10 Falsas creencias que para nuestras abuelitas eran verdades como puños
Todos hemos escuchado a nuestras abuelas o mamás darnos consejos un tanto peculiares o difíciles de creer con respecto a muchas cosas. Por ejemplo, que comer chocolate hace salir granos, que ingerir zanahorias mejora nuestra vista, o que si salimos desabrigados o con el cabello húmedo, nos enfermaremos de gripe. Aunque nuestras abuelitas son muy sabias, el tiempo y las investigaciones han demostrado que no llevan totalmente la razón en muchas cosas, y hoy vamos a contarte cuáles son algunas de ellas.
¿Qué frases de este tipo escuchaste durante tu niñez? ¿Cuáles sigues usando hoy en día?
1. “Come zanahoria y tendrás muy buena vista”
Las zanahorias son ricas en betacaroteno y vitamina A. Si bien es verdad que la deficiencia de estos nutrientes puede causar problemas en nuestra visión, el hecho de consumirlos en mayor cantidad no hará que desarrollemos una “supervista” o una vista de lince. Solo notaríamos una mejora en el caso de que nuestras enfermedades fueran a causa de una falta de vitamina A.
Históricamente, la creación de este mito se le ha adjudicado a la Real Fuerza Aérea británica. Para ocultar un nuevo tipo de radar que estaban implementando para localizar mejor otros aviones, dijeron que sus pilotos habían adoptado una dieta rica en zanahorias y que eso había hecho que su visión fuera más clara y nítida. El rumor corrió como el agua y son muchas las personas que incluso hoy en día siguen creyendo que es verdad.
2. “No te tragues las semillas o te crecerá una planta en el estómago”
Hay frutas como la sandía, el melón o las uvas cuyas semillas son más fáciles de tragar que de sacar. Incluso otras, como las fresas, son imposibles de comer sin ingerir sus semillas, ya que estas vienen integradas en su piel y a nadie se le ocurriría pelarlas. Lo mismo ocurre con los tomates o los kiwis, cuyas semillas habitualmente se comen sin siquiera darle vueltas al asunto.
Cualquier semilla, para poder crecer y convertirse en una planta, debe ser plantada en tierra, regada y recibir más o menos luz en función de sus necesidades. Pero de ninguna manera podría desarrollarse en un sistema digestivo humano lleno de jugos gástricos y ácidos digestivos.
3. “Si sales a la calle con el cabello mojado, te dará gripe”
Esta afirmación tendría la misma validez si en vez de decir gripe dijéramos, por ejemplo, varicela o cualquier otra enfermedad vírica. Si alguien nos dijera que por salir a la calle con el cabello mojado contraeríamos rubeola, probablemente no le creeríamos. Nuestra lógica entendería que nada tiene que ver una cosa con la otra.
Con la gripe sucede exactamente lo mismo; no se contrae por frío, por humedad, etc., sino por entrar en contacto con alguna de las 200 cepas de virus que causan el resfriado, aunque el más común suele ser el rinovirus. Así que, si recientemente saliste a la calle con el pelo húmedo y en breve pillaste una gripe, simplemente fue un golpe de mala suerte.
4. “No puedes meterte al agua hasta dos horas después de comer”
Aquí hay que marcar una diferencia, porque sí es verdad que esta frase podría ser válida dependiendo de su contexto. Una cosa es jugar en el agua, chapotear y dar saltos, y otra muy diferente es practicar natación o entrenar de una forma más intensa.
Es en el segundo caso en el que sí resulta adecuado esperar de 1 a 2 horas después de comer, y no aplica solo al hecho de nadar, sino también al de practicar deportes en general. Así que, si tu intención no es hacer lagos o 100 metros mariposa después del almuerzo, no tienes de qué preocuparte.
5. “Ya la/lo chupó el diablo” cuando algo comestible se cae al suelo
Ningún adulto se creería una afirmación como esta, pero con los niños sí que podría resultar eficaz y de ayuda para evitar que intenten recoger y comer lo que sea que se les haya caído al suelo. El piso está lleno de suciedad y bacterias, y llevar a nuestra boca algo que ha pasado por él puede tener consecuencias negativas, por lo que es recomendable evitarlo.
Por supuesto, esto no es nada fácil de explicar a un niño a quien se le acaba de caer su única porción de pastel o golosina. Por ello, esta persuasiva frase ha sido muy empleada por los adultos desde hace generaciones, e incluso hoy en día se sigue escuchando habitualmente en México.
