15 Historias que ocurrieron en cafés y restaurantes que parecen sacadas de una película

A veces compramos joyas fuera de tiendas especializadas, como en mercados de segunda mano o directamente a particulares, y puede surgir la duda sobre su autenticidad. La forma más sencilla de despejar esas dudas es acudir a un joyero profesional. Pero si eso no es posible, hay algunas pruebas que se pueden hacer en casa. Aquí reunimos varios métodos que te ayudarán a distinguir por ti mismo una joya auténtica de una imitación.
Existen algunos métodos caseros que permiten identificar un diamante falso sin necesidad de equipo especializado. Aunque ninguno de ellos garantiza un resultado 100 % fiable, sí pueden ayudarte a detectar una copia. Primero, los diamantes se caracterizan por su dureza excepcional, por lo que puedes rasparlos con un cuchillo. Si aparecen rayones en la superficie, significa que no es un diamante verdadero.
Otro truco consiste en soplar sobre la piedra. El vapor se disipa rápidamente en los diamantes reales, mientras que en los sintéticos la neblina tarda más en desaparecer.
Un tercer método requiere un poco más de valentía: calienta la piedra directamente sobre una llama y luego sumérgela en agua con hielo. Lo más probable es que el diamante no sufra daños, pero una imitación podría agrietarse. Eso sí, este test térmico puede llegar a dañar incluso una piedra auténtica, así que se recomienda hacerlo con mucho cuidado.
Puedes colocar la joya bajo una lámpara de luz ultravioleta. Se dice que los diamantes reales emiten una fluorescencia característica. Sin embargo, este método no es infalible, ya que hay piedras naturales que no reaccionan bajo esta luz.
Algunos expertos también recomiendan sacar la piedra del engaste y dejarla caer en un vaso con agua. Aunque no es un método muy práctico, puesto que luego tendrás que ir al joyero para que vuelva a montarla y verificar su autenticidad, si puede ayudar a darte una idea. Eso sí, no es del todo confiable: imitaciones como el circonio también son lo bastante pesadas como para hundirse.
Los zafiros naturales son muy parecidos, tanto en composición como en apariencia, a los que se crean en laboratorios. Sin embargo, estos últimos tienen un menor valor en el mercado. Las falsificaciones más comunes, como el espinelo, el vidrio o el circonio, rara vez engañan a los verdaderos conocedores.
Para identificar un zafiro auténtico en casa, puedes iluminar la piedra con una linterna. Si la luz atraviesa el zafiro y mantiene únicamente su color, es una buena señal. Pero si en el reflejo aparecen otros tonos, es probable que se trate de una imitación.
Otra opción es observar la piedra con una lupa. En los zafiros naturales suelen encontrarse pequeñas imperfecciones o zonas oscuras (conocidas como “velos”), mientras que las piedras sintéticas se ven impecables. Las imitaciones baratas, por su parte, a menudo presentan pequeñas burbujas de aire en su interior.
Debido a su alto precio y gran demanda, algunos vendedores sin prejuicios reemplazan las esmeraldas por piedras más económicas como el granate o el peridoto. Para diferenciarlas, hay que observar con atención el color.
Las esmeraldas auténticas presentan diversos tonos de verde, que van desde el más oscuro hasta el más claro, e incluso pueden tener un matiz azul verdoso. Si el color tiende al amarillo o al marrón, es probable que se trate de un mineral más barato. Otro truco consiste en acercar la piedra a una fuente intensa de luz: las esmeraldas genuinas no brillan en exceso. Si el brillo es demasiado intenso o parece reflejar todos los colores del arcoíris, estás ante una falsificación.
Para distinguir un rubí auténtico de una imitación (aunque muchos expertos no consideran falsos a los creados en laboratorio), basta con deslizar la piedra sobre una superficie de vidrio. Si deja una línea rojiza, es señal de que se trata de una réplica barata.
