20 Distraídos que vinieron al mundo con un cortocircuito en el cerebro

Historias
hace 1 año

No estaríamos exagerando si dijéramos que no todas las personas vinimos al mundo con la misma capacidad de concentración. Hasta ahí nada parece muy alarmante. Pero es que hay algunos a los que se les va un poquito la mano con la distracción y terminan olvidando hasta las cosas más esenciales. Sin embargo, lo mejor es tomarse la vida con buen humor y reírse de uno mismo... y esperar que nadie lo haya visto.

¿Cuál ha sido el momento más inolvidable en que la distracción te ganó la batalla?

  • Llegué a un cine con estacionamiento, estacioné, entré a la sala, vi la película, que era Los puentes de Madison, salí muy impresionada con la historia y los actores. Volví a mi casa y, por la mañana, bajé al estacionamiento de mi edificio, pero no vi mi auto. Le pregunté al encargado y me dijo: “Usted ayer por la tarde salió con su auto, señora”. Lo había dejado en el cine. Todavía no le encuentro explicación. © Silvina Rada / Facebook
  • Hace años, mi madre necesitaba el celular para guardar un teléfono que le iban a dar. Se puso a buscar, empezó a gritarme como loca, que dónde estaba, que sí, que ella lo había dejado ahí, que yo lo había agarrado. En eso me quedé mirándola, le pregunté quién le iba a dar el número, y me dijo que su amiga, con la que estaba hablando. Ella tenía el celular en la oreja. © Diana Villacorte / Facebook
  • A mí me pasó cuando estaba cosiendo. Para cortar la hebra, comencé a buscar las tijeras y no las encontraba. Llamé a mis hijos muy enojada y les pregunté quién se las había llevado, les dije que todo me lo quitaban y no dejaban las cosas en su lugar. Yo manoteaba, buscando desesperada, cuando volteé a mirarlos porque no me respondían y ellos, bien divertidos, me dijeron: “Mamá, las tienes en la mano”. © Carmen BG / Facebook
  • Mi madre siempre echaba llave en la puerta durante la noche. Un día, mi prima se quedó en el apartamento. Al otro día, tomé las llaves de mi prima, que tenían el mismo llavero, y pasé más de una hora intentando salir mientras refunfuñaba porque la llave no servía. Llamé a mi jefe y le dije que iba a llegar tarde porque estaba encerrada esperando a que viniera un cerrajero. De pronto se apareció mi prima, me preguntó qué pasaba y por qué yo estaba llorando desesperada. Entonces me dijo que esas eran sus llaves. Las verdaderas llaves habían estado colgadas a un lado de la puerta, mirándome todo el tiempo. © Alix Omaira Franco / Facebook
  • En una ocasión, estaba hablando por teléfono con una amiga y mientras hablaba, buscaba por toda la casa, en las camas, en la sala, en la cocina, hasta que de repente me preguntó mi hija: “¿Qué buscas?”. Y así, despacio y entre dientes, como para que mi amiga no escuchara, le dije: “Mi teléfono”. Mi hija se quedó plantada frente a mí y me dijo: “¡Ay, no puede ser, jajajaja! Mamá, ¿y con qué estás hablando?”. © Leidi Lopez / Facebook
  • ¡Buen susto el mío! Fui de compras con mis sobrinos y mi hija; de pronto, me di cuenta de que faltaba mi hija, la más pequeña. Entonces, entré en pánico y empecé a desesperarme. Sin separarnos de los demás niños, empezamos a gritar su nombre. De repente, mi cuñada volteó y me dijo: “Oye, ¿a quién buscamos?”. Yo le dije: “¿Cómo que a quién? Pues a Luci”. Resulta ser que Luci estaba en MIS BRAZOS. ¡QUÉ BOCHORNO! © Selene Sbaide Rosales Hamden / Facebook
  • Una vez, cuando era muchacha, llegué a mi casa toda asustada porque mi papá me había visto con un chico. Entré a tomar agua del refrigerador, toda aterrada y, de los nervios, hasta dejé el celular en el congelador. Estuve como 20 minutos buscándolo. © Anahy Arreola / Facebook