6. “Si comes mentoles y bebes Coca-Cola al mismo tiempo, explotarás”
Mezclar mentoles con un refresco carbonatado produce una reacción química similar a la que se desencadena cuando agitas una gaseosa e inmediatamente la abres, solo que más intensa. Las burbujas del producto crecen, creando una explosión espumosa que sale con fuerza de la lata o botella.
Cuando bebemos un refresco, desde que lo servimos en el vaso hasta que llega a nuestro estómago, pierde gran parte de su gas. Si inmediatamente después comemos un par de caramelos de menta, lo peor que puede ocurrir es que eructemos más de lo habitual o nos sintamos algo hinchados, pero de ninguna manera explotaremos, nos saldrá espuma por la boca ni nada por el estilo.
7. “Si comes demasiado chocolate, tu cara se llenará de granos”
Muchas mujeres se han privado de este dulce capricho por miedo a dañar su cutis, para evitar lucir los tan antiestéticos y molestos barritos. Para tener una piel sana, nuestra alimentación e hidratación son indispensables. Por lo tanto, no tendría mucho sentido culpar de este mal a un solo alimento, sino más bien a nuestra dieta completa en conjunto. Se ha demostrado que el cacao no solo no es perjudicial, sino que también posee antioxidantes beneficiosos para la piel.
El problema real radica en el azúcar y las grasas trans. Estos componentes, presentes en infinidad de alimentos, sí pueden ser responsables de que nuestra piel no luzca óptima. Así que, si te encanta el chocolate, pero temes por tu cutis, en lugar de prohibírtelo totalmente, puedes decantarte por los chocolates negros o más puros, los cuales tienen menos azúcares.
8. “No batas crema o mayonesa cuando tengas el período o se cortará”
Esto me recuerda a un día en el que mi madre estaba en la cocina preparando sándwiches, canapés y otras cositas ricas para el cumpleaños de mi hermano. Había dejado el pastel para el final y, cuando se dispuso a rellenarlo, me llamó para que la ayudara. “Tienes que batir la crema porque estoy con el período”, me dijo. Yo era ya adolescente, por lo que aquello me sonó totalmente surrealista. “¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?”, le pregunté. Totalmente segura, me dijo: “Si la bato yo, se va a cortar”. Me puse a batir y a batir, y aquello no cuajaba. Ya me dolía el brazo y ni endurecía.
Como caída del cielo llegó mi tía, quien, al verme pelear con la crema, preguntó por qué la estaba batiendo yo. Mi madre respondió: “Porque tengo el período”. Mi tía tomó el bol y dijo: “Ah, claro, dame, que yo lo hago”. A pesar de no haber ningún fundamento que justifique esta creencia, a día de hoy, 20 años después, tanto mi madre como mis tías siguen estando convencidas de que esto es así como de que el cielo es azul, y no solo con la crema, sino con la mayonesa también.
9. “Leer sin suficiente luz te arruinará la vista”
Sí que hay algo de verdad en esta afirmación, aunque, en resumen, leer con poca luz, más que perjudicial, es incómodo. Para poder ver las letras y palabras con claridad, tenemos que esforzar nuestra vista más de lo habitual. Si bien esto no va a dañar nuestros ojos a largo plazo, sí que puede cansarlos, haciendo que, en consecuencia, después de una lectura “a oscuras”, suframos dolor de cabeza, picazón en los ojos y visión borrosa. Estos síntomas serán totalmente temporales y desaparecerán, siempre y cuando nuestras próximas sesiones de lecturas sean con el nivel de luz adecuado.
10. “Si te truenas los dedos, dañarás tus articulaciones”
Ese peculiar crujido que se escucha al tronarse los dedos es nada más y nada menos que burbujas de gas acumulado en el líquido articular explotando. Por eso, es imposible tronarse los dedos dos veces seguidas, porque ya no queda gas; este fue liberado y tomará un tiempo que se vuelva a acumular. Han sido muchas las investigaciones que se han realizado al respecto, principalmente para descartar que esta costumbre pueda provocar a largo plazo enfermedades articulares como la artritis.
Una de ellas fue la llevada a cabo por Donald Unger, premio Nobel de Medicina. Este doctor, durante medio siglo, se tronó a diario y más de una vez al día solo y únicamente los dedos de una mano. Su intención era poder comparar sus dos manos y ver qué diferencias había años después entre las articulaciones de la mano que habitualmente se tronaba y las de la que no se había tronado nunca. Finalmente, no hubo diferencias, lo que dio como resultado que tronarse los dedos no es perjudicial.