21 Personas que, antes que limpiar, prefieren hasta nadar con tiburones

Historias
hace 1 año

La limpieza es una actividad que tiene amantes y detractores, como casi todo en esta vida. Para algunos, pasar el trapo por el piso, lavar los platos y barrer es una verdadera terapia que los conecta consigo mismos y hasta los pone de buen humor. Sin embargo, también están los que ven una escoba y quieren salir corriendo. De ellos precisamente trata este artículo, de un conjunto de seres humanos cuya relación con el agua y el jabón es un poquito extraña.

Si perteneces al equipo de los aficionados a trapear, quizás te pueda interesar alguno de estos artículos: uno, dostres. Si, en cambio, eres de los que tienen un poquito de alergia a limpiar, te recomendamos este otro artículo para que empieces a amigarte con la actividad. También puedes ingresar aquí para ver unas fotitos inspiradoras antes de empezar.

  • Yo recuerdo cuando encontré a mi hermano mayor lavando sus medias con un jabón de cara muy grande y costoso que estaba en un estuche exclusivo. Cuando lo vi y le reclamé, me dijo: “Ah, yo pensaba que era para lavar la ropa”. © Ana Salinas / Facebook
  • Uno de mis hijos se secó el cuerpo con la toalla de la gatita en dos ocasiones. Nunca le dije nada, pero nos reímos mucho con mi hija. © Aceneida Canizales / Facebook
  • Una amiga me contó que como ella era tan rígida y brava con su empleada doméstica, una vez que la regañó feo, entró al baño y la vio lavando el sanitario con su cepillo de dientes. © Silvia Duque Duque / Facebook
  • Mi exnovio usó algunas veces mi jabón líquido íntimo como champú normal para el pelo; cuando lo vi, le dije lo que era y dijo “huele muy suave”. © Maya Colque Flores / Facebook
  • Mi hijo, cuando tenía 6 años, estrelló un vidrio de la ventana más grande del frente de mi casa. Cuando llegué de trabajar, vi que tenía mis toallas sanitarias pegadas a lo largo del vidrio y me dijo: “Mamá, se quebró el vidrio con la pelota, pero ya le puse venditas para que no se caiga”. El vidrio medía 2 metros de alto por 2 metros de ancho. © Rossy Garza / Facebook
  • Fuimos a trabajar a una finca y el dueño de la casa llegó y les lavó los platos a los perros con la esponja de lavar los platos donde comíamos. © Dora Alicia Morales Peña / Facebook
  • En más de una oportunidad, yo me lustré los zapatos negros con una cera que mi pareja usaba para el pelo. Cuando lo vi un día peinarse con el cepillo y la cera, casi me desmayo, pero nunca se lo dije. Me dio mucha vergüenza. © Ivonne Cerda / Facebook
  • Mi hija se lavó los pies con el cepillo de dientes de papá y al otro día él lo usó y me dijo que sabía a jabón. © Emely Duran / Facebook
  • Una señora que me colaboraba con la limpieza tomó mi jabón artesanal de carbón activado para la limpieza facial y lo usó para lavar el trapo del piso. © Patry León / Facebook
  • Un día bañé a mi perro, guardé su jabón en el baño, pero lo puse alto, arriba de la ventana. Llegó una de mis amigas y se bañó con el jabón del perro. Yo al olerla me quedé callada. © Deborah Guevara / Facebook
  • Mi papá bañó al perro con un champú especial que yo usaba para limpiar mi calzado de cuero, y cuando lo descubrí, le pregunté por qué hacía eso y me dijo muy seguro: “Y si tiene el dibujo de un perro con espuma”. ¡Papá, tienes que leer las etiquetas, por favor! © Gaby Almada / Facebook
  • Una vez me dio fiebre y mi esposo me puso paños con agua fría en la frente con el trapo que usaba para limpiar el baño. Por suerte, siempre después de limpiar lo enjuagaba con detergente y lejía y siempre estaba blanquito. Igual casi morí cuando me di cuenta. © Patricia Moran / Facebook
  • Una vez, cuando trabajaba en una tienda de ropa, como siempre teníamos mucha gente nos turnábamos con la limpieza de la tienda. Un día, una muchacha que hacía poco había sido contratada limpió el lavamanos con el cepillo con el que lavábamos el inodoro. Me dio mucho asco, le dije a la gerente y la regañó muy feo. El asunto es que cada vez que le tocaba lavar el baño, se encerraba; sospecho que lo seguía haciendo. © Monserrat Luz Rangel / Facebook
  • Mi esposo, que aclaro, me apoya muchísimo, alguna vez me dijo: “Yo caliento la comida” y le dije: “Claro, muchas gracias”. Cuando estuvo la mesa puesta, nos sentamos y resulta que había envuelto las tortillas de maíz en un trapo que era para limpiar el piso. Le pregunté cómo se le había ocurrido. Con su carita tierna y de pena, me dijo: “Ay, es que está limpio y suavecito, por eso lo usé para envolver las tortillas”. © Sol De Abril O Solecito / Facebook
  • Nosotros los latinos reciclamos todo, una de esas cosas es el cepillo dental. Cuando ya no sirve para su uso principal, lo usamos para lavar otras cosas. No me van a creer que el marido mío pensó que estaba usando el cepillo “reciclado” para limpiar sus tenis. Y no era el cepillo reciclado, sino que era mi cepillo dental de uso diario. Cuando lo descubrí, por poco me da el patatús. Hasta ahí llegó el reciclaje. Cepillo que no sirve, cepillo que va para la basura. © EC Guzmán / Facebook
  • Vi a mis hijos quitándole una garrapata a nuestra perrita con mis pinzas para las cejas; quién sabe cuántas veces más lo habrán hecho. © Eunice Jara / Facebook
  • Vi a mi esposo lavando sus pies en el tupper que uso para los panqueques de mi hija. © Rosy Rive Gavi / Facebook
  • Yo me bañé por accidente con el jabón de los perros de mi hermana, y adiós a la picazón de piel que tenía, no volví a padecer de la piel. © Aida Irias / Facebook

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