  • Un día mi hija me dijo: “Mami, dame un aventón en el auto para llevar a la niña al colegio, que está lloviendo, hoy tiene prueba y ya es tarde”. Me subí al auto en el garaje, ella abrió el portón y, cuando estábamos saliendo, la nena salió desde adentro y nos gritó: “¿Qué tal si me llevan a mí?”. © Monica Romero / Facebook
  • Un día, en una feria, me dio un ataque de desesperación al no ver a mi hija menor. Mi respiración se agitó, sentí un ataque de pánico de solo imaginarla extraviada. Hasta que mi esposa me dijo: “La traes en los hombros”. ¡Uy, vaya situación! © Marcos JaimRam / Facebook
  • Un día, salí deprisa al trabajo y busqué y busqué mi bolsa blanca, que combinaba perfecto con mi atuendo. Como no la encontré, me llevé la negra, pero justo cuando iba a tomar el transporte, me di cuenta de que llevaba las dos bolsas colgadas, la negra y la blanca. Solo me quedó meter una dentro de la otra, pero todo el mundo me vio caminando así. © Kryzbell Vazquez / Facebook
  • En una ocasión, busqué a mi gata por todos lados porque era la hora de dormir. Busqué en toda la casa y la llamaba por su nombre, pero nunca respondió al llamado. Mi hija pequeña empezó a llorar porque le dije: “Lo siento, pero nuestra gata nunca regresará”. Yo pensé: “Ahora me quedé sin mascota”. Mi niña, desconsolada, abrió la puerta de la alacena y mi gata estaba enroscada en una olla. Luego recordé que yo estaba acomodando los trastes cuando mi gata se metió a husmear, yo cerré las puertas de la alacena y ella se quedó adentro buscando quién sabe qué. A mi hija le regresó la alegría. © Jecel González / Facebook
  • Un día fui a la carnicería en mi bicicleta. Llegué, compré y regresé a casa. Cuando llegué, me dijo mi hijo: “¿No te fuiste en bicicleta?”. Yo le respondí: “¡Ah, sí!”, y me fui de regreso por ella. Cuando el carnicero me vio, me dijo: “Yo vi su bici y le dije a mi ayudante que le avisara que la había dejado”. Casi me pasa de nuevo hace unos días. Es que me distraigo con mis pensamientos. © Teresa Chavez / Facebook
  • Iba a mi trabajo muy temprano y en el camino hay unos nogales. Vi que estaban cayendo nueces, así que me estacioné y empecé a juntarlas. Lo raro era que cada vez caían más y más, y me pegaban en la cabeza. Finalmente, reaccioné y pensé: “Qué raro, si no hay viento”. Miré hacia arriba y había un señor sacudiendo el árbol para después bajar y juntar las nueces, ¡jajajajaja! Yo le dije: “Perdón, no lo había visto”. © Enedelia Doria / Facebook
  • Cuando era adolescente, estaba en la calle con mi madre y ella me encargó dinero para guardar en mi casa. De pronto, al llegar a casa, me di cuenta de que no tenía el dinero en la mano. Regresé siguiendo mis pasos por la calle creyendo que lo encontraría, pero nada. Lloré amargamente por el regaño que me daría mi madre. Al llegar, sentí un pequeño dolor en el pie, me saqué los zapatos y ¡ahí estaba! Para mayor seguridad, lo había guardado ahí. © Hildaura Hilda C A / Facebook
  • Caía una lluvia débil y estaba caminando por el centro de la ciudad con una amiga. De repente, le dije: “Tere, perdí el paraguas”, y yo lo llevaba abierto porque estaba lloviendo. Se lo pasé a ella para buscarlo en mi cartera. Luego ella me lo devolvió y estuvimos así como dos minutos. Al darnos cuenta de que lo teníamos abierto, nos dio un ataque de risa. Creo que nunca he disfrutado tanto un chascarro. © Carmen González / Facebook

Comentarios

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Regresando del trabajo, en el bus me puse a leer y estaba agotada, antes de bajarme guarde todo en mi bolso, al llegar a casa., quise ver un mensaje en mi celular y no encontraba mis lentes, llame a la oficina del bus, a la tienda pero nada, no habia nada., me resigne, sl dia siguiente en el trabajo al cambiarme la mascarilla de boca o sorpresa, salio mis lentes, al parecer al bajar de prisa del bus por ponerlos en su estuche los meti en el estuche de mascarillas.

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