Además, los rubíes reales tienen una dureza muy alta, solo inferior a la del diamante. Por eso, no deben presentar imperfecciones ni asperezas visibles, y no pueden ser dañados ni por un cuchillo ni por papel de lija.
Los ópalos falsos a menudo se fabrican uniendo dos capas, por lo que puedes comprobar su autenticidad observando con atención el lateral de la piedra bajo una luz intensa. Si ves una línea, una pequeña junta o un cambio en el patrón, probablemente no sea un ópalo genuino.
También hay que considerar el grosor: los ópalos sintéticos suelen ser más delgados que los naturales. Y al observar la base del mineral, los auténticos suelen tener una superficie rugosa e irregular debido a la presencia de microscópicas gotas de agua durante su formación. En cambio, las falsificaciones suelen tener una base lisa y uniforme.
Para diferenciar el ámbar auténtico del copal o del vidrio, no es necesario perforarlo con una aguja caliente. Eso solo arruinaría la joya, ya que incluso un pequeño daño afectaría su apariencia.
Lo mejor es colocar la muestra bajo una lámpara de luz ultravioleta. Bajo esta iluminación, el ámbar real adquiere un tono azul o amarillo tenue. El vidrio o el plástico no cambian de color, mientras que el copal se vuelve blanco.
El jade y el jadeíta naturales son minerales valiosos y poco comunes, lo que los convierte en blancos frecuentes de falsificación. Para saber si tienes una joya auténtica, golpea suavemente la piedra con un objeto metálico, como una moneda. El jade genuino produce un sonido limpio, suave y tintineante, similar al de una campanilla. En cambio, el vidrio suena más fuerte y seco, y el plástico apenas emite sonido.
Una de las formas más simples de distinguir una perla natural de una imitación es morderla suavemente. Una perla auténtica tiene una textura áspera, parecida a la del papel de lija, mientras que una falsa suele sentirse completamente lisa, como el vidrio. Si no quieres morderla, puedes frotarla contra tu mejilla; aunque este método no siempre detecta las falsificaciones más sofisticadas.
Otro indicador es su comportamiento frente a la humedad. Si soplas sobre una perla natural, se formará una ligera neblina con ondulaciones. Una imitación, en cambio, probablemente se mantendrá seca y sin rastro de condensación. Las perlas auténticas también suelen tener variaciones de color, imperfecciones sutiles y un brillo profundo e irregular en distintas zonas de la superficie.
Para comprobar si una pieza de plata es auténtica, basta con frotarla con un paño blanco limpio. Si quedan marcas oscuras, es señal de que se trata de plata real. Este truco funciona mejor si la joya está algo oxidada.
Otro método es colocar un cubo de hielo sobre la pieza, ya sea un anillo o una cadena. La plata tiene una conductividad térmica muy alta, por lo que el hielo se derretirá rápidamente, incluso a temperatura ambiente.
Una forma sencilla de distinguir una joya de oro auténtica es sumergiéndola en un vaso con agua. El oro es muy denso, así que la pieza debe hundirse de inmediato. Las imitaciones pueden tardar más en hundirse. Aunque este método no es tan preciso con cadenas delgadas, funciona bien con anillos o colgantes más pesados.
Otro truco útil es usar una superficie de cerámica sin esmaltar, como la parte trasera de un azulejo. Raspa la superficie con la joya de oro: si queda una línea dorada, es auténtica. Pero si el rastro es de otro color, probablemente se trata de una falsificación.
Por cierto, si después de usar un anillo de oro notas una línea negra en el dedo, no hay motivo de alarma. El oro, al igual que la plata, también se oxida, aunque en menor medida. Algunos cosméticos pueden acelerar este proceso, lo que provoca que aparezcan marcas oscuras en la piel.
Por cierto, en siglos pasados, muchas mujeres usaban ciertas joyas no solo como adorno, sino también por razones prácticas o simbólicas.