Muy buen corazón Felipe
Una historia sobre una amistad que comenzó después de un acto de solidaridad
La solidaridad con aquellos que enfrentan una situación complicada es un valor que nos ayuda a desarrollar valiosas relacionas humanas. Dicen que hay que hacer el bien sin esperar una retribución, pero cuando haces algo bueno por otro y a cambio recibes una amistad para toda la vida, te llevas un regalo que no hubieras podido comprar.
Genial.guru quiere contarte una historia en la que una pequeña acción significó un cambio de vida positivo y el comienzo de una inesperada amistad.
Aprender a leer el camino
Cuando Emilio empezó a trabajar como chofer de una camioneta de carga, estaba muy entusiasmado, llevaba ya unos meses sin trabajar, así que conseguir ese empleo fue un verdadero alivio. Ahora podría apoyar a su mamá con los gastos de la casa y pagar la escuela de su hermana pequeña.
Emilio llegaba temprano a la bodega donde cargaban y de ahí salía a repartir la mercancía por varios puntos de la ciudad. No había tenido oportunidad de viajar mucho, pero conocía la ciudad como la palma de su mano.
Lo que a Emilio no le gustaba tanto de su nuevo empleo era que su jefe era un tanto burlón con él, pero lo soportaba porque le gustaba mucho manejar y la paga no era mala.


Ahí tenían la costumbre de salir juntos a comer a un restaurante cuando llegaba un nuevo empleado y así darle la bienvenida. El recién llegado era Felipe, un joven que había terminado la universidad hacía poco y que se iba a integrar al área de contabilidad de la empresa.
Estando en el restaurante, el jefe presentó a Felipe con el resto del equipo y anunció que la comida corría por su cuenta. Entonces le entregó a Emilio un menú y le dijo: “¿Por qué no nos lees el menú?”. Emilio solo lo tomó y lo puso sobre la mesa; el jefe y los demás se rieron, aunque Felipe, el nuevo empleado, no entendía qué estaba pasando.
Durante un día de trabajo, Emilio recibió una misión especial: debía ir a dejar un pedido a otro estado. Estaba un poco preocupado por salir de la ciudad, pero ya tenía la dirección del lugar y recibiría indicaciones de voz del GPS de su celular para poder llegar.


En teoría, no debía haber ningún problema, pero todo comenzó a ir mal cuando su teléfono se quedó sin batería y no le dio más instrucciones. Emilio trató de seguir las indicaciones de la carretera, pero eso fue inútil porque no sabía leer, entonces se sintió terriblemente frustrado.
Pasó un buen rato perdido hasta que le preguntó a una persona que pasaba por ahí y logró llegar a su destino, pero era algo tarde y el cliente estaba molesto por la demora.
De regreso a su lugar de trabajo, Emilio se encontró con Felipe y este lo cuestionó sobre su retraso en la entrega; avergonzado, Emilio admitió que no sabía leer y que se había perdido. En ese momento, Felipe entendió la broma que su jefe había hecho en el restaurante cuando le pidió a Emilio que leyera el menú. Entonces tuvo una idea: él le enseñaría a Emilio a leer y escribir.


Al día siguiente, Emilio y Felipe se quedaron juntos en la oficina después del trabajo; esa fue su primera clase y también su pequeño secreto. Emilio le contó que no sabía leer porque había tenido que abandonar la escuela cuando era pequeño y ayudar a su mamá con el trabajo. Felipe también le habló acerca de algunos problemas que tenía en casa y se sorprendió al recibir muy buenos consejos de Emilio.
Entre sílabas y nuevas palabras, se fue formando una amistad entre ellos. Eran dos jóvenes que parecían ser muy distintos, no habían tenido las mismas oportunidades, pero ahora la vida los juntaba.
Un buen día, un empleado nuevo llegó e hicieron lo acostumbrado, salieron a comer para darle la bienvenida. El jefe quiso repetir la broma y le entregó un menú a Emilio esperando que no supiera leerlo, pero él sorprendió a todos leyendo en voz alta y de manera fluida algunos platillos hasta que ordenó un filete de pescado.
Todos en la mesa se mostraron sorprendidos, mientras Emilio y Felipe compartían una mirada de complicidad. Después de ese día, Emilio se ganó el respeto de su jefe y de sus compañeros, pues había demostrado que no hay nada imposible de aprender cuando se tiene disposición.


Tiempo después, ni Emilio ni Felipe seguían trabajando en el mismo sitio, pero se frecuentaban como buenos amigos y recordaban las tardes en que unas clases de lectura fueron el inicio de una amistad que duraría para siempre y que sacaría lo mejor de ambos.
¿Qué te pareció esta historia? ¿Cómo comenzó la amistad con tu mejor amigo(a)? ¡Nos encantará leerte!
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