“No los he invitado”, la historia de una nuera que demostró a los padres de su esposo que su casa no era un hotel gratuito

Historias
hace 1 mes

–Rita, ¿qué te pasa? –el esposo se estaba enfadando. –Compramos el departamento que querías. Y aún estás triste.

–Dani, ¿y si devolvemos el dinero a tus padres? ¿Directamente de tu próxima paga?

El marido puso los ojos en blanco:

–¡Deja de pensar en eso! Te dijeron claramente: ese dinero nos lo dieron sin necesidad de devolución. Además, tenemos la hipoteca.

La mujer asintió:

–Sí, lo recuerdo, –entonces Rita pareció despertar de su ensueño. –Perdona. Son mis cosas. Tienes razón, no tiene sentido no estar feliz.

Tres meses después. Rita abrió la puerta del departamento y escuchó voces. Sus temores se confirmaron en un segundo.

–Ah, ahí viene Rita. Hola, –su esposo estaba de buen humor. –Tenemos visitas.

–Hola. Ya lo noté. ¿Por qué no me avisaste?

Daniel se sintió incómodo:

–Mamá dijo que no era necesario molestarte. Además, sería una sorpresa.

–Sí, lo lograste.

–Ahí viene la dueña de casa, –intervino el suegro. –Estamos viendo cómo se han instalado.

La suegra rápidamente le dio un codazo a su esposo y él se quedó callado.

– Rita, ¿qué piensas? –la suegra miró la cocina. –Si movemos el refrigerador a esa esquina y la mesa a su lugar, habrá más espacio.

–Nos resulta cómodo así, –Rita miró a su esposo con esperanza.

–Pero mi idea es mejor. ¿Qué dices, Dani?

El hijo asintió:

–Sí, lo haremos, mamá.

Rita miró el reloj:

–¿Vinieron en coche?

–¡Claro que no! –exclamó su suegro. –Es invierno.

–Pero el último autobús ya se fue.

–No planeábamos irnos hoy. ¿O nos estás echando? –dijo la suegra entrecerrando los ojos.

–Mamá, nadie los está echando. Ya discutimos esto, se quedan a dormir con nosotros.

Rita apretó los puños.

–Dani, ¿cómo es que no me consultaste sobre que tus padres se quedaran a dormir?

Sus padres se fueron temprano en la mañana, y ahora, casi de noche, Rita decidió aclarar algunas cosas.

–Rita, ¿qué tiene de malo? Vinieron, se quedaron a dormir. ¿Qué está mal?

–¡Todo, Dani! ¡Absolutamente todo! No me avisaste. No me preguntaste si me parecía bien que tus padres se quedaran. ¡Simplemente me lo dijiste sin más!

–¡Son mis padres!

–Que vinieron sin avisar.

–Sí, ¿y qué?

–No quiero visitas inesperadas en nuestro departamento. Aunque sean tus padres.

–¿Ah, sí? –Daniel entrecerró los ojos. –Nunca pensé que mis padres tendrían que pedir permiso para venir.

–Ahora lo sabes. Y mueve el refrigerador y la mesa de vuelta a su lugar.

–Pero de verdad hay más espacio así. –Daniel había hecho el cambio por la mañana siguiendo el consejo de su madre.

–No se trata del espacio. ¿O no lo entiendes?

Pero su esposo, para alegría de Rita, entendió todo. Por eso la mujer no se sorprendió cuando un día la llamó su suegra:

–Rita, mañana vamos a tu casa por unos días. Tenemos asuntos en la ciudad. Haznos dos copias de las llaves. Así no te molestamos con ir y venir.

–Por desgracia, mañana no podemos recibirlos. Dani y yo ya tenemos planes. Pueden quedarse en un hotel. Puedo recomendarte algunos.

–¿Un hotel? ¿Es una broma? No necesitamos un hotel cuando nuestro hijo tiene un departamento.

–Es nuestro departamento, –aclaró Rita.

–Dije que Dani tiene un departamento. Así que no tiene sentido gastar en hoteles.

–Por desgracia, nuestro departamento no es un hotel y no pueden venir solo porque les conviene.

–En realidad, sin nuestro dinero no tendrían este departamento. ¡Qué rápido olvidaste nuestra amabilidad!

Rita sonrió. Estaba preparada para esto:

–Por supuesto, estamos agradecidos. Pero cuando nos dieron el dinero, no dijeron que vendrían cuando quisieran. Si lo hubieran dicho, no habría aceptado ni un centavo. Y como no lo dijeron, los dejaré entrar cuando yo quiera. Este año no tengo ese deseo.

–¿Qué dirá Dani? También es su casa.

–Llámenlo y pregúntenle.

Rita terminó la llamada. Estaba segura de su esposo.

Cuando un año después Dani y Rita devolvieron el dinero (con intereses a la tasa más alta del banco de la ciudad), los padres de su esposo tomaron el dinero en silencio. Esto sorprendió al hijo, quien había apostado con su esposa que sus padres se negarían. Ahora, solo vienen de visita las personas que ambos cónyuges quieren recibir.

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