15 Historias sobre personas que se sintieron raras en el extranjero (bueno, excepto por el árabe sobre esquís)

Lugares
hace 5 años

Comen cosas extrañas, se asustan en las situaciones más comunes y no entienden lo que se les pide. ¿De quiénes estamos hablando? De los extranjeros, por supuesto. Y muchas veces quienes estamos en ese rol somos nosotros mismos. Prácticamente todos podemos contar un par de historias sobre cómo nos comunicábamos con los residentes de otros países. Y es poco probable que en un viaje al extranjero no sucedan situaciones divertidas a causa de diferencia en las tradiciones y en las mentalidades.

Pero estas situaciones pueden ser una razón para aprender más sobre otras culturas, sorprenderse con los hábitos inusuales de los extranjeros y hasta reírse de todo corazón de uno mismo. Lo que Genial.guru te propone hacer ahora mismo.

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Trabajo en un centro de medicina china. Una clienta habitual trajo un regalo para su masajista: mermelada casera. El chino no entendió la esencia del regalo y, durante la sesión del masaje le puso esa mermelada en la espalda.

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Una vez, en Antalya, Turquía, decidí ir al mercado local y comprar souvenirs de recuerdo. Después de vagar un par de horas por el mercado, entré en una tienda local. El vendedor resultó ser un conversador interesante, hablamos con él durante una hora. En el proceso, regateábamos como un ángel y un demonio por el alma de un pecador.

Al día siguiente me di cuenta de que necesitaba comprar otro regalo y fui a ver a mi amigo del día anterior. Por el camino calculé que el plato tallado que había comprado por 40 USD sería un buen punto de referencia.

En la tienda, inmediatamente agarré un plato similar, pero más pequeño y, tras poner frente al vendedor unos 30 USD, me dirigí a la salida.

— ¡Eso no se hace! — escuché a mis espaldas.

El vendedor estaba de pie, tendiendo la mano en mi dirección y sacudiendo la cabeza con tristeza.

— Has pagado bien, pero, ¿y regatear? ¿Y hablar como ayer? ¿E invitar a tu amigo un buen café? Eso no se hace...

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Vivo y trabajo en Dinamarca. Puedo nombrar, sin pensarlo demasiado, al menos a 10 conocidos que en los últimos 3 años se tomaron licencia por estrés. Honestamente, no sé realmente qué significa y qué debería suceder para que la condición de “qué harta que me tienen todos” se convierta en estrés.

Los daneses dicen algo sobre palpitaciones del corazón, dolores de cabeza y el mal sueño. Además, no solo son los gerentes con proyectos urgentes quienes sufren de estrés: en el equipo de la oficina de al lado, un colega francamente vago, que no puede realizar una tarea sencilla con instrucciones paso a paso, se tomó una licencia de 2 meses por palpitaciones causadas por estrés. Los gerentes se lo toman con mucha tolerancia: se preocupan y sienten pena por ti.

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Estábamos de vacaciones en Tailandia y durante el desayuno pedimos que hirvieran un huevo para el niño. Los cocineros simplemente rompieron el huevo en agua hirviendo y nos trajeron una masa sin forma con la pregunta: “¿Cómo puede gustarles eso?”

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En China existe un dulce que consiste en fruta en un palito, cubierta de caramelo. Es muy rico, se vende cerca de cualquier centro comercial. Cada vez que compramos una varita, el vendedor la envuelve en una película transparente, parecida al polietileno duro y la pone en un sobre de papel.

Y cada vez nos cuesta mucho quitarla, porque se rompe y se desmorona en trozos pequeños. Maldecíamos a los chinos cada vez que nos pasaba.

Hoy supimos que ese “envoltorio” es comestible, está hecho de azúcar y gelatina.

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En Delhi, todo el mundo quiere dinero. Los Krishnas que fotografiaste de recuerdo, y hasta aquellos a quienes les has pedido educadamente que te indicaran cómo llegar al metro.

— ¿Dónde queda X lugar?

— Derecho y luego a la izquierda. Son 500 rupias.

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En mi país vivía en una familia adinerada: una buena educación, un departamento propio a los 16 años. Pero si a alguno de nosotros, los niños, nos daban mal el cambio (a nuestro favor) el hecho se tomaba por los adultos como una pequeña ganancia en la lotería. Ya más tarde, cuando era estudiante universitaria, encontré un enorme y costoso anillo en un teatro, y ni siquiera se me cruzó por la cabeza llevarlo a la boletería.

En diciembre se cumplirán 4 años desde que vivo en Noruega, trabajo en una pequeña tienda, la única de nuestro pueblo. Todos los días la gente pierde algo: anteojos, carteras, llaves, guantes, pulseras. El 90 % de esos objetos es encontrado por los clientes de la tienda. Siempre llevan todo a los cajeros, lo ponemos en un lugar visible, y el objeto espera a su dueño.

Tenemos una billetera con tarjetas, un par de anillos de oro y un brazalete: de oro, pero infantil, rosado (creemos que la dueña recién aparecerá el verano que viene, cuando venga de vacaciones).

