15 Historias que podrían ganar un Óscar al mejor guión

Historias
hace 5 años

Algunas personas simplemente no pueden prescindir de la aventura, y no está claro si la buscan a propósito, o si son los incidentes los que las persiguen a ellas. Lee sobre un lagarto que le quitó la escoba a unos turistas, sobre un novio congelado por la felicidad, sobre un Santa Claus veraniego y sobre un concurso de la policía de tránsito para encontrar a un “conductor interesante”. Verás que no podrás dejar de reír.

Genial.guru ha recopilado historias geniales de los sitios “Oído por ahí”, “La habitación N° 6”“Pikabu”; si las unen y hacen con ellas una película, definitivamente obtendrán un Oscar al mejor guión.

  • Un amigo le alquiló su casa en la Provincia de Transvaal (Sudáfrica) a unos turistas, él mismo vivía en Pretoria. Un día, muy temprano por la mañana, los huéspedes, que eran norteamericanos, lo llamaron al móvil en estado de pánico: “¡Hay un lagarto en el baño! ¿Qué hacemos?” (más tarde se supo que era un varanus de gran tamaño). Mi amigo, maldiciendo por dentro a unos “idiotas de la jungla de cemento” que se asustaban por una simple lagartija, les dijo que echaran al reptil con una escoba, y siguió durmiendo. Pero los turistas llamaron de nuevo para decir: “El lagarto nos quitó la escoba, ¿qué hacemos ahora?”.
  • Un día, yendo con mi marido en auto a trabajar, en un giro vimos que los policías de tránsito paraban todos los autos. Ya se había acumulado un gran embotellamiento en la carretera. Se nos acercó un oficial en un uniforme, y dijo: “Hola, estamos haciendo un control de conducción interesante. Sus documentos, por favor”. Mi esposo y yo nos miramos, él entregó sus documentos y preguntó: “¿Cómo es un conductor interesante? Yo no sé ni cantar ni dibujar, aunque tal vez pueda recitar un verso. Probablemente mi esposa lo haga mejor, participa en actividades artísticas para aficionados”. El oficial nos miró de forma extraña, sonrió y dijo: “No tengo ninguna duda sobre el talento de su familia, pero hágase revisar los oídos”. Resultó que había dicho “conducción alcoholizada”. Nos reímos un largo rato. Y ensayamos una canción todo el camino al trabajo. Solo por si acaso.
  • Recuerdo que una vez estaba con mi papá y sus amigos. Ellos bebían cerveza, comían, conversaban. Pero la conversación se interrumpió porque estornudé. Silenciosamente, cubriéndome la cara con las manos. Entonces, uno de los amigos de mi padre se levantó, se fue, regresó con una lata de pimienta negra y dijo, indignado: “Los hombres no estornudan así. Hay que hacerlo fuerte, con todas las ganas. Ven, que te enseño”.
  • Íbamos con mi padre en auto de una ciudad a otra, y en algún lugar del medio nos atrapó una terrible neblina, parecía que nadábamos en leche. Me puse detrás del auto que iba adelante. Un rato más tarde, se formó una columna de unos 20 autos. De repente, los autos comenzaron a detenerse. Bajé a ver qué había pasado, y resultó que todos habíamos seguido a un solo hombre, y habíamos llegado a su garaje. Con toda la columna.
  • Soy fotógrafa de conciertos. En mi trabajo veo hombres que son tan hermosos que parece que han caído desde el cielo. En uno de los conciertos, estaba fotografiando a una banda desde el foso ubicado entre el escenario y los fans, y de pronto sentí un destello de dolor y, literalmente, vi el fin del mundo frente a mis ojos. Un fanático que había estado “flotando” entre la multitud, fue llevado hasta el escenario y se había derrumbado encima de mí, golpeando con su bota militar justo en mi nariz. No me la fracturó de milagro. Pero conoció a un médico bastante terrenal que estaba de guardia en ese concierto. Tenemos una cita dentro de poco.
  • A mi amigo se le trabó la mandíbula en el Registro Civil. Justo cuando le preguntaron: “¿Aceptas a esta mujer como tu esposa?”, sonó un crujido, y todos vimos la cara del novio torcida, sin que pudiera decir nada. Alguien podría pensar que era una señal, pero la boda tuvo lugar de todas formas: la novia no creía en las malas señales y lo hizo asentir.
  • Con mi hija (4 años) subimos a un autobús. Frente a nosotros estaba sentado un anciano con una larga barba gris. Mi hija dijo: “¡Papá, mira! ¿Es Santa Claus?”. Yo respondí: “No, es un señor común y corriente; además, falta mucho para Navidad”. Entonces al hombre le sonó el teléfono móvil, atendió y, con voz grave, dijo: “¡Aquí Santa Claus!”. Mi hija se volvió hacia mí y, con una cara de satisfacción, pronunció: “¡Te lo dije!”
  • Mi familia es mi fuente de optimismo. Porque puedo llegar a casa y encontrar a mi mamá y a mi papá en una batalla de pulverizadores. Y participar en ella.
  • Una vez, volvía a casa con un pesado paquete de productos. Llegué al edificio y, con el teléfono en la mano, comencé a abrir la puerta. De pronto, un tipo se me acercó por la espalda, agarró mi teléfono y salió corriendo. Grité: “¡Hey!”, pero él dobló en la esquina. Lo seguí, pero me daba cuenta de que no iba a alcanzarlo. Di vuelta en la esquina y ya no lo podía verlo por ninguna parte. Detuve a un hombre que pasaba en una bicicleta, le expliqué en tres palabras lo que había sucedido, en respuesta escuché: “English, please”, le repetí todo rápidamente en inglés. El hombre asintió y... desapareció. Se fue. ¿Encontraría al ladrón, me habría entendido...? Volví despacio a la entrada, ¡y llegó el hombre de la bicicleta! ¡Con mi teléfono! Le agradecí por mucho tiempo, se negó a cobrar una recompensa.
  • Mi esposo trabaja de profesor. Un día me llamó a la hora del almuerzo:
    —Escucha, ¿qué se puede hacer con 86 panes?

