12 Verdaderas historias que harían que un guion de Tarantino pareciera suave

¿Qué tienen en común Jean Cocteau, Leonora Carrington y Federico García Lorca? Pues que, además de regalarnos textos inolvidables, también se refugiaron en la pintura para contar otras historias.
Es curioso ver cómo un poeta se transforma en pintor de visiones, o cómo una novelista vuelca en el lienzo ese mundo que ya conocíamos por sus libros. Aquí te dejamos 10 nombres de la literatura que también supieron expresarse con pinceles. Cada uno con su estilo, cada uno a su manera.
Federico García Lorca es un nombre clave en la literatura española del siglo XX, ¿sabías que también era un artista visual? Sus dibujos no eran solo un pasatiempo, sino que tenían un estilo propio que se nota solo con verlo. Además, con el tiempo formó parte de un grupo Generación del ’27′, quienes eran poetas influyentes interesados en diversas formas de arte.
Para Lorca, dibujar era como escribir poesía. A lo largo de su vida, hizo casi cien dibujos con un estilo muy suyo, líneas sencillas pero expresivas, personajes de fantasía con pinta infantil pero llenos de símbolos gitanos y andaluces, como en sus poemas.
Hermann Hesse, el famoso escritor alemán que ganó el Nobel de Literatura en 1946 por libros como Siddhartha o El lobo estepario, halló en la pintura algo más que un simple pasatiempo sino un verdadero escape espiritual. Hesse, aparte de escribir novelas, era un acuarelista activo.
Empezó a pintar por su cuenta a los 40 años, cuando andaba pasando por un bache personal. Desde entonces, hizo cientos de pequeñas acuarelas llenas de poesía.
Para Hesse, pintar fue como una terapia, una forma de conocerse mejor a sí mismo, algo que se nota en sus novelas. De hecho, empezó a pintar por consejo de sus terapeutas, y encontró en los colores una forma de mejorar su salud mental.
Este artista francés trabajó en muchas áreas creativas, escritura, dibujos y más, siempre buscando ese arte total que te atrapa en un mundo de mitos y sueños. Cocteau quería juntar las palabras, las imágenes y el movimiento en uno solo, por eso dibujó sus propios libros y pintó murales, dejando volar su imaginación.
Un gran ejemplo serían las ilustraciones de su novela El libro blanco. Pero, además del papel, también son famosas las pinturas que hizo en muros, como en la Capilla de Saint-Pierre en Villefranche-sur-Mer, donde llenó las paredes con dibujos del mar y demás, todos con su estilo, figuras sencillas con líneas negras, casi como de niño, pero llenas de magia y sentimiento.
Sylvia Plath, famosa por su poesía intensa y su novela La campana de cristal, también utilizaba las artes visuales como una manera de expresar sus sentimientos. De joven, antes de dedicarse a escribir, quería ser artista. Aunque la literatura ganó al final, ella nunca dejó de dibujar y pintar para sí misma porque era como llevar otro diario personal.
Llenaba sus cuadernos con dibujos junto a sus poemas, y estaba obsesionada con el color rojo. Sus ilustraciones nos dan una idea de lo que sentía, tal como lo hacen sus poemas.
William Blake, un artista total en todo el sentido de la palabra. No solo escribía poesía que te hacía pensar, sino que también era pintor y grabador. En su tiempo, casi nadie le hizo caso, pero hoy lo vemos como el genio que fue, un tipo con una imaginación desbordante que creó todo un universo de símbolos con palabras e imágenes.
Blake veía sus libros de poemas como obras de arte completas. Él mismo los ilustraba con una técnica de grabado original. Cada página era hecha a mano por él, juntando versos y dibujos en la misma plancha. ¡Así que la poesía y la pintura nacían juntitas, como hermanos!
Entre sus obras más reconocidas están las ilustraciones para el Libro de Job y para la Divina Comedia. Ahí, con acuarelas, nos muestra su manera de ver lo divino y lo infernal.
Günter Grass, el escritor alemán que nos regaló El tambor de hojalata y ganó el Nobel en el 99, era mucho más que un autor, también era un artista visual. Antes de hacerse famoso con sus libros, se formó en la Academia de Arte de Düsseldorf, donde estudió para ser escultor y grabador.
