Mamá, en realidad solo fingimos ser idiotas

Gente
hace 5 años

Hace una semana, por primera vez en la vida, me dolió el corazón. Me asusté terriblemente y corrí a ver al médico. La doctora, una cardióloga muy amable, entre otras cosas me dijo que a mi edad ya tenía que estar criando hijos y no corriendo “esas maratones”, que al llegar al umbral de los treinta años era hora de entender que la vida no solo se trata de las emociones extremas y diversión sin fin, sino también de responsabilidades, cuidado de la salud y madurez.

Genial.guru quedó conmovido por el boceto sobre padres e hijos creado por la bloguera Odonata Veter. Y simplemente no podemos dejar de compartir este texto con nuestros lectores.

En ese momento me sentía asustada y dolorida, así que todo lo que se vertió sobre mí, me pasó por encima y me apabulló. Pensé que ese era el fin, que nunca podría volver a correr, que había cometido un montón de tonterías irreparables, y que todo lo que esa mujer decía era la verdad más pura, y yo vivo mi vida muy mal.

Después de un par de días y algunos calmantes, mi corazón y yo volvimos a la normalidad, y me sorprendí de mi reacción a todo lo que había sucedido en el consultorio médico. Por qué no pregunté, en primer lugar, por qué diablos estábamos discutiendo el hecho de que me teñí el pelo de rosa, aunque “la adolescencia termina a los 16, querida”, por qué comencé a justificarme y a tratar de demostrar que las cosas no eran así, que ella me había entendido mal, que en realidad soy una buena chica, tengo un trabajo y también hago deportes, elógiame.

Lo que pasa es que mi madre siempre me decía lo mismo. Ella también es una doctora, y también es una mujer maravillosa de aproximadamente la misma edad. Y solía usar exactamente las mismas palabras: sobre correr, y sobre el cabello, y sobre el “crecer”. Había algo en común en ellas, algo generacional.

No pude justificarme frente a mi cardióloga por el color de mi cabello, y frente a mi madre por otra media maratón, pero, en nombre de toda la generación a la que pertenezco, quería decirle algo a nuestros mayores: madres, padres, maestros, a veces (aunque cada vez menos) a los superiores. Me parece que ha ocurrido algún tipo de malentendido y solo conozco una forma de resolver los problemas de comunicación: hablar. Y por alguna razón, no siempre nos hablamos. Bueno, entonces empezaré primero.

Mamá, la cuestión es que, en realidad, solo fingimos ser idiotas. Nos llenamos de juguetes, compramos helicópteros y camisetas con Mickey Mouse, miramos caricaturas, nos juntamos con amigos para jugar a las consolas y andar en rollers. Pero esto no nos impide ganar dinero, sacar hipotecas, abrir negocios, escribir trabajos de investigación y crear cosas nuevas. Jugamos a la infancia porque podemos, porque hemos aprendido que no es necesario tener una cara seria para hacer cosas serias. Y ahora hacemos cosas de inteligentes, jugando a ser tontos.

Sí, hay muchas cosas que no conocemos y no sabemos hacer, cosas que ustedes sí conocían y hacían. Y es cierto que muchos de nosotros hemos olvidado cómo escribir con un lápiz en un papel. A veces no tenemos idea de cómo usar un correo o a dónde ir en una clínica, no sabemos cómo comprar en un mercado algo que no está exhibido, ni cómo o con quién regatear, no nos sabemos de memoria ninguna obra de Shakespeare, nos perdemos en las instituciones públicas y no sabemos tratar un infarto en condiciones caseras. Cuando hacen todo eso, todavía los miramos como si nos hubieran mostrado un increíble milagro.

Pero la verdad es que podemos hacer muchas otras cosas: hablamos un montón de idiomas, podemos obtener cualquier información y determinar su calidad y confiabilidad en cuestión de segundos; podemos encontrar trabajo en cualquier parte del mundo en unas pocas horas, inventamos pequeños servidores que, juntando de a 5 dólares por todo el mundo, pocos años más tarde remodelan completamente la economía global, unimos lo incombinable, nos reestructuramos para nuevos paradigmas en cuestión de días y aprendemos a ser amigos de todo el planeta. No se trata de quién es más cool, si ustedes o nosotros, la cuestión es qué habilidades están en demanda aquí y ahora. Nosotros lo llamamos challenge: el desafío que te lanza el tiempo. Y tienes que responder con algo a este reto. Y resulta que hacer cuentas mentalmente no es algo que nuestro “hoy” nos esté pidiendo.

Sí, estudiamos de una manera diferente a pesar de que, tanto ustedes, como nosotros, hemos recibido la educación según el mismo programa. En realidad, dudamos mucho de que la educación signifique enseñanza, y viceversa. Ustedes han memorizado cantidades monstruosas de información. Y eso es genial. Probablemente era importante. Pero ahora no lo es. Ahora cada uno de nosotros lleva en el bolsillo un objeto que tiene acceso a toda la información acumulada por la humanidad. No, esto es importante, vamos otra vez. A toda. La información. Acumulada. Por la humanidad. A lo largo de todos los milenios del proceso histórico. Tratar de memorizar al menos una milésima parte de todo eso es un camino directo a la clínica psiquiátrica. Simplemente no podemos hacerlo. Por eso estudiamos la estructura. El esqueleto en el que pondremos todo lo googleado. Así es como separamos lo bueno de lo insignificante. Y los ayudamos a ustedes con cualquier problema con las computadoras.

Tenemos más o menos claro “cómo funciona todo”, y por lo tanto podemos encontrar cualitativa y rápidamente la información exacta que se necesita en un momento dado, evaluar su calidad y aplicarla correctamente. Es por eso que es inútil preguntarle a casi cualquier especialista de los “nuestros” sobre cualquier cosa si no tiene un recurso con información. No recordará absolutamente nada, excepto en el momento en que esté ocupado con aquello sobre lo que le estás preguntando. Por eso les parecemos totalmente descalificados. No lo somos. Tenemos un enfoque diferente del uso de la información.

