14 Personas que no solo traen compras de la tienda, sino también anécdotas divertidas

Gente
hace 1 año

Ir de compras es una parte fundamental del día a día de todos. Pero a veces no traemos a casa solo los productos, sino también historias inesperadas. A los internautas les encanta compartir estas curiosidades de la vida con todos, y nosotros estamos encantados de traerlas para ti.

¿Te han ocurrido alguna vez situaciones embarazosas al ir de compras?

  • Tengo 35 años. Aparento mi edad. El otro día, en una tienda de comestibles, había cuatro chicos de unos 16 años jugueteando con pelotas saltarinas. Las lanzaban dentro de la cesta que llevaban las chicas guapas de entre 16 y 18 años, luego se acercaban a ellas y les pedían que les dieran los juguetes. Era el pretexto para conocerlas. Me reí de la ocurrencia de los jóvenes. Cuando estaba sacando los productos en la caja, me di cuenta de que yo también tenía una de esas pelotas saltarinas en mi cesta. Soy una mujer casada con dos hijos, se la devolví y me fui tranquilamente. Pero debo admitir que fue una agradable sorpresa para mí. © Oído por ahí / Ideer
  • Estaba en una tienda comprando algo. Mientras elegía un producto de limpieza, un niño empezó a gritar de repente, y el hombre que estaba al lado, aparentemente su padre, lo miraba con tranquilidad. Pregunté si les había pasado algo. Resultó que el padre estaba probando si el niño podía gritar lo suficientemente alto como para ser escuchado y ayudado en caso de una emergencia. El niño, feliz de haber cumplido la “misión”, sonrió y papá se quedó tranquilo. No es una mala idea, por cierto. © Oído por ahí / Ideer
  • Mi hijo tenía 15 años y quería unas zapatillas nuevas. Fuimos a la zapatería y nos recibió una vendedora muy bonita y simpática que tenía más o menos la edad de mi hijo. Ella y él se miraban con interés. Sin pensarlo demasiado, dije: “Estamos buscando unos tenis para él que brillen cuando camine. ¿Tienen algunos de esos?”. Me respondió que sí tenían ese tipo de calzado, pero solo para niños pequeños. En ese momento, mi hijo me miró con la pregunta en los ojos: “¡¿Por qué tuviste que preguntar eso?!”. © Billy Sullivan / Quora
  • De camino a casa, paré en un supermercado y en una farmacia. Todo estaba saliendo bien, pero al pagar el medicamento, en lugar de una tarjeta, acerqué una feta de queso al lector de tarjetas y me pregunté por qué no se había efectuado el pago. © ne_bozhenka / Twitter
  • Me había divorciado. Al cabo de un tiempo, me entró un impulso aventurero: escribí mi número de teléfono en un billete y pagué con él en una tienda. Un par de días después, mi ex me llamó preguntando: “¿Habrá más billetes con tu número de teléfono?”. Me parece que es el destino. Ahora está en modo “activado”, tratando de recuperarme. © Oído por ahí / Ideer
  • Cuando era pequeño e iba de compras con mi padre, me ponía al lado de los maniquíes y me quedaba inmóvil. Nueve de cada diez veces, mi padre pasaba por delante y no me veía. © JayIsMyMaster / Reddit
  • Entré en una tienda hablando por teléfono con los auriculares puestos. Elogié a mi compañero con las palabras: “¡Buen trabajo!”. Y por casualidad, en ese momento justo pasaba al lado de una empleada que estaba colocando la leche en los estantes. Recibí una mirada de asombro y un discreto “gracias”. Es un nuevo nivel de incomodidad. © uchilka_nastya / Twitter
  • El otro día vi la siguiente escena en una tienda. Un nieto de 5 o 6 años estaba molestando al abuelo con preguntas, y el abuelo respondía pacientemente. Entonces, cuando el abuelo estaba eligiendo algo en la góndola, su nieto no dejaba de llamarlo:
    —Abuelo, abuelo, abuelo, abuelo...
    —¿Qué?
    —¡Te quiero!
    —¡Yo también te quiero!
    Y ambos siguieron caminando por la tienda. Fue tan genuino y dulce que los recordé con una sonrisa durante el resto del día. © Oído por ahí / Ideer
  • Siempre dejo a mi perro, Kos, en la entrada de la tienda cuando voy a comprar; nunca lo ato, se sienta tranquilamente en la entrada y espera. Y ya lo he encontrado unas cuantas veces en compañía de mujeres que pensaban que estaba abandonado o perdido, y él sentado, todo triste. Me río cada vez que me encuentro con esas escenas. © potom02 / Twitter
  • Hoy escuché algo increíble. Estaba en una tienda eligiendo unas botas estilo militar para el invierno, y probaba los pares uno tras otro.
    Una mujer “glamorosa” decidió dar su opinión:
    —¿Vas a comprarte botas de hombre? ¡No son para las chicas!
    —Uso lo que quiero.
    Y le dije al vendedor:
    —Estas son demasiado pequeñas, tráeme una talla 43.
    La señora se indignó:
    —¡Pero son gigantescas! Queda muy mal que una joven use una talla tan grande, ¡un máximo 39! ¡Eres una señorita!
    ¿Qué es esa tontería que tienen en la cabeza? ¡¿Trastorno afectivo estacional?! Yo uso una talla 41, las botas de invierno en una talla 42 y el calzado de horma pequeña en talla 43. © ViNaMne / Pikabu
  • Fui al supermercado con una compra: unos zapatos de niña bastante caros. Los puse en un casillero metálico. Cuando salí, me encontré con el casillero abierto y vacío. Casi me da un ataque al corazón. Ya no tenía dinero para un segundo par y, para colmo, le había hablado a mi nieta sobre la compra. Resultó que no había cerrado bien el casillero. El guardia lo vio y guardó los zapatos. Le estoy muy agradecida. © Irina Kulikova / Facebook
  • Estaba en la cola para pagar. Un hombre se acercó a la cajera y se produjo el siguiente diálogo:
    —Necesito hablar con... Eh...
    —¿Con quién?
    —Ya sabes...
    —¿Quién?
    —Su...
    —¿Quién? Señor, no ha dicho con quién.
    —¡Bueno, ese!
    —¿?
    El hombre dio un paso atrás, fingió mirar el teléfono y salió en silencio de la tienda. © Vudu Guru / ADME
  • Fui a una tienda de cosméticos. Tomé una cesta, porque tenía que comprar varias cosas. Pagué los productos y salí. Ya había cruzado la carretera. Caminaba alegremente por el centro de la ciudad, escuchando música, imaginando que estaba en un video musical, y descubrí que ¡tenía la cesta en la mano! Me había olvidado de dejarla en la tienda. © taelalune / Twitter
  • Después de un duro día en la oficina de admisiones, entré a una tienda y en lugar del habitual “no necesito bolso, no tengo tarjeta”, dije: “Admisiones, Departamento de Geología, ¿en qué puedo ayudarlo?”, el saludo memorizado del personal de admisión. La cajera se quedó confundida y contestó: “No, probablemente en nada”, y recién entonces me di cuenta de lo que acababa de decir. Fue incómodo. © Polzuchest / Genial.guru
Imagen de portada Oído por ahí / Ideer

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