16 Personas que encontraron su felicidad de forma extraña y cuando menos lo esperaban

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Una madre de 53 años relata cómo la lactancia se convirtió en un vínculo fundamental con su hijo, nacido prematuro, de seis meses, cuando ella tenía 31 años. La señora Alicia cuenta que cuando él tenía cinco años pensó en dejar de amamantarlo, pero al ver que él no quería, decidió continuar. Así, año tras año, la alimentación se convirtió en un pilar de su relación, y hoy, con 22 años, el joven sigue recibiendo este cuidado. “Él es el amor de mi vida, mi orgullo y mi único hijo”, expresó la señora Alicia al hablar de él.
Ella cuenta que su hijo sufre de ansiedad, estrés y ataques de histeria, y que ponerlo en su pecho es lo único que logra calmarlo. “Prefiero la tranquilidad de mi hijo a que él se sienta mal”, dice. Agrega que seguirá haciéndolo porque quiere que él esté bien; incluso si llega a los 60 años, ella seguirá apoyándolo. Relata que suele tener rabietas, gritar, llorar y hacer pataletas como un niño, y sin importar el lugar, solo puede controlarlo amamantándolo.
Aunque come normalmente y disfruta de otros alimentos como la compota, la leche materna sigue siendo su refugio. Ella explica que se alimenta adecuadamente para mantener su leche y así poder seguir nutriendo a su hijo, a quien cariñosamente llama “su bebé”. También utiliza unos protectores de silicona que coloca en su pecho para poder amamantar a su hijo, y nunca sale de casa sin llevarlos consigo.
“Yo lo amamanto en cualquier lugar, porque no me da pena lo que diga la gente”, comenta, aunque reconoce que suele recibir miradas de desaprobación. “Uno siente esa vibra, esas malas caras, el repudio, el fastidio... usted sabe cómo es la sociedad. Yo entiendo que no es algo normal en nuestro país, pero para mí sí lo es, porque soy su mamá”.
“La gente me juzga horrible”, admite. Aun así, asegura que es feliz, aunque muchos no lo comprendan. “No juzguen a una madre, porque las madres no hacemos el mal, las madres hacemos el bien por nuestros hijos”.
Y, aunque la señora Alicia considere que esta es la única forma de calmar a su hijo, se trata de un caso particular que le funciona a ella. Sin embargo, lo más recomendable sería consultar con especialistas y ver otras maneras de tratar la ansiedad. Es cierto que la lactancia prolongada puede ofrecer beneficios duraderos: para el bebé, refuerza el sistema inmunológico, reduce el riesgo de enfermedades como diabetes y leucemia, y favorece el desarrollo cerebral; para la madre, disminuye el riesgo de cáncer de mama y ovario y mejora la salud cardiovascular. Sin embargo, no siempre es la solución adecuada para todos los casos.
Una lactancia prolongada generalmente se refiere a alimentar al niño hasta los dos años aproximadamente. Más grande, algunas personas pueden reaccionar con sorpresa, aunque expertos de la American Academy of Family Physicians aseguran que no hay evidencia de que continuar la lactancia en niños mayores sea perjudicial para ellos ni para la madre. También existe un estudio pediátrico hecho por la doctora Vidya Rajagopalan del Hospital para niños de Los Ángeles, donde se encontró que dar pecho por más tiempo ayuda a que los niños tengan mejor desarrollo cerebral a los 9-10 años. Al final, es decisión personal, pero es importante recordar que hay distintas formas de ayudar a un niño a manejar su ansiedad.
Los síntomas de ansiedad pueden comenzar en la niñez o la adolescencia y prolongarse hasta la edad adulta. Es por eso que es importante aprender a manejar la ansiedad desde temprana edad, desarrollando la habilidad de diferenciar entre miedos razonables e irracionales y aprendiendo formas de calmarse, ya que es una habilidad valiosa para la vida.
Para ayudar a un niño o adolescente con ansiedad, es clave un enfoque integral que incluya a la familia, la escuela y profesionales de la salud. Es fundamental facilitar el acceso a psicoterapia, especialmente terapia cognitivo-conductual. En casos con trastornos del neurodesarrollo o dificultades de aprendizaje, se debe garantizar el acceso a tratamientos basados en evidencia. En casos moderados o graves, puede combinarse con medicamentos, siempre bajo supervisión médica. Además, se debe dar seguimiento constante, evaluar el progreso y ajustar las estrategias según las necesidades individuales. Esta información se basa en un estudio de los investigadores Rapee, Creswell, Kendall, Pine y Waters, publicado en Behaviour Research and Therapy por la Universidad de Oxford y otras instituciones.