En la infancia, muchas cosas se perciben como un castigo: la sopa para comer en lugar de los dulces, y un gorro en invierno (“¡Mamá, no tengo frío!”), e irse pronto a la cama. Solo en la edad adulta te das cuenta de que la sopa es sabrosa y sana, de que realmente se te congelan las orejas y de que no quieres trasnochar porque mañana tienes que trabajar. Bueno, como se suele decir, lo entenderás cuando seas mayor.
Es verdad que el tiempo se percibía de alguna manera diferente
Tampoco no gustaban las clases. Pero ahora nos apuntamos a uno que otro curso. Resulta que aprender cosas nuevas es genial
Y lo que más nos cabreaba eran nuestras propias imperfecciones. ¿Se acuerdan de que siempre estábamos acomplejados por algo? Por suerte, eso también se acabó