Nosotros ganamos mucho dinero. Mucho más que ustedes a nuestra edad. Esto está relacionado con el aumento general del nivel de vida, y con el hecho de que amamos mucho la libertad, y la libertad para nosotros está muy estrechamente relacionada con el dinero. Al mismo tiempo, la comodidad personal no nos preocupa mucho. Y tampoco nos gustan demasiado las cosas de “nivel”: estamos jugando a ser niños, ¿recuerdas? No nos nace comprar autos o casas de campo caros, para “no ser peor que otros”. Tal vez, compremos una consola más nueva: habrá más juegos allí.

Hay demasiadas cosas a nuestro alrededor, y todas son efímeras: China nos ha llenado de basura por varios miles de años por adelantado. Por eso tratamos de gastar en vivencias, y no en cosas materiales. Deambulamos por los bares, parques de diversiones, conciertos y miles de otros lugares. Será mejor que no sepan cuánto cuesta todo eso. Y sí, al mismo tiempo seguimos teniendo tuberías con goteras en el departamento rentado, y nuestro único medio de transporte es una bicicleta. Por eso a ustedes les parece que no sabemos cómo usar el dinero. No, la mayoría de nosotros puede comprar un auto. Y sacar una hipoteca, de ser necesario. Pero no es necesario. ¿Para qué necesitamos un departamento propio, si cambiamos de trabajo cada 2 meses, y en cuanto tenemos al menos 300 dólares en el bolsillo, nos escapamos a otro país?

Me detendré en esto en detalle. Somos móviles. Somos muy móviles. Buscamos activamente lo que nos gusta, y por lo tanto, sin dudarlo ni un segundo, cambiamos de trabajo, de ciudades, de países, de amantes. Vimos cómo Internet llegó a las manos de cada uno de nosotros. Qué digo vimos, lo convertimos en lo que ahora es, hemos inventado Facebooks, Whatsapps y Couchsurfings. Constantemente estamos hablando tonterías con amigos de Australia, Canadá y Kuwait, pero al mismo tiempo no tenemos idea de cómo se llaman nuestros vecinos.

Tenemos una percepción ligeramente diferente del espacio: para nosotros, el “hogar” es el planeta entero, completo. “En casa” es donde te entienden. Por eso, cuando le pides un cigarrillo a los kenianos en un suburbio de París, estás “en casa”, allí están los “nuestros”, chicos con los que podemos hablar sobre libros, chicas, chicos, películas. En cambio en lo de los vecinos no es “en casa”, allí miran programas aburridos y cocinan con mayonesa, allí es otro planeta. Por eso, les parecemos poco sociables, cerrados y fríos.

Debido a esta movilidad general y a lo efímero de todo lo que nos rodea, muchos elegimos la estrategia de buscar algo que sea lo más cómodo posible para nosotros mismos desde el principio, en lugar de refinar algo hasta que se adapte a nosotros. Eso tiene sus ventajas y sus desventajas. Tratamos de no meternos en algo inicialmente muerto, pero también rechazamos muchas cosas buenas. Nosotros simplemente tenemos más opciones. Probablemente por eso les parezcamos frívolos.

Nos parece que la responsabilidad es eso: entender qué es exactamente lo que necesitamos, ir y conseguirlo, sin dañar a otros en el camino. Hacer algo solo porque “hay que hacerlo” en nuestro mundo se considera una irresponsabilidad, y no una hazaña. Es por eso que nos casamos tan tarde y somos tan reacios a hacerlo. Consideramos que solo es aceptable cuando se está seguro de qué es lo que se quiere y que todo va muy en serio. La opción de tener niños y recién después pensar si los queríamos, nos parece una locura. No queremos formar una familia no porque seamos irresponsables, sino viceversa. Porque somos muy, muy responsables.

Por supuesto que entre nosotros hay personas diferentes, con distintos contenidos en el cráneo. Y hay una gran cantidad de chicos que comparten plenamente la visión del mundo de ustedes: sobre la educación y el trabajo en un solo lugar, sobre “saber de memoria” y sobre tener niños pronto, y sobre muchas otras cosas. Por lo general, viven con ustedes. Y no se pueden realizar en el nuevo mundo, pero continúan quejándose, sin levantarse del sofá, de su salario pequeño y del gobierno malo. ¿Por qué? No porque la configuración de ustedes sea mala, sino porque es de ustedes. Funcionaba en su época, esculpía sus vidas. Y si sus hijos son tan obedientes que a la edad de 30 años repiten, palabra por palabra, todo lo que ustedes dicen, significa que no están tratando de vivir su propia vida, no inventan sus paradigmas y, por alguna razón, son inertes y poco ambiciosos. Y si lo decimos con otras palabras: simplemente son demasiado perezosos para pensar y vivir. Y nuestro tiempo escupe a esta clase de personas.

Y como fuera, es cierto que ya hace mucho que no tenemos 15 años, y lo atemorizante no es que seamos adultos, sino que los adultos somos nosotros. Y estamos construyendo este mundo de tal forma que podamos sentirnos cómodos en él. Con Facebook, con Uber, con interminables viajes entre los países, con proyectos internacionales, con X-boxes y con la regla de “no te tomes nada en serio”.

Creamos puestos de trabajo y los llenamos. Estamos reensamblando el sistema educativo y tratando de reorganizarlo todo. Hacemos el presente y vertemos el concreto en la base de algo futuro. Así, tal y como somos. Con el pelo rosa. Y en una camiseta con Batman.

Y sí, sabemos lo que hacemos.

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