    —¿...?

    —Escribí en el chat: “Compren pan”, pero me equivoqué y en lugar de enviártelo a ti y a María, lo mandé al grupo de los estudiantes. Ahora, cada uno trajo a la clase un pan.

    —¡Devuélvelos todos!

    Regresó 2 horas más tarde que de costumbre, enojado, cansado.

    —Me quedé en la puerta de la oficina del decano por dos horas, entregando los panes. Los estudiantes pensaron que se trataba de un desafío.

    Cenamos sin pan.

  • Acababa de salir de un minibús, pero tenía que tomar otro, corrí hacia él, lo rodeé y vi que tenía las puertas cerradas. Pensé que, tal vez, el chofer se había ido a un kiosko. Y luego vi que detrás de ese minibús salía otro, no llegaba a ver qué número tenía, pero parecía ser el que yo debía tomar. Corrí tras él, agitándole la mano al conductor, él se detuvo y me abrió. Entré, él cerró la puerta, y entendí que había subido al mismo minibús del que ya había bajado. Los pasajeros me miraban como si fuera un idiota.
  • No puedo vivir un día sin terminar en un incidente. Me teñí el pelo de azul. Un día, iba a trabajar y, de pronto, escuché a un hombre que corría detrás de mí y gritaba: “¡Malvina, espera, soy tu Artemón!”. No sabía qué hacer: si salir corriendo o ver qué sucedería. Venció la curiosidad. El hombre me alcanzó, me di la vuelta, y vi que realmente llevaba puesta la máscara de un perro.
  • Me sorprende la imaginación de mi hijo. Habla constantemente sobre las vidas pasadas, las suyas y las mías. Dice que solía ser un ballenero, y que en su barco había dos marineros que se llamaban Orbi y Urbi, y siempre discutían. Una vez, dije que me dolía la espalda, y mi hijo me dijo con tristeza: “Mamá, no quiero asustarte, pero en una vida pasada te golpearon en la espalda con una espada porque robaste pan en el mercado”.
  • Cuando mi madre era joven, la cortejaba un hombre, siempre la invitaba a salir. Una vez, cuando volvió a invitarla a algún lugar, mamá, cansada de escuchar siempre lo mismo, dijo que solo saldría con él si caía nieve. ¿Y saben qué? Después de una semana, nevó... en pleno verano.
  • Un día, mi amigo y yo estábamos viajando en metro en hora pico, había mucha gente y yo tenía muchas ganas de ir al baño. Llegamos a nuestra estación, comencé a abrirme paso con rapidez a través de la multitud, habiendo agarrado automáticamente la mano de mi amigo, que caminaba detrás de mí, arrastrándolo con fuerza y enojándome cada vez más por lo lento que él caminaba. Un par de minutos más tarde, escuché de atrás la pregunta: “Perdón, pero ¿a dónde vamos?”. Era un chico completamente desconocido. Cuando, tiempo después, me propuso matrimonio, me dijo: “¡Me gustaría que camináramos juntos por la vida, y que siempre tengas mi mano con la misma fuerza!”

Estimado lector, tú eres interesante, ¡háblanos de ti! Quizás fuiste voluntario en un asilo de ancianos, viviste en Bangladesh, trabajaste en un restaurante con estrellas Michelin en París, o simplemente quieres contarle al mundo por qué es tan importante recibir a los seres queridos en el aeropuerto. Escribe sobre ello a redaccion@genial.guru, con un asunto que diga “Mi historia”.

Imagen de portada WotkiDay / Pikabu

Comentarios

Recibir notificaciones
Aún no hay comentarios. ¡Puedes ser el primero!