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Toda mi vida soñé con visitar París: pasear por lugares famosos, callejones y parques, sentir el romanticismo de la ciudad. El sueño mayor era ver las luces de la torre Eiffel en la noche.

Por fin, estaba allí. Eran las 21:00, estaba muy emocionada. Y de pronto, al pie de la torre, desde la orilla comenzaron a aparecer un montón de ratas. Rasgaban las bolsas de basura, se peleaban, corrían hacia los cafés o hacia los transeúntes. Los turistas, en lugar de sacarle fotos a la belleza de la torre, les sacaban fotos a ellas. Corrí con escalofríos en la espalda lo más rápido que pude. El romanticismo se evaporó en un segundo.

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Mi amiga se cruzó con una compañera de su escuela.

— ¡Hola! ¿Qué tal la vida en Holanda?

— Un aburrimiento terrible. El otro día estábamos con mi marido viendo la televisión por la noche. Y de repente él sintió que el sofá se había vuelto incómodo. Llamó a la tienda de muebles y pidió un nuevo sofá, y por la mañana ya estaba en casa.

— ¿Y qué es lo que no te gusta?

— ¿Cómo que qué? ¡No hay intriga! Es aburrido.

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Las bayas rojas de la foto son unos tomates cherry. Es extraño, pero los chinos equiparan este tipo de tomate con la fruta. Preparan con ellos la ensalada de fruta, hacen batidos con leche. Cuando cortan todo tipo de fruta, también incluyen tomates.

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Conocí a unos chicos de Sudáfrica que recorrían los países eslavos desde hacia bastante tiempo. Acotación: su cultura alimentaria es muy diferente de la nuestra, plátanos salados fritos, carne con carne y todo eso.

Se sorprendieron de que comiéramos hongos, y más aún en esas cantidades y formas. Decían algo así como: “Sabíamos que en algún lugar del norte había vikingos que comían hongos y se volvían locos, pero no podemos creer que los europeos preparen con ellos absolutamente cualquier cosa, excepto postres”.

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Quiero contar sobre un amigo de la familia. Es un árabe, estudió en Lumumba. Además, durante algún tiempo vivió y estudió en el Reino Unido. Como la mayoría de los marroquíes, es habla francés y árabe. Después de largas andanzas, decidió establecerse en Rusia. Conoció a una chica de Siberia que daba clases de ruso para extranjeros. Años más tarde, compró un pequeño departamento en las afueras de Moscú y comenzó a vivir allí con su esposa rusa.

Una vez fue a visitar a la familia de su esposa a Siberia. Lo llamábamos, pero no respondía. Logramos comunicarnos con la familia y nos explicaron: “Abdul Kader está con el tío en el bosque. Ayer mató a un oso, y hoy fue a arreglar la choza. Se fue al bosque en esquís, allí no hay señal”.

Un árabe de África fue a arreglar una choza en esquís, durante el invierno siberiano. Mi mundo nunca será el mismo después de eso.

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Si eres un turista blanco, en la India podrás sentirte como una celebridad. Tendrás mirdas admiradas y un montón de pedidos de sacarse una selfie contigos. Pongo la mejor selfie que decidí duplicar con mi teléfono.

Muchos indios eran demasiado tímidos como para acercarse y solo saludaban desde lejos. Pero en cuanto veían a alguien tomarse una foto con nosotros, inmediatamente venían corriendo y nos pedían que nos sacáramos una selfie con ellos, con su abuela, con su hijo, con su nieto o con su esposa. No le decíamos que no a nadie, todos nos estábamos divirtiendo.

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Una amiga ahora está en algún lugar de Vietnam, fue a un templo. Allí había una campana. Cerca de la campana había un solo cartel, en un solo idioma.

“No golpee la campana. Gracias”.

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Cuando comencé a trabajar en el hotel, todos los extranjeros me asustaban un poco. Un día llegó un coreano. Sonreía mucho. Y no entendía absolutamente ninguna palabra ni de español, ni de inglés.

Tardó una hora en hacer el check in. Hablábamos así: él escribía las preguntas en un trozo de papel, yo las pasaba por un traductor y le contestaba en voz alta lo que el mismo corrector respondía. Se quedó en nuestro hotel durante 4 días. Al quinto día, cuando iba a continuar su viaje, le preparé unas notas, en caso de que se perdiera en el camino.

Comenzaban así:

“¡Buen dia! Si estás en X ciudad y estás leyendo esto, significa que el coreano se perdió. Por favor, muéstrale el camino a la estación y, de ser posible, acompáñalo hasta el tren”.

Seguía:

“Si trabajas en el tren, por favor no te olvides de despertar al señor coreano para que no se pase de su estación”.

Y terminaba con:

“Si eres taxista, por favor lleva al señor coreano al hotel donde se hospedó. Y sí, no entiende ni español ni inglés”.

¿Y tú has estado en situaciones incómodas o simplemente graciosas relacionadas con extranjeros?

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Una vez, en La Habana, dije que no me gustaba la papaya, y nadie me dijo que "papaya" es sinónimo de otra cosa (por eso todos se reían)

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