Mientras escribía sus novelas, Grass también dibujaba, pintaba y hacía grabados. Era como si las dos cosas fueran de la mano para él. Él mismo diseñó todas las portadas de sus libros e incluso metió ilustraciones suyas dentro. Esto le dio un toque muy personal a todo lo que hacía.
Por eso, en 2002, abrió el Günter Grass House en Lübeck. Es un museo donde puedes ver tanto sus manuscritos como sus acuarelas, grabados y esculturas e incluso obras de otros artistas como Herman Hesse y John Lennon.
Henri Michaux, era un poeta y pintor que andaba en la onda vanguardista de París. Lo conocían por su poesía rara y por sus historias de viajes. Pero, ojo, también se aventuró en la pintura y al dibujo para intentar explicar las cosas que pasaban por su mente.
En los años 50, hizo sus famosos dibujos de mescalina. ¿El resultado? Un montón de formas raras como de seres vivos, líneas que parecían nervios y trazos hechos sin pensar mucho, todo para intentar mostrar esas visiones y sensaciones que no se pueden explicar con palabras.
Michaux escribió sobre todo esto que vivió en su libro Miserable Milagro, donde juntó textos y dibujos para que la gente pudiera ver lo que pasaba dentro de su cabeza. En los 60, sus pinturas se fueron por el lado abstracto, muy inspirado por Jackson Pollock (al que admiraba), pero siempre manteniendo ese toque personal, como si fuera la escritura del alma.
Leonora Carrington, inglesa de nacimiento, fue importantísima en el surrealismo, tanto en letras como en arte. Famosa por sus pinturas raras y fantásticas, llenas de criaturas de alquimia, diosas enormes y lugares donde la magia te cambia.
Sus pinturas muestran mezclas de animales y humanos, diosas y rituales secretos, lo mismo que encuentras en sus cuentos surreales. De hecho, empezó a crear escribiendo historias geniales cuando conoció a los surrealistas de París, y luego pintó y esculpió cosas igual de increíbles.
Aunque muchos la adoran por sus muchísimas pinturas, Leonora era también una escritora buenísima. Sus libros, como La casa del miedo o Memorias de abajo, te llevan a mundos tan raros y mágicos como sus cuadros, llenos de símbolos personales y un humor negro.
Etel Adnan, una autora de origen libanés y estadounidense, era una artista total. Se movía entre la poesía, las novelas y los ensayos, dominando el francés, el inglés y el árabe. Pero, además, era una pintora increíble.
Empezó a pintar a los 34, cuando daba clases de filosofía del arte en California. Encontró que, con la pintura, podía mostrar un lado más alegre de sí misma, algo que contrastaba con los temas duros que tocaba en sus libros.
Sus cuadros, casi siempre óleos pequeños sobre lienzo, son explosiones de colores intensos y formas sencillas. Son como paisajes abstractos que te dicen algo, inspirados casi siempre en lugares reales que fueron importantes para ella, sobre todo el Monte Tamalpais, cerca de San Francisco.
Claro, al oír Victor Hugo, seguro piensas en Los Miserables o Nuestra Señora de París. Pero, ¿sabías que este genio francés también dibujaba? Algunos expertos de hoy hasta dicen que era uno de los mejores dibujantes de su época.
Lo curioso es que esta faceta se mantuvo oculta por un tiempo. Dibujaba y pintaba con acuarelas casi en secreto. Fue después de que falleció que su familia mostró sus obras. Ahora, esos más de 700 dibujos son famosos por ser modernos y diferentes.
En sus dibujos, Hugo dejaba salir sus miedos, sueños y cómo veía las cosas. Era su arte más íntimo, como un diario en imágenes.
Estos diez artistas no se limitaron a una sola forma de arte. Si las palabras no eran lo bastaban, agarraban un pincel. Y si los colores se quedaban cortos, se ponían a escribir poemas. Así, le dieron un nuevo sentido a lo que significa ser escritor o pintor.
¿Y tú? ¿Conoces a otros artistas que combinen disciplinas o incluso otras formas de expresión? ¿Alguna vez te sorprendiste descubriendo una faceta artística oculta de alguien famoso o de alguien cercano?
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