. Entregaba de todo: desde pizza hasta detergente. El trabajo no estaba mal; me dolían las piernas, pero al menos ganaba algo de dinero. A los pocos días, me tocó una dirección: la casa donde vivía mi abuela. Llevé el pedido, ella salió del edificio y dijo: “¡Ay, tú también estás trabajando, qué lindo!” Pensé que era una coincidencia. Luego, otro pedido. Y otro más. Y otro. Que si un pan, que un té, que unos calcetines. Era el quinto día seguido que iba a su casa. Ya me daba risa. Le pregunté: “¿Qué, ahora te volviste fan de las compras en línea?” Y ella me respondió: “No, es que si pido algo, tú vienes. Porque si no, nunca pasas a verme”. Así que terminé teniendo una clienta VIP fija: mi abuela, que pedía las cosas más inútiles del mundo solo para que yo fuera a verla. Y, la verdad, me alegraba. Incluso cuando no era yo quien entregaba el pedido, igual pasaba a visitarla. © Not everybody will understand / VK
  • Trabajaba media jornada como repartidor porque en mi trabajo principal se estaban atrasando con el sueldo. La app me asignó una dirección; nada parecía fuera de lo normal. Subí y toqué el timbre. Abrió ella. Mi ex, la misma a la que, hace un par de semanas, le había mentido por mensaje diciendo que estaba sentado en la oficina, como analista, que mi sueldo era normal y que pronto me mudaría a Chipre. Y ahí estaba yo, con mi mochila amarilla y una bolsa con comida. Primero se quedó en shock, luego dijo: “Oh, pensé que estabas en la capital”. Y yo ahí, parado, sin saber qué decir. Le entregué el pedido. “Te ves bien”, me dijo. Asenté con la cabeza y me fui. ¡Qué bruto fui! Luego, en el ascensor, me reí de mí mismo. Eso fue el karma, supongo. Moraleja: no le mientas a tu ex. Sobre todo si viven en el mismo barrio. © Not everyone will understand / VK
  • Trabajo como repartidor. Un día llamé a una chica por un pedido y ella me dijo: “¡Solo no se asuste por mi apariencia!” Le prometí que no iba a reaccionar de forma exagerada, aunque en mi cabeza ya estaba imaginando mil cosas. Llegué y, ¡madre mía! Me abrió la puerta una chica con un disfraz de dragón y una cola larguísima. © Not everyone will understand / VK
  • Mi padre trabajó un tiempo como conductor-repartidor los fines de semana para ganar algo de dinero extra. Un día le tocó entregar comida a una persona que vivía a solo cinco minutos del lugar desde donde se hacía la entrega. © Unknown author / Reddit
  • Repartí pizzas durante años y nunca me pasó nada interesante. Pensaba: ¿para qué dedicarme a las entregas si nunca pasa nada fuera de lo común? © JuggleGod / Reddit
  • Colocamos las pizzas en bandejas plateadas brillantes y luego las empaquetamos. Las llevamos al comedor del cliente, las sacamos de las cajas y las pusimos en la mesa junto con otros platos. Nos quedamos con la familia del cliente cantando “Feliz cumpleaños”, mientras un hombre confundido y con los ojos vendados entraba en la sala. Era una sorpresa. Y cuando más tarde volví a recoger las bandejas, me agradecieron generosamente con una propina. © HawaiianShirtsOR / Reddit
  • Hace muchos años trabajé como repartidor. Un día iba a entregar una pizza. Toqué la puerta, pero nadie abrió. Llamé al número que aparecía en el pedido. El hombre que contestó me dijo que no había pedido nada. Todavía estaba en la oficina, no en su casa. Me dijo que simplemente me quedara con la pizza. Más tarde me llamó y me explicó que un amigo suyo, de otro estado, había hecho el pedido y lo había enviado a su casa como una broma, y ​​se disculpó por la confusión. Nos reímos, y yo me quedé con una pizza gratis. © Rude_Setting5478 / Reddit
  • Una vez llevaba un pedido a una casa que estaba justo al final de nuestra zona de cobertura. Al llegar, el cliente notó que faltaba uno de los productos. Rayos, fue culpa mía. Salté al auto, volví a la tienda, completé el pedido y luego lo llevé de nuevo al cliente. Entregué el producto, regresé a mi auto, que había dejado frente a la casa, y me di cuenta de que la puerta estaba bloqueada, y que las llaves y el teléfono se habían quedado dentro. Tuve que llamar desde el teléfono del cliente para pedir ayuda. Al final, gasté un montón de gasolina, no recibí propina y, encima, tuve que pagarle al tipo que abrió el coche. © Risethewake / Reddit
  • Conocí a una mujer a la que apodé “la señora de las toallas”. Hacía pedidos dos o tres veces por semana y siempre abría la puerta con una toalla encima, pero debajo llevaba ropa normal. Y nunca estaba mojada. Simplemente tenía una toalla enrollada sobre la ropa, como si acabara de salir de la ducha. © Edraitheru14 / Reddit
  • En ese entonces trabajaba en un servicio de entregas y un día dejé un paquete en la puerta de una casa en un barrio bastante decente. Vi cómo un perro subió corriendo al porche, agarró el paquete y se fue como si nada. No pude aguantar la risa. Amigos, los perros ladrones existen. © NewToReddit4331/ Reddit
  • Hubo una etapa en mi vida en la que trabajé como repartidor. Y déjenme decirles: no es un trabajo fácil. Por eso, cuando vi al otro lado de la calle a un chico repartidor al que se le cayó el teléfono, no me sorprendí en lo más mínimo. Ni siquiera se dio cuenta de que lo había perdido, y yo me apresuré a recogerlo. Lamentablemente, el teléfono estaba bloqueado, y el repartidor ya se había alejado en su bicicleta. Esperé un rato con la esperanza de que regresara, pero fue en vano. Sabía que, cuando llegara a su destino, no podría completar el pedido, porque para eso necesitaba el teléfono. Por suerte, reconocí por su mochila corporativa a qué empresa de reparto pertenecía y les escribí al servicio de atención. Me dijeron que podía llevar el teléfono a sus oficinas. Corrí hasta allá para que el chico pudiera recuperar su teléfono lo antes posible, porque me imaginaba perfectamente lo frustrado que estaría © Not everyone will understand / VK
  • A veces los clientes intentan regatear conmigo. Aceptan el precio por teléfono, y luego, al momento de la entrega, tratan de bajarlo. Pero esto no funciona así. © WhyWithAQuery / Reddit
  • Trabajé como repartidora en una zona rural. Soy una mujer frágil, así que no me gustaba mucho ir a lugares oscuros o alejados. Una noche llegué a una modesta casa dividida en dos departamentos. Un chico abrió la puerta, recogió su comida, dijo que quería darme una propina y dejó la puerta entreabierta. Volvió a los 10 segundos con un frasco medio lleno de monedas. Y cuando abrió la puerta por completo, vi que tenía varios frascos, todos con distintos niveles de monedas. Le agradecí y me fui. Ese frasco de monedas me duró como año y medio. Fue uno de los encuentros más extraños, pero inofensivos, que tuve durante mi tiempo como repartidora. © idkimtired1 / Reddit

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