La vez que compré un pastel por una aplicación y me llegó un pastel gigante

Historias
hace 1 año

Hoy en día es algo muy común ver que existen aplicaciones de prácticamente cualquier cosa en las que puedes comprar y ellos te llevan lo que pediste hasta tu hogar. Esto ha ayudado mucho a las personas, porque así no tienen que salir de casa; sin embargo, aun con tanta tecnología, suele haber confusiones en los pedidos.

En Genial.guru ejemplificamos una de estas situaciones tan comunes de la actualidad en una pequeña historia que tiene como protagonista a Ramón, el mapache.

¿Qué onda? ¿Cómo están, amigos? Hoy les vengo a contar la vez en que encargué un pastel de cumpleaños y terminé con un pastel para 200 personas y además gratis. Como muchos saben, para festejar los cumpleaños es sumamente importante tener un pastel del sabor que más le guste al festejado, porque oye, ¡no todos los días celebramos que le diste otra vuelta al sol! En esta ocasión, quien le había dado la vuelta al sol era mi hermano.

Como a mi familia casi ni le gusta hacer fiesta por cualquier cosa, decidieron que íbamos a organizar una comida a la que invitarían a todos mis tíos de ambas partes de la familia. Porque claro, ¿qué mejor regalo para un adolescente de 16 años que hacerle una comida en donde escucha más la palabra “paracetamol” que la palabra “fiesta”? Pero como era mi mamá quien estaba al mando de la pachanga, entonces mejor ni metí mi cucharota.

Todo sonaba a que iba a estar muy bien y que iba a haber cosas muy ricas para comer, pero todo se volvió turbio cuando la gran jefa, mi mamá, me dijo que mi única tarea para la fiesta era encargarme del pastel. Debía ser para 20 personas, con sabor a chocolate y debía tener mermelada de fresa; la verdad es que no sonaba como una tarea tan complicada, así que acepté de inmediato.

Comencé a ver en dónde conseguiría el famoso pastel y, como todo buen jovenazo, mi primera opción fue buscar en internet, en donde mi ardua búsqueda logró grandes resultados casi instantáneamente. Encontré un lugar que tenía muy buenas fotos de los pasteles que hacían y, como ya se sabe, de la vista nace el amor, por lo que descargué su fantabulosa aplicación y ¿qué creen?, como ese iba a ser mi primer pedido, me iban a dar el envío completamente gratis hasta las puertas de mi hogar. Para este punto, todos sabemos que no había manera de rechazar una superoferta de ese calibre.

Agarré mi siempre confiable tarjeta de crédito y pedí el pastel con las especificaciones que me dio la gran jefa. ¡Ya estaba todo listo! El pastel llegaría el día de la reunión al medio día y todo sería perfecto y delicioso. Cuando llegó el día del galardonado evento, mi mamá me vio muy tranquilo nada más acostado en el sillón viendo la vida pasar y vino a preguntarme si ya iba a ir por el pastel o si creía que iba a llegar por arte de magia. Parecía que el regaño les había llegado a los que hicieron el pastel, porque en ese preciso momento me llamaron por teléfono.

—¡Hola! Disculpe, vengo a entregar un pastel de chocolate con mermelada de fresa que encargaron, ¿podría abrirnos la puerta para que los muchachos puedan meterlo?

Inmediatamente le contesté. ¡Sí, es para mí! Bueno, no todo, usted entiende, es que es el cumpleaños de mi hermano y...

—Fíjese qué padre, joven, pero ¿será que puede salir a abrirnos? Ya después me cuenta el chisme que quiera.

A mí me pareció raro que necesitaran varias personas para venir a entregar un pastel, pero igual salí a atender la puerta. Al abrir, me encontré con la bonita sorpresa de que me estaban esperando 3 señores con 3 diferentes pasteles.

—¿Usted es Ramón?

No, pues sí, soy yo merengues.

—Aquí está su pastel para 200 personas, para el cumpleaños del joven Sebas.

Sobra decir que cuando me dijo eso, casi se me caen los pantalones, no sabía ni qué decir; en lo que tenía mi cara de impactación, los señores entraron a acomodar los 3 pisos del gran pastel en la mesa. El señor me pidió que le firmara de recibido y por más que le traté de explicar que 180 pedazos de ese enorme pastel no los había pedido yo, solamente me dijo:

—Híjole, ahí sí no sé, joven. Va a tener que hablar con el patrón, a mí nomás me dijeron que viniera y lo entregara, y ¿qué cree?, yo ya lo entregué, así que cualquier cosa, a través de la aplicación. Gracias, bye.

Antes de que mi mamá viera la metidota de pata que estaba acomodada sobre su mesa, agarré y llamé al número de atención al cliente para ver de dónde había salido semejante pastelote.

Cuando por fin me atendieron, lo único que me decían era que ellos tenían en su solicitud que era un pastel para 200 personas, pero casualmente el precio que me cobraron era el de uno de 20 personas, así que nada tenía sentido.

Después de tenerme 15 minutos en espera con musiquita de elevador, por fin me contestó un señor que me dijo que se había cometido un enorme error, uno como de 20 kilos más o menos a la hora de tomar la orden. El señor estaba muy apenado y me dijo que había sido completamente su error, que podía quedarme con el pastel y que me regresaría lo que había pagado por el otro. Acto seguido, me colgó. Yo creo que iba a buscar a los responsables del ligero descuido que ahora estaba en mi cocina.

No me malentiendan, soy una persona que ama los ofertones, pero es que, en esta ocasión, no sabía qué íbamos a hacer con tanto pastel. ¡Ni siquiera conozco a tantas personas como para invitarlas a comer un cachito de pastel!

Al final, creo que sobra decirles la que se armó cuando mi mamá vio el pastel y la regañada que me tocó, porque evidentemente, era lo único que tenía que hacer y fallé monstruosamente en mi misión.

Y aunque todos los invitados tuvieron que llevarse como un kilo de pastel a su casa, nadie me agradeció la fantabulosa foto que quedó para el recuerdo.

¿Cuál ha sido la experiencia más extraña que has tenido al pedir algo por medio de una aplicación? ¡Cuéntanos tu historia en los comentarios!

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