13 Historias familiares que nos envuelven en el espíritu navideño

Historias
hace 1 año

Esperar la Navidad y el Año Nuevo es aún más emocionante que celebrarlos. De repente, en nuestro interior se despierta aquel niño o niña que creía, con toda la sinceridad, en Papá Noel. Y esperamos a que se produzca un milagro, aunque, a veces, lo llevamos a cabo nosotros mismos: por nuestros hijos, nuestros amigos y nuestros seres queridos. Tal como hicieron los protagonistas de nuestra colección de estas Navidades. Sigue leyendo para impregnarte de este estado de ánimo especial.

¿Qué historias relacionadas con la Navidad y el Año Nuevo guardas en tu corazón?

  • En Nochebuena, mi hija de once años intentó desenmascararnos y averiguar quién ponía los regalos bajo el árbol. Siempre los colocábamos cuando íbamos a ver los fuegos artificiales en la calle. Uno de nosotros se escapaba, dejaba los regalos en su sitio y volvía. Mi hija recogió todas las llaves del departamento, cerró ella misma la puerta y todos salimos a la calle. Pero cuando volvimos, se quedó muy sorprendida. Los regalos estaban bajo el árbol de Navidad. Su emoción era indescriptible. Siguió creyendo en Papá Noel uno o dos años más. Lo que ella desconocía es que una vecina tenía las llaves de nuestra casa y nos ayudó. © Vikka V / Genial.guru
  • Eran las primeras Navidades tras el divorcio de mis padres. Mi madre y yo pasábamos apuros económicos. Mi padre se había vuelto a casar por segunda vez y se había mudado lejos de nosotros. La mañana de Navidad me desperté con un montón de regalos bajo el árbol. Me quedé asombrado. Mi madre había trabajado horas extras para ganar dinero para todo esto. © Unknown author / Reddit
  • Mis padres viven en Europa. Los visité un día en Navidad. Mi madre y yo fuimos a pasear por el mercado navideño. En una de las cabañas, estaba sentado Papá Noel con un montón de niños a su alrededor. Sentaba a los niños en su regazo y les regalaba dulces. Mi madre también se acercó y le preguntó si podía hacerse una foto con su niña. La expresión de Papá Noel cuando se dio la vuelta y vio a la “niña”, que tenía 25 años y era más alta que él, fue digna de contemplar. La foto en el regazo de Papá Noel se convirtió en una reliquia familiar.
  • Me di cuenta de que Papá Noel no existía cuando aprendí a reconocer la letra de mi madre. Las tarjetas que siempre acompañaban a los regalos bajo el árbol estaban escritas de puño y letra por mi madre. Mamá siempre lo negaba, sonriendo y asegurándome que era Papá Noel, no ella.
    Todavía tengo su última tarjeta... Mamá sabía que se iría pronto, pero se mantuvo fiel a sí misma y encontré un regalo y una tarjeta de felicitación bajo el árbol. Al final había una nota: “Nunca me olvides. Tu Papá Noel”. © Ripost / Genial.guru
  • Mi sobrina, en su carta a Papá Noel, había pedido una tableta. Cuando la encontró bajo el árbol en Navidad, exclamó con alegría: “¡Mamá, mira cuánto dinero te has ahorrado!”.
  • Cuando era niño, teníamos dificultades económicas. Sin embargo, en Navidad, ¡mi hermano y yo solíamos recibir una caja entera de huevos Kinder! Una vez le pregunté a mi padre quién nos hacía estos regalos. Papá dijo que lo hacían él y mamá. Pero mi madre se ofendió porque no dijo que era Papá Noel. Yo en aquel entonces tenía 21 años.
  • Cuando era niña, antes de cada Navidad, mi madre nos solía decir que los enanos venían a su trabajo y recogían cartas para Papá Noel. Y en Nochebuena encontrábamos regalos: en el patio, en la valla, en el jardín, etc.. Mis hermanos y yo tenemos ahora más de 25 años y seguimos encontrando regalos.
  • Un pino cayó sobre la casa de mis padres justo antes de Navidad: exactamente donde estaba su dormitorio. Tuvieron suerte de salir ilesos. Pasamos las fiestas juntos: en la mitad superviviente de la casa, pero toda la familia. © EvilCookie4250 / Reddit
  • Llevo dos años pasando la Nochevieja en la maternidad acompañando a mi esposa. Tuvo a nuestra primera hija el 29 de diciembre y a nuestro hijo al año siguiente, el 30 de diciembre. Una vez más, esperamos al bebé para los últimos días de diciembre. Estoy deseando tener un bebé el 31 de diciembre. La gente ya se ríe de nuestra tradición familiar de Nochevieja.
  • Soñaba con tener un perro desde que era niño. Mis padres no compartían mis deseos. “¿Acaso uno puede vivir toda la vida sin un perro?”, me pregunté a mí mismo. Así que decidí ser mi propio Papá Noel. Aquella tarde, mi novia y yo fuimos a ver unos cachorros. No habíamos planeado traer uno a casa ese mismo día, ¡pero fue amor a primera vista! “Vaya, suele ser tranquilo”, dijo el dueño al ver que el cachorro casi saltaba del recinto. Coloqué a la pequeña criatura debajo de mi chaqueta y nos fuimos a enseñarle su nuevo hogar. ¡Y así nos llegó la felicidad en Nochevieja!
  • Cuando mi hijo cumplió 17 años, encontró un trabajo porque mi esposo y yo no íbamos a aumentar su paga. El trabajo era duro para él. Un día, durante una conversación general, mencioné casualmente que necesitaba un segundo recipiente para mi batidora (me encanta la pastelería). La mañana de Navidad abrí una caja grande de parte de mi hijo y encontré este recipiente. ¡Debió de trabajar un día entero para poder comprarlo! Me conmovió tanto que mi adolescente, a veces malhumorado, fuera tan considerado que me eché a llorar. © Carrie / Quora
  • Cuando era niña, mis padres colocaban un árbol vivo cada Navidad. Cuando tenía unos 14 años, les dije que era mayor y que ya no necesitaba un árbol, pero la noche del 24 de diciembre le pregunté a mi padre: “¿No vamos a tener un árbol?”. La sorpresa de papá fue indescriptible. Dos horas después, ¡me trajo un árbol de Navidad! Y eso fue hace mucho tiempo, entonces no vendían árboles de Navidad en cada esquina. Estaba encantada. El 24 de diciembre, mi madre ponía la mesa y mi padre y yo decorábamos el árbol. ¡Fueron las mejores Navidades!
  • Mi hermano y yo siempre pasábamos las fiestas de Navidad con mis abuelos. El abuelo nos llevaba a patinar al río. Patinábamos mucho, jugábamos con la nieve y volvíamos a casa cansados y felices por la noche. Allí nos esperaba nuestra abuela con té caliente y hot cakes. Bebíamos té y nos íbamos a la cama. El abuelo abría un libro con maravillosos cuentos de hadas. Nos tumbábamos bajo una manta caliente y escuchábamos, intentando no dormirnos. Pero en cuanto cerrábamos los ojos, volvíamos a vernos patinando sobre el hielo...

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