Una historia emotiva que revela cómo la felicidad real pertenece a quienes saben verla en las cosas pequeñas

Crianza
hace 4 años

Cada uno vive su propia felicidad. Lo importante es no olvidarse de percibirla en las cosas pequeñas del día a día. Esta historia de la escritora Olga Savélieva, al igual que todos sus relatos, puede recordarte la existencia de las cosas sencillas e importantes de las que consiste nuestra vida en familia.

Genial.guru considera que vale la pena que muchas personas lean este texto, pues puede hacerlas recordar en qué consiste realmente la felicidad.

Cuando estoy en un viaje de negocios, los niños se quedan con su papá. Mi esposo y yo lo llamamos “tarifa con un asiento infantil”. Con el padre, la conversación es corta. Si alguien se portal mal es despojado de sus derechos... derechos de ver dibujos animados.

Mis hijos lo saben y se comportan como gatitos. Estando con su madre pueden ponerse en el modo “No quiero, no puedo, no sé hacerlo”. Si preparo la cena y grito “¡Vengan a comer!”, entonces, todos lentamente terminan sus cosas y se acercan a la mesa sin mucha prisa. Luego, incluso pueden mover sin ganas la cuchara por el plato y gesticular con la nariz.

Una vez, mi hijo removía el guiso con el tenedor sin comer nada. Para preparar ese platillo había experimentado con verduras, y la coliflor, por lo visto, sobraba.
— “¿Por qué no comes?”, le pregunté.
— “Bueno, cómo decirlo sin ofenderte... Si estuviéramos jugando el juego ‘Comestible — No comestible’, donde tienes que atrapar la pelota cuando nombran comida comestible, no la atraparía con este guiso”.

Vaya humorista. Me reí y le preparé un bocadillo.

Pero con el padre, uno no puede relajarse. Si papá recalentó pastaarroz, entonces, al oír la señal del microondas, todos ya están sentados con sus cucharas y las bocas abiertas.
— “Papá, la pasta parece poco cocida”, Daniel trató de pasar la pelota de “no comestible”.
— “Esto está al dente”.

Daniel no sabe qué es al dente. Para él, a partir de entonces, todo lo que cocina papá (incluyendo la leche para el arroz derramada al hervirse, papas cocidas en exceso y los garbanzos demasiado salados) es al dente. Mi hijo piensa que al dente es algo como “bueno, lo siento. No salió exactamente cómo pretendía, pero aun así es comestible”.

Mi esposo me informa con diligencia y de manera regular sobre la situación. Ayer fueron a rehabilitación con Katia (nuestra hija), y él realizó una “transmisión en vivo” del proceso.
— “Vamos a ver al logopeda. Exprimiremos de él todo lo que podamos (aquí quiso decir que anotaría palabra por palabra las principales recomendaciones y tomaría fotos del material didáctico para comprarlo para casa), y tendremos que saltarnos la clase de música porque coincide con la hora de la siesta”.

Ya podía imaginarme vivamente al logopeda exprimido y la clase de música ya pasada.

El otro día los llamé por la noche y estaban en una tienda.
— “Compramos macarrones, garbanzos y lentejas...”.
— “¿Qué es lo que vas a preparar?”, pregunté.
— “Verteré todo en una olla y obligaré a mi pequeña Cenicienta a hurgar en ella. En la sesión de rehabilitación nos dijeron que el habla del niño está en la punta de sus dedos. Así vamos a mejorar sus habilidades de motricidad fina”.

Ahora, el juego “Macarrones-garbanzos” está en la lista de los favoritos de mi hija. ¿Acaso no es genial?

Anoche, según papá, Katia tomó un baño rejuvenecedor.
— “¿Por qué rejuvenecedor?”, pregunté. “¿Para qué rejuvenecerla más?”.
— “Bueno, estaba bañándose y pidió beber algo. Le llevé kéfir y ella, sin querer, volcó el vaso entero en la bañera. Bueno, nuestra Afrodita siguió bañándose de esa forma”.
— “Espero que al final no haya bebido de la bañera”, bromeé.

En general, hacen travesuras, jugadas, el loro grita, la gata se mantiene muda, ponen la casa patas arriba... y nuestra Cenicienta volcó la olla con cereales ayer.

Bueno, en pocas palabras, felicidad.

La felicidad normal y corriente, imperfecta.
Modo al dente.

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