20+ Usuarios cuentan sus historias más raras sobre las comidas que han probado

Historias
hace 2 años

El olor, la apariencia, el origen y el sabor de algunos alimentos pueden confundirnos y, por lo tanto, terminamos probando cosas que no nos gustarían, o incluso que no deberíamos. Cuando esto sucede, podemos tener experiencias desagradables, pero al menos producen divertidas historias para contar. Después de todo, ¿quién no ha comido nunca un caldo de res pensando que era un caramelo, o bebido el agua de una salchicha creyendo que estaba tomando jugo de tamarindo, verdad? Todos podemos pasar por eso.

Genial.guru ya ha publicado un artículo con historias peculiares acerca de la comida, y ese texto recibió tantos comentarios divertidos que resolvimos hacer la segunda parte. Algunas de las mejores anécdotas están a continuación.

  • Me encantan los melocotones en almíbar. Un día, al llegar a casa vi solo la mitad de un melocotón con un poco de almíbar en un tazón de postre en la nevera. Pensando en quién habría dejado solo una mitad simplemente por no lavar la taza, me lo llevé a la boca. Era un huevo crudo que mi madre había roto. 😝 © Romenia Pianta / Facebook
  • Estuve en Italia, y ahí vi una pizza cuadrada muy bonita, la compré pensando que estaba hecha de queso, con mucho formaggio encima. Llegué al hotel y fui a comerla con muchas ganas. Estaba hecha de papa 😂 y era HORRIBLE. © Flávia Oliveira / Facebook
  • ¡Me encantan los cupcakes de todo tipo! Entonces, un día mi padre trajo uno de un bar cercano a mi casa, que hacía unos riquísimos. Cuando me lo metí en la boca y lo mastiqué, mi cerebro me advirtió: “Nunca comiste esto, tíralo”. Miré hacia un lado y mi papá se estaba riendo, porque estaba hecho de cerebro de vaca... ¡Ay, no! © Edilaine Silva / Facebook
  • Trabajaba en el departamento de compras, y en el escritorio de mi colega había unos parches de algodón de colores. Pensé que eran algodones de azúcar, agarré un trozo, lo mordí y lo mastiqué. Horrible, no era algodón de azúcar, sino fibra de vidrio. Afortunadamente, no lo tragué. 🤣 © Vera Lucia Caratanasov / Facebook
  • Una vez, fui a pasar unos días a una finca y sentí un olor maravilloso a pastel horneado. Entonces me cortaron un gran trozo y me dieron una taza de café; cuando lo mordí, el pastel de maíz era salado. ¡Nunca había comido pastel de maíz salado! Pero no me gustó y mi cara me delató. Comí todo el trozo y dije que nunca había comido pastel salado. En ese momento el anfitrión dijo: “Entonces agarra un trozo más”, inventé que estaba satisfecha y no lo acepté. Tuve que beber un vaso de agua para ayudar a bajarlo. 🤣 © LiLiane Rocha / Facebook
  • Trabajaba en una tienda de animales y tenía una lata de alimento con sabor a atún, muy similar a una lata de atún “para humanos” de esas que se venden en el mercado. Le eché sal, unas bolsitas de mayonesa y la comí entera. © Bruna Bertolini Zerbinatti / Facebook
  • Hicieron una omelet en casa y no sé de quién fue la idea, pero la mezclaron en la licuadora y quedó anaranjada. Llegué con sed, era verano y pensé que era jugo de maracuyá. Vaya, qué trago tan largo... © Jessica Anchieta / Facebook
  • Me encanta el dulce de coco. Llegué a la casa de mi hermana, abrí la nevera y tenía una vasija llena. Llené una cuchara, pero era grasa de cerdo. 😭 © Dri Palma / Facebook
  • No fui yo, sino mi madre. Hizo fideos con salsa blanca y brócoli, ¡riquísimos! En el final, como siempre hacía, arrojó por encima casi un paquete completo de queso rallado... Excepto que no era queso, sino coco rallado. 🤦‍♀️ © Priscilla Brait / Facebook
  • Siempre bebía el agua de la botella de mi hermano y a él no le gustaba. Un buen día, llenó la botella y le echó un montón de sal. Luego bebí su “agua” con todo. © Stella Beltrame / Facebook
  • Guiso de chayote. Lo odiaba, pero no dije nada para no lastimar a la persona que lo había hecho con tanto cariño. Hoy lo como e incluso me gusta. © Lilly Oliveira / Facebook
  • Hicimos carne de caimán y rana. No podía comerme la rana, pero mi hija de nueve años estaba emocionada por comer e incluso lamía los huesitos. Al final de la cena, le pregunté qué le había parecido y ella me dijo: “¡Maravilloso!”. Me quedé pasmada y le pregunté si sabía lo que era una rana. Su respuesta: “Por supuesto, es una parte del pollo”. No pude aguantar y le mostré la foto de lo que había comido. Ni siquiera necesito contar el resto... Después de unos días, salimos juntas y los sapos hacían ruido. Ella se echó a correr y le pregunté: “¿Qué pasa?”. Ella respondió: “¡Mamá! El sapo viene detrás de mí, me va a morder porque me comí a su esposa”. © Dri Palma / Facebook
  • Cuando yo era niña, me encantaba comer leche en polvo. Una vez, mi prima y yo fuimos a comer leche en polvo con azúcar y no nos dimos cuenta, pero le agregamos sal. Recuerdo el sabor de la decepción en la primera cucharada que tomamos cada una. © Leticia Linjardi / Facebook
  • Cuando era pequeña, entré al auto con un helado enorme lleno de dulces y mi papá dijo que si se me caía algo, lo “vería”. Luego dejé caer un montón de dulces, me desesperé y empecé a recoger todo y a ponerlo en mi boca. Salí del auto sudando, y él miró el asiento y dijo: “¿Eh?”. Me congelé y le pregunté: “¿QUÉ PASÓ?”. Y él dijo: “El asiento estaba lleno de suciedad, lo iba a hacer aspirar, y ahora no hay nada más”. © Lyjuh Ouchi / Facebook
  • Mi hermana era muy glotona cuando era niña. Luego vio uno de esos cubitos de caldo de pollo en el armario, lo desenvolvió y se lo metió en la boca, pensando que era mazapán. © Márcia Duleba Domingues / Facebook

¿Has tenido alguna experiencia peculiar con la comida que merezca ser compartida? Cuéntanos en los comentarios, ¡quizás hagamos un nuevo artículo con tu historia!

Imagen de portada Vilma Paredes / Facebook

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Yo tuve como antojo de embarazo cruasanes de chocolate con chorizo. Y de pequeña me comía el ajo crudo, tal cual, sin pan ni nada.

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